34 años después, el Programa humanitario de los niños de Chernobyl en Cuba pervive como una ofrenda a la paz
La noche del 29 de marzo de 1990 llegaron a Cuba los primeros 139 niños y niñas que, enfermos luego de la explosión nuclear de la Central Electronuclear Vladimir Ilich Lenin de Chernobyl en abril de 1986, atravesaron el Atlántico en busca de cura y de esperanza.
CAPAC -Por Maribel Acosta Damas * / Tomado de Resumen Latinoamericano-Cuba.
Esa noche, en que Fidel Castro los recibía en el aeropuerto José Martí, nacía el “PROGRAMA CUBANO DE ATENCIÓN MÉDICA INTEGRAL A NIÑOS RELACIONADOS CON EL ACCIDENTE DE CHERNOBIL”.
Entre 1990 y 2011, Cuba recibió a 26 mil niños y niñas de Rusia, Bielorrusia y Ucrania y ofreció atención de salud gratuita durante 21 años. Es el programa humanitario más largo del mundo, y también, el más desconocido.
En los archivos que depositan las memorias del programa reza:
- “Programa Estatal: Creado por la voluntad política del estado cubano. Dirigido por el Ministerio de salud Pública en coordinación con numerosas empresas y organismos del estado.
- Médico Asistencial: Asistencia integral a los problemas de salud
- Gratuito: Todos los gastos, desde su arribo a Cuba, son financiados por el estado cubano.
- Intersectorial: el MINSAP en coordinación con otras instituciones y Organismos e estatales garantizan el desarrollo del programa.”
La asistencia abarcó el examen médico Integral de todos los pacientes a su llegada, la confección de Historia Clínica y dispensarización en la primera semana. Asimismo, se efectuaban exámenes de laboratorio para confirmar y evaluar las enfermedades referidas; y dirigido a los principales órganos de choque de las radiaciones ionizantes, estudios imagenológicos, exámenes especializados según indicación médica y en correspondencia con las particularidades de cada paciente. Además, se ofreció rehabilitación Psicológica con especialistas, actividades de grupos y un amplio programa recreativo cultural con visitas a museos, zoológicos, acuario, celebración de cumpleaños, entre otros. A los niños y niñas se les prestaba atención estomatológica integral y realizaban mediciones dosimétricas y estimación de pronósticos.
En un desafío sin precedentes para una isla pequeña y un pueblo humilde en un momento difícil de su historia, el programa humanitario de los niños y niñas de Chernobyl en Cuba también constituyó una proeza científica. Los estudios dosimétricos realizados fueron reconocidos ampliamente por la Organización Internacional de Energía Atómica: El Centro de Protección e Higiene de las Radiaciones (CPHR) de Cuba desarrolló investigaciones para evaluar el impacto del accidente, que lograron obtener datos originales sobre la contaminación interna por CSS-137. Se realizaron estimaciones de dosis por irradiación interna, externa, total y en tiroides. Fue posible conocer el comportamiento de la morbilidad, el desarrollo y la variación de indicadores hematológicos, tiroideos, citogenéticas y bioquímicos en función de la contaminación interna de los niños y de la contaminación superficial de las localidades y se creó una importante base de datos, considerada por expertos internacionales como única de su tipo en el mundo y que convierten al estudio realizado en Cuba como una de las fuentes reconocidas para la evaluación del impacto radiológico del accidente de Chernóbil.
De conjunto con la atención a los niños y niñas, el programa atendió también a los adultos que le acompañaban, muchos de ellos portadores de enfermedades crónicas, así como otros que solicitaban ser atendidos para corroborar diagnósticos por los médicos cubanos. Y como parte del desarrollo del programa, en 1998 en la ciudad de Evpatoria, provincia de Crimea, trabajó una brigada de médicos cubanos integrada por un pediatra, un Médico General Integral, un hematólogo, un endocrino, un psicólogo, y un traductor de idioma ruso. Entre 5000 y 6000 personas pasaron cada año por ese programa que fue asesorado por los especialistas cubanos. Mientras, desde el inicio del Programa en Kiev se contó con la presencia de un médico cubano especialista en pediatría, quien trabajó en la selección y clasificación de los pacientes conjuntamente con el Fondo Juvenil de Chernóbil y posteriormente con el Ministerio de Salud de Ucrania. De igual modo, existió una representación de MEDICUBA con la misión del registro de medicamentos cubanos en Ucrania.
Toda la sociedad cubana aportó al programa: desde la salud, los traductores, estudiantes en voluntariado para apoyar… Miles y miles de personas contribuyeron a su desarrollo exitoso y cuando el campo socialista de derrumbaba y la URSS se desintegraba, en la isla del Caribe unas madres consolaban a aquellas de otra parte del mundo y juntas compartían el arroz con leche y el flan cubano para sus hijos, que como un milagro se lograba elaborar en aquellos tiempos tan difíciles.
En los archivos del programa se guardan las cartas de agradecimiento de las madres ucranianas, los eventos científicos que evaluaron cada batalla por la vida, los acercamientos entre las autoridades ucranianas y cubanas en favor de los niños y niñas que se curaban en la isla. Aun en papeles amarillentos están las sábanas de los registros dosimétricos y se conservan los instrumentos utilizados para esos estudios. En el balneario de Tarará, donde habitaban los niños y niñas, algunas ventanas de cristal atesoran los dibujos de navidad. Allí trabajan todavía muchas de las mujeres que los cuidaron y los amaron. Sobre todo, están aquí las médicas y médicos que los protegieron y los salvaron de la muerte. Y están vivos la inmensa mayoría de aquellos niños y niñas y sus padres, que ahora, en este mismo minuto, tienen a Cuba y a Fidel en el lugar más especial de su memoria.
(*) Periodista cubana, especializada en televisión. Es profesora de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana y Doctora en Ciencias de la Comunicación.
Foto de portada: Liborio Noval / Archivo Granma.