La cooperación médica cubana y la fotografía moral del mundo
El 22 de marzo de 2020, la imagen de 52 cooperantes de la salud de Cuba llegando al Aeropuerto de Malpensa (Milán), daba la vuelta al mundo. Por primera vez, en 60 años de cooperación médica cubana, esta había sido solicitada desde un país de Europa, miembro del G8 y, en aquel instante, epicentro de la pandemia en el continente: Italia.
CAPAC– Tomado de Cubainformación/ Foto: AFP/ Archivo.
El hecho lanzaba un mensaje ético y político. Una doble bofetada: a la política criminal de Donald Trump contra la Isla, y a la premisa de “mi país primero” de varios gobiernos de la Unión Europea que, en aquel momento, pugnaban por las escasas existencias de mascarillas y respiradores. El país asediado por EEUU y estigmatizado por la mediática internacional, demostraba ser el más solidario. No solo con el Sur Global. También con Europa.
Cuba obtenía un triunfo moral. Y mediático: por primera vez en años, los medios convertían en hecho noticioso de trascendencia la solidaridad médica cubana.
Algo similar había ocurrido en septiembre de 2014, en plena epidemia de ébola en el África Occidental, cuando el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, telefoneó a cinco mandatarios mundiales: cuatro de grandes potencias con responsabilidad histórica en la colonización y neocolonización de África -EEUU, Francia, Reino Unido y el Consejo Europeo- y -algo bien sorprendente- al presidente de una pequeña nación del Sur, Raúl Castro. Cuba fue la primera nación en enviar cooperantes, un total de 256, y su participación fue clave en el control de la epidemia.
En los meses siguientes a la llegada de la primera brigada a la Lombardía italiana, no cesó la cooperación sanitaria cubana en Europa. Una nueva brigada llegó a Andorra, y una segunda a Italia (a Turín, Piamonte). Asociaciones solidarias europeas enviaron cartas a sus respectivos gobiernos, proponiendo solicitar a Cuba una colaboración sanitaria semejante. Pero ningún estado ni comunidad más dio el paso. La mayoría, para no incomodar a Washington. En junio, de hecho, los senadores republicanos Rick Scott, Marco Rubio y Ted Cruz presentaron un proyecto de ley en EEUU para castigar a toda administración que llegara a acuerdos médicos con Cuba.
Alberto Navarro, embajador de la Unión Europea en Cuba, declaraba en mayo algo que, paradójicamente, solo recogió la prensa cubana: “cuando pasen unos años y se hable de la Covid–19, habrá una pequeña nota donde se mencionará ese esfuerzo de solidaridad de una isla de poco más de 10 millones de habitantes que es capaz de enviar médicos y enfermeros a tantas naciones. Eso es algo que no tiene parangón”.
Cuba: ¿Premio Nobel de la Paz 2021?
Desde marzo, La Habana ha enviado 53 brigadas a 39 países y territorios afectados por la Covid-19, con más de 3.700 profesionales, el 61 % mujeres.
¿Quiénes forman parte de estas brigadas? Son profesionales del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve”, creado en 2005 por Fidel Castro, para ayudar a EEUU tras el paso del huracán Katrina. Se movilizan en menos de 48 horas y han atendido, en 45 países del mundo, a más de 3,5 millones de personas, salvando al menos 80.000 vidas. El Contingente ha actuado tras ocho graves inundaciones, cinco huracanes y siete terremotos. En la epidemia de cólera de Haití (2010), o de ébola en África (2014). En el terremoto de Pakistán (2005), por ejemplo, dos mil cooperantes realizaron, en ocho meses, 14 mil cirugías y salvaron la vida a más de dos mil personas.
El Contingente “Henry Reeve” ha recibido innumerables reconocimientos. Dos ejemplos: el Premio de Salud Pública Dr. Lee Jong-Wook, otorgado en 2017 por la Organización Mundial de la Salud; y el Premio Democracia 2020, del Centro Cultural argentino Caras y Caretas, recibido en noviembre de 2020.
En la actualidad, una campaña internacional lo propone para el próximo Premio Nobel de la Paz 2021, y su candidatura oficial ya ha sido presentada por el Consejo Mundial por la Paz.
¿Y la Covid-19 en la Isla?
Pero ¿Cómo ha ido la contención de la pandemia en la Isla? Hagamos algunas comparaciones.
El 11 de marzo de 2020, el alcalde del Condado de Miami-Dade Carlos Giménez y el gobernador de Florida, Ron DeSantis, pedían la suspensión de los vuelos desde y hacia Cuba, por un supuesto riesgo sanitario por coronavirus. Once meses después, en Miami-Dade, que tiene una población cuatro veces menor, hay 28 veces más casos positivos y fallecimientos por Covid-19 que en Cuba, que es el país del continente con el menor número relativo de muertes. Cien veces menos, por ejemplo, que Perú.
En el diario británico The Guardian leíamos que “en Cuba tienen 24 veces menos probabilidades de contraer el coronavirus que en República Dominicana (…) y 70 veces menos que en Brasil”.
El 24 de febrero de 2021 se habían contabilizado, en la Isla, 47.566 casos positivos y 312 fallecimientos por Covid-19.
Citemos algunas fortalezas que explican este “éxito” –siempre relativo cuando hay muertes-: uno, un sólido sistema público de salud, con un ratio de nueve médicas y médicos por cada mil habitantes, el mayor per cápita mundial; dos, un Plan para la Prevención y Control de la Covid-19, establecido de manera temprana, una semana antes del primer caso confirmado; tres, una red social, engrasada en continuos planes de contingencia frente a huracanes, que coordina a todos los factores de la comunidad (consultorios, escuelas, centros de trabajo, CDR, etc.); cuatro, el sistema de detección temprana y la llamada “pesquisa activa” que, durante meses, ha movilizado, casa por casa, a miles de estudiantes de Medicina; cinco, el control de la economía por parte del Estado que, en función del interés social, permitió transformar hoteles, zonas recreativas y residencias, en centros de aislamiento; y seis, un modelo biofarmacéutico de carácter público, que ha suministrado al sistema de salud al menos 20 medicamentos de creación cubana y que, hoy, tiene cuatro proyectos de vacuna en experimentación y ensayos clínicos.
Los mapas de las “bases” de Cuba y EEUU
Pero regresemos a la cooperación médica de Cuba que, en seis décadas, ha enviado a más de 400 mil cooperantes a 164 países.
Superponiendo dos mapas, obtenemos una elocuente fotografía moral del mundo en que vivimos: el de las cerca de 800 bases militares de EEUU, con 150.000 soldados en 70 estados del mundo, y el de las brigadas médicas de Cuba, con 30 mil profesionales de la salud en 68 estados.
El economista guatemalteco Henry Morales, en su investigación “Ayuda oficial al desarrollo de Cuba al mundo”, “monetizó” –trasladó a valor monetario- la cooperación cubana de los últimos años. Los datos son aplastantes: en 25 años, las brigadas cubanas han salvado más de 6 millones de vidas; la Isla aporta, en promedio, 4.000 millones de dólares al año en cooperación, entre un 3 y un 6% de su PIB; y es el mayor donante en el sector de la salud, con un 31,2% del total mundial. Por último, Morales asegura que el valor monetario de las actuales brigadas cubanas contra la Covid-19 es de unos 85 millones de dólares.
El economista nos dice que Cuba no condiciona su cooperación al signo ideológico de los gobiernos, ni interviene en su política interna. En contraste –señala- una buena parte de la cooperación de EEUU y la Unión Europea “está condicionada políticamente” y, en ocasiones, es una “mera pre-inversión” para la entrada de sus empresas.
La colaboración sanitaria cubana se materializa, además, en programas como la Operación Milagro, apoyada también por Venezuela, gracias a la cual seis millones de personas con bajos recursos, de 34 países, han sido operadas gratuitamente de enfermedades de la visión, en una red de 49 centros oftalmológicos . Son personas que hoy estarían ciegas por ser pobres.
También mencionar la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), que ha graduado en la Isla, gratuitamente, a 30 mil jóvenes de 104 países, a cambio de su compromiso de servir, al regreso, a las personas más vulnerables de sus comunidades de origen.
¿Levantamiento temporal del bloqueo?
La cooperación cubana no ha cesado, a pesar del bloqueo económico, comercial y financiero de EEUU, reforzado, en los dos últimos años, con 130 nuevas medidas. Han sido, por ejemplo: las sanciones a las navieras, que han provocado varias situaciones graves de desabastecimiento de combustible y un deterioro, aún mayor, del transporte urbano en la Isla; la prohibición de vuelos a nueve de los diez aeropuertos cubanos, de cruceros y de compras, que buscan cercenar los ingresos por turismo; la aplicación de todos los capítulos de la Ley Helms–Burton, para ahuyentar la inversión extranjera; o el cierre al envío de remesas y la congelación de visas, para estrangular el flujo de divisas de la emigración. Este último año, las pérdidas para Cuba por el bloqueo han superado, por primera vez, los cinco mil millones de dólares.
Al comienzo de la pandemia, organizaciones, instituciones y personalidades pidieron al gobierno de Donald Trump un levantamiento temporal del mal llamado “embargo”, para que la Isla pudiera hacer frente, en mejores condiciones, a la situación sanitaria. El secretario general de la ONU Antonio Guterres, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos Michelle Bachelet, la relatora especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación Hilal Elver, el Servicio Mundial de Iglesias, el Parlamento Latinoamericano… En los propios EEUU, lo hicieron -entre otros- medios de referencia como The New York Times o The Financial Times, un grupo de miembros del Senado, el Consejo Nacional de Iglesias de Cristo y varias organizaciones de la emigración cubana.
¿Cuál fue la respuesta de la Casa Blanca? Aprobar hasta 50 nuevas sanciones contra Cuba en estos meses de pandemia.
¿Cuba obtiene ingresos por cooperación?
Además, el Departamento de Estado aceleró la campaña dirigida contra la cooperación médica cubana, a la que presenta como un “negocio del régimen” cubano y un ejemplo de “trabajo esclavo”.
Si en los años previos, Washington había conseguido que tres de sus gobiernos satélites en América Latina (el de Bolsonaro en Brasil, el de Áñez en Bolivia y el de Moreno en Ecuador) rompieran sendos acuerdos médicos con Cuba, dejando a decenas de millones de personas sin servicios de salud, durante 2020 ha apostado por la estrategia de desprestigio de las brigadas cubanas, contando para ello con la colaboración entusiasta de los colegios médicos privados de varios países y, sobre todo, de importantes medios de comunicación. En esta línea, la USAID, la Agencia para el Desarrollo de EEUU, tiene un programa específico, dotado con tres millones anuales, para aquellas ONG que –palabras textuales- «investiguen, recopilen y analicen» información contra las misiones médicas cubanas.
Un ejemplo lo tenemos en lo vivido, en mayo de 2020, en Argentina. Las gestiones del gobierno provincial de Buenos Aires con el de Cuba, para la llegada de un refuerzo de 200 cooperantes de la salud, desató una brutal campaña en los medios, que consiguió paralizar la operación. En los últimos 15 años, La Habana ha destinado, sin la menor publicidad, varios millones de dólares para las becas de 1.500 jóvenes de Argentina, que se han graduado en la ELAM, así como para las operaciones gratuitas de cataratas de 50 mil argentinas y argentinos. Nada que mereciera una noticia en los medios que, durante semanas, escandalizaron a la opinión pública con el “negocio” que iba a hacer el “régimen cubano” con el “dinero de los argentinos”.
Pero, ¿es cierto que Cuba obtiene ingresos con su cooperación? Veamos. Cuba, bloqueada y con limitadísimos recursos, sufraga los gastos de sus brigadas en las naciones más pobres. Pero hay un conjunto de países, con más recursos, que sí realizan una aportación o compensación económica. Esta tiene cuatro destinos básicos: aumentar los ingresos del personal cooperante cubano y mejorar sus condiciones de vida; financiar la cooperación en los países más pobres; sostener las becas del estudiantado extranjero en Cuba; y ayudar a mantener el sistema público de salud de la Isla. Ni un dólar llega a bolsillos o cuentas de dirigentes, funcionarios, empresarios o intermediarios.
Es la fórmula más honesta que ha encontrado Cuba para financiar, tanto sus misiones solidarias, como su sistema de salud pública, frente al bloqueo brutal de EEUU, cuya Comunidad de Inteligencia trabaja sin descanso para la destrucción de la cooperación médica cubana. Con dos objetivos: uno, el ideológico, al intentar machar la imagen solidaria de Cuba en el mundo, hoy revitalizada; y dos, el de guerra económica, al tratar de llevar al colapso, por falta de recursos, al sistema cubano de salud.
Es la definitiva fotografía moral del mundo en que vivimos.
Nota: Este artículo fue escrito para el monográfico de OMAL (Observatorio de Multinacionales en América Latina) «El poder corporativo en tiempos de pandemia», editado por la ONG Paz con Dignidad.