Testimonio sobre Cuba y sus médicos: «flores de Octubre»
El testimonio de uno de los hijos de Fernando Vaca Narvaja, y actual funcionario del gobierno de A. Fernández, sobre los maliciosos cuestionamientos de la derecha argentina a los médicos cubanos.
CAPAC – por Sabino Vaca Narvaja / tomado de ABC en línea
Agosto de 2013. Junto a una delegación argentina llegué a la plaza de Tiananmén, en lo que fue mi primera visita a la República Popular China.
Era imposible no distinguir la imagen de Mao Zedong enmarcada, tutelando la entrada a la mítica Ciudad Prohibida. Una vez allí, nos dirigimos a uno de los extremos de la plaza donde se encuentra el Mausoleo de Mao, donde había largas filas para ingresar. Como estábamos acompañados por la delegación del servicio protocolar, pudimos ingresar por un costado. Al entrar al mausoleo fue impactante ver las miles de flores que rodeaban al cuerpo de Mao, lo cual me produjo, casi inmediatamente, una sensación de armonía y bienestar matizada por una rara nostalgia que aún no comprendía.
Cuando salimos todo cobró sentido, y en un instante tomé dimensión de los recuerdos evocados. Frente a mi había un grupo de niños de un colegio chino. Me quedé congelado, como mirando una imagen conocida. El uniforme —todos los niños usaban pañoleta— eran del Cuerpo de Jóvenes Pioneros de China. No fue casual mi asociación, dada la similitud con los Pioneros Cubanos. Luego me aclararían que también coincidían en su saludo, la mano derecha colocada por encima de la frente, con la mirada fundida en el asta y la bandera, rindiéndoles honores.
Pude saludar a los niños que miraban asombrados a la delegación argentina. Dos Pioneros se saludan, pensé. Solo que a mí me faltaba aquella pañoleta que use tantos años en mi infancia en La Habana.
Como en sueños, continué la recorrida por la Ciudad Prohibida, sin poder quitar esa imagen de mis pensamientos. La inmensidad del lugar, las pequeñas filas de dragones en los vértices de los techos de tejas, esculpidos con asombroso detalle. Entonces las flores y aquella sensación de paz. Eran el puente que me transportaba nuevamente a la Isla.
El 28 de octubre es el día que los jardines de Cuba se quedan sin flores. Ese día, miles de niños, Pioneros Cubanos, pueblan las calles de todas las ciudades a lo largo de la isla para recordar la desaparición física del Señor de la Vanguardia, como bautizó Ernesto Guevara a Camilo Cienfuegos. Esas mañanas teníamos una misión camino al colegio, debíamos recoger una flor y mantenerla en nuestras manos, y luego, junto a las maestras y los compañeros, dirigirnos hacia el mar para brindarle una ofrenda floral. Cientos de niños llevando sus flores y arrojándolas al mar, formando una alfombra mágica y colorida que se columpiaba al ritmo del oleaje. Era el mismo ritmo que me encendió la imagen de Mao, como flotando en miles de flores, lo cual me transportó en la distancia y en el tiempo por un instante. Es imposible transmitir la vivencia de ese ritual colectivo, pero aquel se fundió con la imagen que mi pasado proyectó dentro del mausoleo imprimiéndole movimiento al “Gran Timonel”. O acaso siempre fue culpa de las flores.
Me quedé inmerso en aquellos días de Pionero. Todas las mañanas, luego de izar la bandera cubana la delegada nos invocaba lanzando el lema “¡Pioneros Por el Comunismo!” y nosotros respondíamos al unísono “¡Seremos como el Che!” con la mano derecha sobre nuestras cabezas, con los cinco dedos de la mano firmes y unidos representando la unión de los pueblos de los cinco continentes. Años más tarde, cuando pude regresar a Argentina tomé dimensión de esa consigna: todo un pueblo siguiendo el ejemplo de un médico argentino convertido en Héroe Nacional, como José Martí, Camilo Cienfuegos y tantos otros.
Sentir cómo el espíritu de un compatriota encendía todas las mañanas el camino de nuevas generaciones cubanas era una experiencia inconmensurable.
Hoy me encuentro con una noticia que me vuelve a transportar a la Isla, pero esta vez las protagonistas no son las flores. Me encuentro con la noticia de que algunos sectores de mi país, alimentados por el odio, nos piden que rechacemos la ayuda solidaria de médicos cubanos. Nuevamente, no puedo sacar de mi cabeza esa sensación colectiva de miles de niños gritando “¡Seremos como el Che!”. No puedo dejar de pensar en que precisamente ese juramento, encendió en ellos la idea de su formación y de su vocación solidaria. ¿Cómo no retribuir solidaridad a la tierra de uno de sus líderes, uno de sus Héroes Nacionales?
Los cubanos, además de soportar un bloqueo económico injusto, brutal y desproporcionado que perjudica enormemente a todo el pueblo, ahora tienen que soportar algo peor que es el endurecimiento del bloqueo en medio de una pandemia que acosa a toda la humanidad. Realmente es de una naturaleza de maldad inconcebible. Por eso no deja de ser admirable que aún en estas circunstancias, cuando todo el planeta está atravesando tamañas tempestades, Cuba continúe con sus misiones de médicos en todo el mundo.
La solidaridad de los médicos cubanos ha sido reconocida por Naciones Unidas, por la Organización Mundial de la Salud, por muchos gobiernos y lo más importante, por sus pueblos. ¿Cómo no agradecer a Cuba y a sus médicos que están dispuestos a regar con su solidaridad nuestro planeta? ¿Cuál puede ser el argumento válido para rechazar la solidaridad? ¿No es un prejuicio ideológico el motor de ese rechazo?
Compartí el mismo colegio con muchos de los médicos cubanos que hoy quieren venir a ayudarnos. Llevamos puestas las mismas pañoletas. Como los Pioneros Chinos que saludaban en Tiananmén, juramos juntos, pero a miles de kilómetros, con la misma mano erguida sobre la frente, por diferentes banderas, pero con el mismo espíritu. Ellos hoy son hombres y mujeres profesionales de la salud que viajan por el mundo para brindar su ayuda y se mantienen fieles a su lema. El pueblo cubano tiene infinitos puentes y vínculos con el pueblo argentino, es hora de dejar las miserias de lado. ¿Es posible que se ponga más energía en atacar una idea, que en coordinar acciones contra un virus que no las distingue?
Es probable que en estos tiempos nos toque encontrarnos con aquellos niños que erguían su mano jurando por un argentino y por la unión de los cinco continentes, hoy médicos. Cuando nos ayuden, podremos sentir que en sus manos generosas hay miles de otras manos fundidas, las de todos los trabajadores de la salud que hoy se juegan sus vidas; y entre aquellas, si queremos, sentiremos las manos del Che, porque su espíritu nunca dejó de alimentar el camino que los guía. Deseo que su vivo ejemplo sirva para remediar el alma del odio que todo lo nubla. Como dice Silvio: ¿a quién acusaremos cuando triunfe el amor?