8 de octubre de 1967: «Pioneros por el comunismo ¡Seremos como el Che!»

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto central por el XX Aniversario de la caída en combate del comandante Ernesto Che Guevara, efectuado en la ciudad de Pinar del Río, el 8 de octubre de 1987.

por Fidel Castro. Tomado de Fidel, soldado de las ideas

Compañeras y compañeros:

Hace casi 20 años, el 18 de octubre de 1967, nos reunimos en la Plaza de la Revolución, ante una enorme multitud, para rendir homenaje al compañero Ernesto Che Guevara. Fueron aquellos días muy amargos, muy duros, en que se recibían las noticias de los acontecimientos allá por Vado del Yeso, en la Quebrada del Yuro, donde informaban las agencias cablegráficas que el Che había caído en combate.

No tardamos mucho tiempo en percatamos de que aquellas noticias eran absolutamente fidedignas, por cuanto incluso aparecieron informaciones y fotos que hacían incuestionable la realidad del hecho. Durante varios días se recibieron noticias, hasta que ya, con todos aquellos elementos, aunque sin que se supieran muchos de los detalles que se conocen hoy, tuvo lugar aquella gran concentración de masas, aquel acto tan solemne en que le rendíamos postrer tributo al compañero caído.

Han pasado desde entonces casi 20 años; hoy, 8 de octubre, lo que esta vez estamos conmemorando es el día, precisamente, en que cayó en combate. Según los informes fidedignos que hoy se poseen, en realidad, lo asesinaron al día siguiente, después que lo hicieron prisionero, por encontrarse desarmado y además herido; su arma había sido anulada en el combate. Por eso ha quedado ya como una tradición que sea el 8 de octubre el día en que se conmemore el aniversario de aquel dramático hecho.

Pasó el primer año, pasaron los cinco primeros años, 10 años, 15 años, 20 años, y se hacía necesario en esta señalada ocasión efectuar un acto, o, mejor dicho, se hacía necesario recordar en toda su dimensión histórica, aquel hecho y, sobre todo, al principal protagonista de aquel hecho; así, de una manera natural, no muy pensada, no muy deliberada, de una manera espontánea, todos los sectores, todo el pueblo ha estado recordando durante los últimos meses aquella fecha. Y se podía conmemorar este XX Aniversario con cosas solemnes como las que hemos visto aquí hoy: el toque de silencio, el himno, el magnífico poema de Nicolás Guillén, que escuchamos hoy con el mismo acento, con la misma voz con que lo escuchamos hace 20 años. Se podría tratar de hacer aquí un discurso también muy solemne, muy grandilocuente, tal vez escrito, en estos tiempos en que, en realidad, el gran cúmulo de trabajo apenas deja un minuto libre no ya para escribir un discurso, sino, incluso, para meditar con más profundidad sobre todos aquellos acontecimientos y sobre las cosas que aquí podrían decirse.

Por eso quiero más bien en este acto recordar al Che reflexionando con ustedes, porque he reflexionado, he reflexionado mucho en torno al Che.

En un reportaje, parte del cual salió ayer publicado en nuestro país, respondiendo a las preguntas de un periodista italiano que me tuvo casi 16 horas consecutivas frente a las cámaras de televisión, más que de televisión de cine, porque en su interés de buscar una calidad superior a la imagen de todo lo que hacía, no utilizó el videocasete, que a veces tiene un rollo que dura dos horas, sino la cámara de cine, cambiando la película cada 20 ó 25 minutos, y así fue bastante fatigosa aquella entrevista —algo que teníamos que haber hecho en tres días fue necesario hacerlo en un día, porque no hubo más tiempo, tuvo lugar un domingo, comenzó antes del mediodía y terminó alrededor de las 5:00 de la mañana siguiente—, más de 100 preguntas; entre los diversos y variados temas, el periodista tenía mucho interés en hablar del Che, y fue ya entre las 3:00 y las 4:00 de la mañana cuando realmente se abordó aquel tema, yo hice el correspondiente esfuerzo para ir satisfaciendo cada una de las preguntas, y, por cierto, de manera especial, hice un esfuerzo para sintetizar los recuerdos que tenía del Che.

Le conté algo que me ocurría, que pienso que les ocurra también a muchos compañeros, relacionado con la perenne permanencia del Che. Hay que tener en cuenta las relaciones peculiares con el Che, el afecto, los vínculos fraternales de compañerismo, la lucha unida durante casi 12 años, desde el momento en que lo conocimos en México hasta el final, una etapa rica en acontecimientos históricos, algunos de los cuales han sido revelados por primera vez en estos días.

Fue una historia llena de episodios heroicos, de hechos gloriosos desde que el Che se unió a nosotros para la expedición del «Granma»; el desembarco, los reveses, los días más difíciles, la reanudación de la lucha en las montañas, la reconstrucción de un ejército a partir, prácticamente, de la nada; los primeros combates y las últimas batallas.

Todo aquel período impactante que siguió al triunfo, las primeras leyes revolucionarias, en que supimos ser absolutamente fieles a los compromisos que hicimos con el pueblo y llevamos a cabo un cambio realmente radical en la vida del país, aquellos episodios que se sucedían unos tras otros, como fueron: el inicio de la hostilidad imperialista, el bloqueo, las campañas de calumnias contra la Revolución apenas empezamos a hacer justicia a los criminales y a los esbirros que habían asesinado a miles de nuestros compatriotas, el bloqueo económico, la invasión de Girón, la proclamación del carácter socialista de la Revolución, la lucha contra los mercenarios, la Crisis de Octubre, los primeros pasos en la construcción del socialismo cuando no había nada, ni experiencias, ni cuadros, ni ingenieros, ni economistas, ni técnicos apenas; cuando nos quedamos, incluso, casi sin médicos, porque se habían marchado 3 000 de los 6 000 que había en el país; la primera y segunda Declaración de La Habana, el inicio del aislamiento impuesto a nuestra patria, la ruptura colectiva de relaciones diplomáticas, la ruptura de relaciones diplomáticas por parte de todos los gobiernos latinoamericanos y Cuba, a excepción de México; un período en el que en medio de todo aquel conjunto de acontecimientos, fue también necesario organizar la economía del país, período relativamente breve, pero fecundo, lleno de hechos y de acontecimientos inolvidables.

Es preciso tener en cuenta aquella persistencia del Che en cumplir con un viejo anhelo, una vieja idea, la de regresar hacia América del Sur, hacia su patria, para hacer la revolución, a partir de toda la experiencia adquirida en nuestro país; la forma, incluso, clandestina en que tiene que organizarse su salida, el barrage de calumnias contra la Revolución; cuando se dijo que había conflictos, diferencias con el Che, que el Che había desaparecido; hasta se habló, incluso, de que el Che había sido asesinado por divisiones en el seno de la Revolución, mientras la Revolución, firme y ecuánime, soportaba y soportaba la feroz embestida, porque por encima de la irritación y la amargura que podían producir aquellas campañas, lo importante era que el Che pudiera cumplir sus objetivos, lo importante era preservar su seguridad y la de los compatriotas que lo acompañaban en sus históricas misiones.

Expliqué en la referida entrevista cuáles eran los orígenes de aquella idea, cómo él había planteado en el momento en que se unió a nosotros una sola condición: que una vez finalizada la Revolución, cuando él quisiera regresar a Suramérica, no surgiera ninguna conveniencia de Estado o razón de Estado que interfiriera en ese anhelo, que no se le prohibiera hacer eso. Se le respondió que sí, que podría hacerlo, que lo apoyaríamos; compromiso alguna que otra vez recordado por él, hasta que llegó el momento en que él creía que debía ya partir.

No solo se cumplió la promesa de acceder a su partida, sino también se le ayudó en todo lo que fue posible a llevar a cabo ese empeño. Se trató, incluso, de dilatar un poco el momento; se le dieron otras tareas que habrían de enriquecer su experiencia guerrillera y se trataba de crear el mínimo de condiciones para que él no tuviera que pasar la etapa más difícil, de los primeros días en la organización de un movimiento guerrillero, algo que nosotros conocíamos perfectamente bien por nuestra propia experiencia.

Valorábamos el talento, la experiencia y la figura del Che, un cuadro para grandes tareas estratégicas y que tal vez sería más apropiado que otros compañeros llevasen a cabo aquella primera tarea de organización, y que él se incorporara en un período más avanzado del proceso. Esto tiene que ver, incluso, con la práctica que seguimos durante la guerra de preservar a los cuadros a medida que se destacaban, para misiones cada vez más importantes, cada vez más estratégicas. No eran muchos los hombres con que contábamos, los cuadros experimentados, y a medida que se iban destacando no los enviábamos con una escuadra, a una emboscada, todos los días, sino que les asignábamos otras responsabilidades más importantes y acordes, realmente, con su capacidad y su experiencia.

Así, recuerdo que en los días de la última ofensiva de Batista en la Sierra Maestra contra nuestras combativas pero reducidas fuerzas, a los cuadros más experimentados no los situamos en las primeras trincheras, sino que les encomendamos otras tareas de dirección estratégicas, preservándolos, precisamente, para nuestra fulminante contraofensiva. No tenía ya sentido situar al Che, a Camilo o a otros compañeros que habían participado en numerosos combates al frente de una escuadra, sino que los preservábamos para dirigir después columnas que iban a cumplir arriesgadas misiones de gran trascendencia y, entonces, sí los enviábamos al territorio enemigo, con toda la responsabilidad y con todos los riesgos, como cuando se inició la invasión de Las Villas por Camilo y el Che, una misión extraordinariamente difícil, que requería hombres de enorme experiencia y autoridad, como jefes de aquellas columnas, capaces de llegar a la meta.

Siguiendo esa lógica, tal vez habría sido mejor, con vistas a los objetivos que se perseguían, que se hubiese cumplido ese mismo principio, y él se hubiese incorporado más adelante. No había, realmente, tanta necesidad de que él hiciera toda la tarea desde el principio. Pero él estaba impaciente, realmente, muy impaciente. Algunos compañeros argentinos habían muerto en los primeros esfuerzos realizados por él años antes, entre ellos, Ricardo Massetti, fundador de Prensa Latina; él recordaba mucho eso, y estaba, realmente, impaciente por realizar con su participación personal aquella tarea, y como siempre respetamos los compromisos, sus puntos de vista, pues siempre existieron relaciones de absoluta confianza, de absoluta hermandad, independientemente de nuestras ideas sobre cuál sería el momento ideal para que él se incorporara, le dimos, en consecuencia, toda la ayuda y todas las facilidades para que iniciara aquella lucha.

Después vinieron las noticias de los primeros combates y las comunicaciones quedaron totalmente interrumpidas; en una fase precoz de la organización de aquel movimiento guerrillero, el enemigo lo pudo detectar, y se inició una etapa que duró muchos meses, en que las noticias que se recibían eran casi exclusivamente las que venían por los cables internacionales, cables que había que interpretar, tarea en la que nuestra Revolución ha adquirido ya una gran experiencia para conocer cuándo una noticia puede ser fidedigna o es una noticia inventada, una noticia falsa.

Recuerdo, por ejemplo, cuando llegó por cable público la noticia de la muerte del grupo de Joaquín, el compañero Vilo Acuña, su nombre real, y nosotros la analizamos, yo llegué de inmediato a la convicción de que era verídica, y esa veracidad emanaba de la forma en que según se explicaba había sido liquidado aquel grupo, cruzando un río. Por nuestra experiencia guerrillera, por todo lo que habíamos vivido, nosotros sabíamos cómo se podía liquidar a un pequeño grupo de guerrilleros, las pocas y excepcionales formas en que tal grupo podía ser liquidado, y cuando allí se explicaba que un campesino había hecho contacto con el ejército, que había informado en detalles noticias sobre ubicación e intenciones del grupo buscando un paso de río, cómo el ejército se había emboscado en la orilla opuesta del río en el paso indicado por el propio campesino a los guerrilleros y la forma en que dispararon sobre estos en medio del cruce, la explicación ofrecida no admitía dudas; porque suponiendo que los inventores de partes falsos, lo cual hicieron muchas veces, trataran de hacerlo una vez más, era imposible admitir en ellos, tan burdos por lo general en sus mentiras, suficiente inteligencia y suficiente experiencia para inventar las circunstancias exactas en que únicamente se podía liquidar a ese grupo. Llegamos por ello a la convicción de que aquella noticia era verídica.

Largos años de experiencia revolucionaria nos habían enseñado a descifrar los cables, discernir entre la verdad y la mentira en cada uno de los acontecimientos, tomando en cuenta, desde luego, también otros elementos de juicio. Pero ese era el tipo de noticias que teníamos sobre la situación, hasta que vinieron las noticias de la muerte del Che.

Nosotros teníamos esperanzas —como hemos explicado— de que aun cuando quedaban 20 hombres, aun cuando las circunstancias eran muy difíciles, todavía quedaban posibilidades al movimiento guerrillero. Ellos se encaminaban hacia una zona donde había sectores campesinos organizados, donde algunos cuadros bolivianos que se habían destacado tenían influencia, y hasta ese momento, casi al final, se mantenían las posibilidades de que el movimiento se consolidara y se desarrollara.

Pero fueron, en fin, tan peculiares las circunstancias de nuestras relaciones con el Che, la historia casi irreal de la breve pero intensa epopeya vivida en nuestros primeros años de la Revolución, habituados a convertir lo imposible en posible, que yo le explicaba al periodista mencionado que uno experimentaba la permanente impresión de que el Che no había muerto, que el Che seguía viviendo. Por tratarse de una personalidad tan ejemplar, tan inolvidable, tan familiar, era difícil resignarse a la idea de la muerte física, y a veces soñaba —todos soñamos con episodios relacionados con nuestra vida y nuestras luchas— que veíamos al Che, que el Che regresaba, que el Che estaba vivo, ¡cuántas veces!, le decía. Y le referí esos sentimientos, que uno raras veces cuenta, lo que da también idea del impacto de la personalidad del Che, e idea también del grado tan alto en que el Che está vivo realmente, casi como si su presencia fuera física, con sus ideas, con sus hechos, con sus ejemplos, con todas las cosas que creó, esa vigencia de su figura y el respeto hacia él no solo en América Latina, sino en Europa y en todas partes del mundo. Como habíamos pronosticado aquel 18 de octubre, hace 20 años, se convirtió en un símbolo de todas las personas oprimidas, de todas las personas explotadas, de todos los patriotas, de todos los demócratas, de todos los revolucionarios; en un símbolo permanente e invencible.

Por todos esos factores, por esa vigencia real que tiene hoy mismo, en el ánimo de todos nosotros, a pesar de que han transcurrido 20 años, cuando escuchamos el poema, cuando escuchamos el himno o cuando escuchamos el toque de silencio, cuando abrimos nuestra prensa y vemos las fotos del Che en cada una de las etapas, su imagen, tan conocida en todo el mundo —porque hay que decir que el Che tenía no solo todas las virtudes, y todas las cualidades humanas y morales para ser un símbolo, sino que el Che tenía, además, la estampa del símbolo, la imagen del símbolo: su mirada, la franqueza y la fuerza de su mirada; su rostro, que refleja carácter, una determinación para la acción incontenible, a la vez que una gran inteligencia y una gran pureza—, cuando vemos los poemas que se han escrito, los episodios que se cuentan y las historias que se repiten, palpamos esa realidad de la vigencia del Che, de la presencia del Che. No tiene nada de extraño si uno, no solo en la vida de cada día palpa su presencia, sino hasta en sueños se imagina que el Che está vivo, que el Che está actuando y que su muerte no existió nunca. Al fin y al cabo, debemos sacar la convicción, a todos los efectos en la vida de nuestra Revolución, de que el Che no murió nunca y que el Che, en la realidad de los hechos, vive más que nunca, está más presente que nunca, influye más que nunca, y es un adversario del imperialismo más poderoso que nunca.

Aquellos que desaparecieron su cadáver para evitar que fuera símbolo; aquellos que, siguiendo la orientación y los métodos de sus amos imperiales no quisieron que quedara una sola huella, se encuentran con que, aunque no haya tumba conocida, aunque no haya restos, aunque no haya cadáver, existe, sin embargo, un temible adversario del imperio, un símbolo, una fuerza, una presencia que no podrá ser jamás destruida. Ellos demostraron su debilidad y su cobardía cuando desaparecieron al Che, porque demostraron también su miedo al ejemplo y al símbolo. No quisieron que los campesinos explotados, los obreros, los estudiantes, los intelectuales, los demócratas, los progresistas, los patriotas de este hemisferio tuvieran un lugar donde ir a rendir tributo al Che. Y hoy, en el mundo de hoy, en que no se les rinde tributo a los restos del Che en un lugar específico, se les rinde tributo en todas partes (Aplausos).

Hoy no se le rinde tributo al Che una vez al año, ni una vez cada 5, 10, 15, 20 años; hoy se le rinde homenaje al Che todos los años, todos los meses, todos los días, en todas partes, en una fábrica, en una escuela, en una unidad militar, en el seno de un hogar, entre los niños, entre los pioneros que quién puede calcular cuántos millones de veces han dicho en estos 20 años: «¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!» (Aplausos.)

Ese solo hecho que acabo de mencionar, esa sola idea, ese solo hábito por sí solo constituye una presencia permanente y grandiosa del Che. Y creo que no solo nuestros pioneros, no solo nuestros niños, creo que todos los niños de este hemisferio, todos los niños del mundo podrían repetir esa misma consigna: «¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!» (Aplausos.)

Es que realmente no puede haber un símbolo superior, no puede haber una imagen mejor, no puede haber una idea más precisa, para buscar un modelo de hombre revolucionario y para buscar un modelo de hombre comunista. Expreso esto porque tengo la más profunda convicción, la he tenido siempre y la tengo hoy, igual o más que cuando hablé aquel 18 de octubre y preguntaba cómo querían que fueran nuestros combatientes, nuestros revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hijos, y dije que queríamos que fueran como el Che, porque el Che es la personificación, es la imagen de ese hombre nuevo, es la imagen de ese ser humano si se quiere hablar de la sociedad comunista (Aplausos); si vamos a proponernos realmente construir, no ya el socialismo, sino las etapas más avanzadas del socialismo, si la humanidad no va a renunciar a la hermosa y extraordinaria idea de vivir algún día en la sociedad comunista.

Si hace falta un paradigma, si hace falta un modelo, si hace falta un ejemplo a imitar para llegar a esos tan elevados objetivos, son imprescindibles hombres como el Che, hombres y mujeres que lo imiten, que sean como él, que piensen como él, que actúen como él y se comporten como él en el cumplimiento del deber, en cada cosa, en cada detalle, en cada actividad; en su espíritu de trabajo, en su hábito de enseñar y educar con el ejemplo; en el espíritu de ser el primero en todo, el primer voluntario para las tareas más difíciles, las más duras, las más abnegadas, el individuo que se entrega en cuerpo y alma a una causa, el individuo que se entrega en cuerpo y alma a los demás, el individuo verdaderamente solidario, el individuo que no abandona jamás a un compañero, el individuo austero; el individuo sin una sola mancha, sin una sola contradicción entre lo que hace y lo que dice, entre lo que practica y lo que proclama: el hombre de acción y de pensamiento que simboliza el Che. (Aplausos).

Constituye para nuestro país un honor y un gran privilegio haber contado entre sus hijos, aunque no hubiera nacido en esta tierra, ¡entre sus hijos!, porque se ganó el derecho a considerarse y ser considerado hijo de nuestra patria, es un honor y un privilegio para nuestro pueblo, para nuestro país, para nuestra historia, para nuestra Revolución, haber contado entre sus filas con un hombre verdaderamente excepcional como el Che.

Y no es que piense que los hombres excepcionales son escasos, no es que piense que en las grandes masas no haya hombres y mujeres excepcionales por cientos, por miles, e incluso por millones. Lo dije ya una vez cuando en aquella amarga circunstancia de la desaparición de Camilo, al hacer la historia de como surgió Camilo, dije: «en el pueblo hay muchos Camilo». Podría decir también: en nuestro pueblo, en los pueblos de América Latina y en los pueblos del mundo, hay muchos Che.

Pero, ¿por qué los llamamos hombres excepcionales? Porque, realmente, en el mundo en que vivieron, en las circunstancias que vivieron, tuvieron la posibilidad y la oportunidad de demostrar todo lo que el hombre con su generosidad y su solidaridad es capaz de sí. Y es que, verdaderamente, pocas veces se dan las circunstancias ideales en que el hombre tiene la oportunidad de expresarse y de reflejar todo lo que lleva dentro, como la tuvo el Che.

Claro está que en las masas hay incontables hombres y mujeres que como resultado, entre otras cosas, del ejemplo de otros hombres, de ciertos valores que se han ido creando, son capaces del heroísmo, incluso de un tipo de heroísmo que yo admiro mucho, el heroísmo silencioso, el heroísmo anónimo, la virtud silenciosa, la virtud anónima. Pero siendo extraño, raro, que se pueda dar todo ese conjunto de circunstancias que produzcan una figura como la del Che, hoy es un símbolo para todo el mundo y será cada vez un símbolo mayor, es un gran honor y un privilegio que esa figura haya nacido del seno de nuestra Revolución.

Y como una prueba de lo que anteriormente decía acerca de la presencia y vigencia del Che, yo podría preguntar: ¿Habría un momento más oportuno para recordar al Che con toda la fuerza, con el más profundo sentimiento de reconocimiento y de gratitud que una fecha como esta, un aniversario como este? ¿Habría algún momento mejor que este, en pleno proceso de rectificación?

¿Y qué estamos rectificando? Estamos rectificando precisamente todas aquellas cosas —y son muchas— que se apartaron del espíritu revolucionario, de la creación revolucionaria, de la virtud revolucionaria, del esfuerzo revolucionario, de la responsabilidad Revolucionaria que se apartaron del espíritu de solidaridad entre los hombres. Estamos rectificando todo tipo de chapuceras y de mediocridades que eran precisamente la negación de las ideas del Che, del pensamiento revolucionario del Che, del estilo del Che, del espíritu del Che y del ejemplo del Che.

Creo, realmente, lo digo con toda satisfacción, que si el Che estuviera sentado aquí en esta silla, se sentiría, realmente, jubiloso, se sentiría feliz de lo que estamos haciendo en estos tiempos; como se habría sentido muy desgraciado en ese período incierto, en ese período bochornoso en que aquí empezaron a prevalecer una serie de criterios, de mecanismos y de vicios en la construcción del socialismo, que habrían constituido motivo de profunda, de terrible amargura para el Che (Aplausos).

Por ejemplo, el trabajo voluntario, que fue una creación del Che, y una de las mejores cosas que nos legó en su paso por nuestra patria y en su participación en nuestra Revolución, decaía cada vez más y más; ya era casi un formalismo, en ocasión de una fecha tal y más cual, un domingo, un correcorre en ocasiones para hacer cosas desorganizadas, y prevalecía cada vez más el criterio burocrático, el criterio tecnocrático de que el trabajo voluntario no era cosa fundamental ni esencial; la idea, prácticamente, de que el trabajo voluntario fuera una especie de tontería y perdedera del tiempo, que los problemas había que resolverlos con horas extras, con más y más horas extras, mientras ni siquiera se aprovechaba de una forma correcta la jornada laboral; ya habíamos caído en el pantano del burocratismo, de las plantillas infladas, de las normas anacrónicas, de la trampa, de la mentira; habíamos caído en un montón de vicios que, realmente, habrían horrorizado al Che, porque si al Che le hubiesen dicho que algún día en la Revolución Cubana iban a existir unas empresas que por ser rentables robaban, se habría horrorizado; que unas empresas que por ser rentables y repartir premios, no sé cuántas cosas, y primas, vendían los materiales con que tenían que construir y los cobraban como si hubieran construido, el Che se habría horrorizado. Y les digo que eso pasó en los 15 municipios de la capital de la república, con las 15 empresas de mantenimiento de la vivienda, para citar solo algunas. Aparecían produciendo 8 000 pesos al año, y cuando se acabó el relajo y se puso fin a todo eso, aparecían produciendo 4 000 o menos, entonces ya no eran rentables; eran rentables solo robando.

Si al Che le hubieran dicho que aparecerían unas empresas en que, para cumplir y sobrecumplir fraudulentamente el plan, asignaban al mes de diciembre la producción del mes de enero, el Che se habría horrorizado.

Si al Che le hubieran dicho que había unas empresas que cumplían el plan y repartían premios por cumplir el plan en valores, pero no en surtido, y que se dedicaban a hacer las cosas que les daban más valores y no hacían aquellas que les daban menor ganancia, aunque unas sin otras no sirvieran para nada, el Che se habría horrorizado.

Si al Che le hubieran dicho que iban a aparecer unas normas tan flojas, tan blandengues y tan inmorales que, en ciertas ocasiones, la totalidad casi de los trabajadores las cumplían dos veces y tres veces, el Che se habría horrorizado.

Si le hubieran dicho que el dinero se iba a empezar a convertir en el instrumento principal, la fundamental motivación del hombre, él, que tanto advirtió contra eso, se habría horrorizado; que las jornadas no se cumplían y aparecían los millones de horas extras; que la mentalidad de nuestros trabajadores se estaba corrompiendo, y que los hombres iban teniendo cada vez más un signo de peso en el cerebro, el Che se habría horrorizado, porque él sabía que por esos caminos tan trillados del capitalismo no se podía marchar hacia el comunismo, que por esos caminos un día habría que olvidar toda idea de solidaridad humana e incluso de internacionalismo; que por aquellos caminos no se marcharía jamás hacia un hombre y una sociedad nuevos.

Si al Che le hubieran dicho que un día se pagarían primas y más primas, y primas de todas clases, sin que aquello tuviera nada que ver con la producción, el Che se habría horrorizado.

Si hubiese visto un día un conjunto de empresas, plagadas de capitalistas de pacotilla —como les llamamos nosotros—, que se ponen a jugar con el capitalismo, que empiezan a razonar y a actuar como capitalistas, olvidándose del país, olvidándose del pueblo, olvidándose de la calidad, porque la calidad no importaba para nada, sino el montón de dinero que ganara con aquella vinculación; y que un día se iba a vincular no ya solo el trabajo manual, que tiene cierta lógica, como cortar caña y otras numerosas actividades manuales y físicas, sino que hasta el trabajo intelectual se iba a vincular; que hasta los trabajadores de la radio y la televisión iban a terminar vinculados, y que aquí terminaría por ese camino hasta el cirujano vinculado, sacándole tripas a cualquiera para ganar el doble y el triple, digo la verdad, el Che se habría horrorizado, porque esos caminos no conducirán jamás al comunismo, esos caminos conducen a todos los vicios y a todas las enajenaciones del capitalismo.

Esos caminos —repito—, y el Che lo sabía muy bien, no conducirían jamás a la construcción de un verdadero socialismo, como etapa previa y de tránsito hacia el comunismo.

Pero no se imaginen al Che una persona ilusa, una persona idealista, una persona desconocedora de las realidades; el Che comprendía y tomaba en cuenta las realidades. Pero el Che creía en el hombre, y si no se cree en el hombre, si se piensa que el hombre es un animalito incorregible, capaz de caminar solo si le ponen hierba delante, si le ponen una zanahoria o le dan con un garrote, quien así piense, quien así crea, no será jamás revolucionario; quien así piense, quien así crea, no será jamás socialista; quien así piense, quien así crea, no será jamás comunista (Aplausos).

Y nuestra propia Revolución es un ejemplo de lo que significa la fe en el hombre, porque nuestra propia Revolución surge de cero, surge de la nada; no se tenía un arma, no se tenía un centavo, no eran siquiera conocidos los hombres que empezaron aquella lucha, y frente a todo aquel poderío, frente a los cientos de millones de pesos, frente a las decenas de miles de soldados, porque nosotros creíamos en el hombre, la Revolución fue posible. No solo fue posible la victoria, fue posible enfrentarse al imperio, llegar hasta aquí y estar acercándose la Revolución al 29 aniversario de su triunfo. ¿Cómo podía haber sido posible esto sin la fe en el hombre?

Y el Che tenía una gran fe en el hombre. A la vez que era realista, el Che no rechazaba los estímulos materiales, los consideraba necesarios en la etapa de tránsito, en la construcción del socialismo; pero el Che le daba un peso importante, y cada vez mayor, al factor conciencia, al factor moral.

Sería, sin embargo, una caricatura del Che imaginarse que no era realista y no conocía las realidades de la sociedad y del hombre recién surgido del seno del capitalismo; pero al Che se le conoce fundamentalmente como hombre de acción, como soldado, como jefe, como militar, como guerrillero, como individuo ejemplar, que era primero en todo, que nunca les pedía a los demás algo que no fuera capaz de hacer él primero; como modelo de hombre virtuoso, honrado, puro, valiente, solidario, todo ese conjunto de virtudes por las cuales lo recordamos y lo conocemos.

El Che era un hombre de pensamiento muy profundo, y el Che tuvo una excepcional posibilidad durante los primeros años de la Revolución de profundizar en aspectos muy importantes de la construcción del socialismo, porque, por sus cualidades cada vez que hacía falta un hombre para un cargo importante, ahí estaba el Che; era, realmente, multifacético, y cualquier tarea que se le asignara la cumplía con una seriedad y una responsabilidad total.

Estuvo en el INRA, al frente de unas pocas industrias a cargo de esa institución, cuando todavía no se habían nacionalizado las industrias fundamentales y solo había un grupo de fábricas intervenidas; estuvo en el Banco Nacional, otras de las responsabilidades que desempeñó, y estuvo al frente del ministerio de Industrias, cuando se creó este organismo; se habían nacionalizado ya casi todas las fábricas, había que organizar todo aquello, había que mantener la producción, y el Che se vio ante aquella tarea, como se vio ante otras muchas, la tomó con una consagración total, le dedicaba día, noche, sábado y domingo, todas las horas y se propuso realmente resolver trascendentes problemas. Fue cuando se enfrentó a la tarea de aplicar a la organización de la producción los principios del marxismo-leninismo, tal como él lo entendía, tal como él lo veía. Estuvo años en eso, habló mucho, escribió mucho sobre todos aquellos temas y realmente llegó a desarrollar una teoría bastante elaborada y muy profunda sobre la forma en que, a su juicio, se debía construir el socialismo y marchar hacia la sociedad comunista.

Recientemente se hizo una compilación de todas estas ideas y un economista escribió una obra por la cual recibió un premio en la Casa de las Américas, que tiene el mérito de haber recopilado, estudiado y presentado en un libro la esencia de las ideas económicas del Che, recogidas de muchos de sus materiales hablados o escritos, de artículos y discursos sobre cuestión tan decisiva para la construcción del socialismo. La obra se titula «El pensamiento económico del Che». Es tal el espacio que se ha destinado a recordar otras cualidades, que ese aspecto —pienso yo— es bastante ignorado en nuestro país. Y Che tenía ideas verdaderamente profundas, valientes, audaces, que se apartaban de muchos caminos trillados.

Pero en esencia, ¡en esencia!, el Che era radicalmente opuesto a utilizar y desarrollar las leyes y las categorías económicas del capitalismo en la construcción del socialismo; y planteaba algo en que hemos insistido muchas veces, que la construcción del socialismo y del comunismo no es solo una cuestión de producir riquezas y distribuir riquezas, sino es también una cuestión de educación y de conciencia. Era terminantemente opuesto al uso de esas categorías que han sido trasladadas del capitalismo al socialismo, como instrumentos de la construcción de la nueva sociedad.

Algunas ideas del Che en cierto momento fueron mal interpretadas, e incluso mal aplicadas. Ciertamente nunca se intentó llevarlas seriamente a la práctica, y en determinado momento se fueron imponiendo ideas que eran diametralmente opuestas al pensamiento económico del Che.

No es esta la ocasión de profundizar sobre el tema; me interesa esencialmente, expresar una idea: hoy, en este XX Aniversario de la muerte del Che; hoy, en medio del profundo proceso de rectificación en que estamos enfrascados, y comprendiendo cabalmente que rectificación no significa extremismo, que rectificación no puede significar idealismo; que rectificación no puede implicar, bajo ningún concepto, falta de realismo; que rectificación, incluso, no puede implicar cambios abruptos. Partiendo de que rectificación significa —como he dicho— buscar soluciones nuevas a problemas viejos, rectificar muchas tendencias negativas que venían desarrollándose; que rectificación implica hacer un uso más correcto del sistema y los mecanismos con que contamos ahora, un sistema de dirección y planificación de la economía que, como decíamos en la reunión con las empresas, era un caballo, un penco, cojo, con muchas mataduras, y que estábamos untándole mercuro cromo, recetándole medicinas, entablillándole una pata, arreglando, en fin, el penco, arreglando el caballo, lo que procedía ahora era seguir con ese caballo, sabiendo los vicios del caballo, los peligros del caballo, las patadas del caballo, los corcoveos del caballo, y tratar de llevar ese caballo por nuestro camino y no que vayamos por donde quiera marchar el caballo. Hemos planteado: ¡Tomemos las riendas! (Aplausos.)

Estas cosas son muy serias, muy complicadas, y en esto no se puede estar dando bandazos, ni se pueden realizar aventuras de ninguna clase. De algo vale la experiencia de tantos años, que unos cuantos de nosotros tenemos el privilegio de haber vivido en un proceso revolucionario. Y por eso ahora decimos: no se puede estar cumpliendo el plan en valores, hay que cumplir el plan en surtidos. ¡Lo exigimos terminantemente, y el que no lo cumpla vuela de donde esté, porque no tiene otra alternativa! (Aplausos.) Decimos: las obras hay que empezarlas y terminarlas rápido, que no vuelva jamás a suceder lo que nos pasó a causa de los resabios del penco: aquello de que se hacían movimientos de tierra y se ponían unas columnas porque valía mucho, y jamás se terminaba un edificio porque valía poco; aquellas tendencias a decir «cumplí en valores, pero no terminé una sola obra», con lo cual hemos estado enterrando cientos de millones, miles de millones, y no se terminaba nada. ¡Catorce años para construir un hotel!; 14 años enterrando cabillas, arena, piedra, cemento, goma, combustible, fuerza de trabajo, antes de que entrara un solo centavo en el país por la utilización del hotel. iOnce años en terminar nuestro hospital aquí en Pinar del Río!; es verdad que al fin se terminó, y se terminó con calidad, pero cosas de ese tipo no deben volver a ocurrir jamás.

Las microbrigadas, que fueron destruidas en nombre de tales mecanismos, están surgiendo de sus cenizas como el ave Fénix y demostrando lo que significa ese movimiento de masas, lo que significa ese camino revolucionario de resolver problemas que los teóricos, los tecnócratas, los que no creen en el hombre y los que creen en los métodos del mercachiflismo, habían frenado y habían desbaratado. Así iban conduciéndonos a situaciones críticas, y en la capital, donde surgieron una vez —porque duele pensar que hace más de 15 años se había encontrado una excelente solución a un vital problema— en pleno apogeo fueron destruidas. Así, no había ya ni fuerza para construir viviendas en la capital; los problemas acumulándose, decenas de miles de viviendas apuntaladas y con riesgo de derrumbarse y sacrificar vidas.

Ahora resurgieron las microbrigadas, hay ya más de 20 000 microbrigadistas en la capital, y no están en contradicción con el penco, no están en contradicción con el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, sencillamente porque la fábrica o centro de trabajo que los envió les paga, pero el Estado le reintegra a la fábrica o al centro de trabajo en cuestión lo que paga por ese salario del microbrigadista; solo que el microbrigadista allí trabajaba cinco o seis horas y aquí trabaja 10, 11 y 12 horas, trabaja por dos hombres, trabaja por tres hombres, y la empresa ahorra. Nuestro capitalista de pacotilla no puede decir que le están arruinando su empresa; puede decir, por el contrario: «están ayudando a la empresa, estoy haciendo la producción con 30, 40, 50 hombres menos, gasto menos salario»; puede decir: «voy a ser rentable, o voy a ser menos irrentable; voy a repartir más premios y primas, puesto que ahora reduzco el gasto en salario». Racionaliza, consigue viviendas para el colectivo de los trabajadores y el trabajador está más satisfecho porque tiene ya la vivienda; construye obras sociales, escuelas especiales, policlínicos, círculos infantiles para los hijos de las mujeres trabajadoras, para la familia; en fin, tantas cosas extraordinariamente útiles como se están haciendo hoy, y el Estado impulsa todas esas obras sin gastar un centavo más en salario. ¡Esos sí son milagros!

Podría preguntarles a los mercachifleros, a los capitalistas de pacotilla, a los que tienen fe ciega en los mecanismos y en las categorías del capitalismo: ¿Podrían ustedes obrar ese milagro? ¿Podrían ustedes llegar a construir 20 000 viviendas en la capital sin un centavo más de salario? ¿Podrían construir 50 círculos en un año sin un centavo más de salario?, cuando antes había planificado solo cinco y en el quinquenio y no se construían, y cuando 19 500 madres esperaban por el círculo, que no se sabe cuándo llegaría, porque al ritmo en que se alcanzaría esa capacidad de matrícula, ¡necesitaríamos 100 años!, fecha para la cual se habrían muerto hace rato, y por suerte, todos los tecnócratas, capitalistas de pacotilla y burócratas que obstruyen la construcción del socialismo (Aplausos); se habrían muerto, el círculo número 100 no lo habrían conocido jamás. Los trabajadores de la capital, en dos años, van a tener los 100 círculos; y los trabajadores de toda la isla, en tres años, van a tener los trescientos y tantos que necesitan, y van a elevar la capacidad de matrícula en los círculos a 70 000 u 80 000 fácilmente, sencillamente, sin gastar un centavo más de salario, sin importar fuerza de trabajo; porque a ese paso, con las plantillas infladas por todas partes, terminaban trayendo fuerza de trabajo de Jamaica, de Haití, de algunas islas del Caribe, de algún lugar del mundo; a eso era adonde único podían parar.

Hoy se demuestra que en la capital se podrían movilizar uno de cada ocho trabajadores, estoy seguro; sería innecesario, porque no habría suficiente material para darles tareas a 100 000 habaneros trabajando, y trabajando cada uno como tres. Estamos viendo ya ejemplos impresionantes de proezas de trabajo, y eso se logra con métodos de masa, con métodos revolucionarios, con métodos comunistas, combinando el interés de las personas que tienen necesidades con el interés de las fábricas y con el interés de toda la sociedad.

No quiero convertirme en juez de las diversas teorías, aunque tengo mis teorías, y sé las cosas en que creo y en las que no creo ni puedo creer. En el mundo se discuten hoy mucho estas cuestiones. Yo solo pido modestamente, en medio de este proceso de rectificación, en medio de este proceso y de esta lucha —en que vamos a seguir como les explicábamos: con el penco, mientras el penco camine, si camina, y mientras no podamos echar a un lado el penco y sustituirlo por un caballo mejor, pues pienso que nada es bueno si se hace con precipitación, sin análisis y meditación profunda—, yo lo que pido modestamente, en este XX Aniversario, es que el pensamiento económico del Che se conozca (Aplausos); se conozca aquí, se conozca en América Latina, se conozca en el mundo: en el mundo capitalista desarrollado, en el Tercer Mundo, y en el mundo socialista, ¡que también se conozca allí!, que del mismo modo que nosotros leemos muchos textos de todas clases y muchos manuales, también en el campo socialista se conozca el pensamiento económico del Che. ¡Que se conozca! (Aplausos.) No digo que se adopte, nosotros no tenemos que inmiscuirnos en eso; cada cual debe adoptar el pensamiento, la teoría, la tesis que considere más adecuada, la que más le convenga, a juicio de cada país. ¡Respeto de manera absoluta el derecho de cada cual a aplicar el método o el sistema que considere conveniente, lo respeto de manera cabal! Pido, simplemente, que en un país culto, en un mundo culto, en un mundo donde las ideas se debaten, el pensamiento económico del Che se conozca (Aplausos). En especial que nuestros estudiantes de economía, de los que tenemos tantos y que leen toda clase de folletos, de manuales, de teorías, de categorías capitalistas y de leyes capitalistas, se dignen, para enriquecer su cultura, conocer el pensamiento económico del Che.

Porque sería una incultura creer que hay un solo modo de hacer las cosas y que tiene que ser ese solo modo, surgido de la práctica concreta en determinado tiempo y circunstancias históricas; lo que pido, lo que me limito a pedir es un poco de más cultura, consistente en conocer otros puntos de vista, puntos de vista tan respetados, tan dignos y tan coherentes como los puntos de vista del Che (Aplausos).

No concibo que nuestros futuros economistas, que nuestras futuras generaciones actúen, y vivan y se desarrollen como otra especie de animalito, en este caso el mulo, que tiene solo las orejeras que le ponen delante para que no pueda mirar a los lados; mulo, además, con la hierba y la zanahoria delante como única motivación, sino que lean, que no se intoxiquen solo de determinadas ideas, sino que vean otras ideas, analicen y mediten.

Porque si estuviéramos conversando con el Che y le dijéramos: «Mira, nos ha pasado todo esto» —todas esas cosas que yo estuve reflejando anteriormente, qué nos pasó con las construcciones, en la agricultura y en la industria, con los surtidos, con la calidad, con todo eso—, el Che habría dicho: «yo lo dije, ¡yo lo dije!»; el Che habría dicho: «yo lo advertí, les está pasando precisamente lo que yo creía que les iba a pasar», porque así ha sido, sencillamente (Aplausos).

Quiero que nuestro pueblo sea un pueblo de ideas, de nociones, de conceptos; que analice esas ideas, las medite; si quiere, las discuta. Considero que estas son cosas esenciales.

Puede haber algunas de las ideas del Che muy asociadas al momento inicial de la Revolución, como la relacionada con su criterio de que cuando se sobrecumplía una norma, el salario no sobrepasara los ingresos que le correspondería a la escala inmediata superior, porque él quería que el trabajador estudiara, y él asociaba su concepción a la idea de que la gente entonces con muy bajos niveles culturales y técnicos, se superara. Hoy tenemos un pueblo mucho más preparado, más culto. Se podría discutir si debe ser igual a la escala superior, o a mayores escalas; se podrían discutir aspectos y cuestiones que se asocien más a nuestras realidades de un pueblo mucho más culto, de un pueblo con mucha mejor preparación técnica, aun cuando no se debe renunciar jamás a la idea de una constante superación cultural y técnica.

Pero hay muchas ideas del Che que son de una vigencia absoluta y total, ideas sin las cuales estoy convencido de que no se puede construir el comunismo, como aquella idea de que el hombre no debe ser corrompido, de que el hombre no debe ser enajenado, aquella idea de que sin la conciencia, y solo produciendo riquezas, no se podrá construir el socialismo como sociedad superior y no se podrá construir jamás el comunismo (Aplausos).

Pienso que muchas de las ideas del Che, ¡muchas de las ideas del Che!, tienen una gran vigencia; si hubiéramos conocido, si conociéramos el pensamiento económico del Che, estaríamos cien veces más alertas, incluso, para conducir el caballo, y cuando el caballo quiera torcer a la derecha o a la izquierda, donde quiera torcer el caballo —aunque, sin duda, en este caso se trataba de un caballo derechista—, darle un buen halón de freno al caballo y situarlo en su camino, y cuando el caballo no quiera caminar, darle un buen espuelazo (Aplausos).

Creo que un jinete, vale decir un economista, vale decir un cuadro del Partido, vale decir un cuadro administrativo armado de las ideas del Che, sería más capaz de conducir el caballo por el camino correcto.

El solo conocimiento de su pensamiento, el solo conocimiento de sus ideas, le permitiría poder decir: voy mal por aquí, voy mal por allá, esto es una consecuencia de esto, una consecuencia de lo otro, en tanto el sistema y los mecanismos para construir el socialismo y el comunismo realmente se desarrollen, realmente se perfeccionen, y lo digo, porque tengo la más profunda convicción de que si se ignora ese pensamiento difícilmente se pueda llegar muy lejos, difícilmente se pueda llegar al socialismo verdadero, al socialismo verdaderamente revolucionario, al socialismo con socialistas, al socialismo y al comunismo con comunistas. Estoy absolutamente convencido de que ignorar esas ideas sería un crimen, eso es lo que nosotros planteamos.

Tenemos suficiente experiencia para saber cómo hacer las cosas, y en las ideas del Che, en el pensamiento del Che hay principios valiosísimos, de un valor inmenso, que rebasan simplemente ese marco que muchos puedan tener de la imagen del Che como un hombre valiente, heroico, puro; del Che como un santo por sus virtudes, y un mártir por su desinterés y heroísmo, sino del Che como revolucionario, del Che como pensador, del Che como hombre de doctrina, como hombre de grandes ideas que con una gran consecuencia fue capaz de elaborar instrumentos, principios que, sin duda, son esenciales en el camino revolucionario.

Los capitalistas se sienten muy felices cuando se les empieza a hablar de renta, de ganancia, de interés, de primas, de superprimas; cuando se les empieza a hablar de mercados, de oferta y de demanda, como elementos reguladores de la producción y promotores de la calidad, la eficiencia y todas esas cosas, porque dicen: eso es lo mío, esa es mi filosofía, esa es mi doctrina, y son felices del énfasis que el socialismo pueda poner en ello, porque saben que son aspectos esenciales de la teoría, de las leyes y de las categorías del capitalismo. A nosotros mismos nos critican unos cuantos capitalistas; tratan de hacer pensar que no hay realismo en los revolucionarios cubanos, que hay que irse detrás de todos los señuelos del capitalismo y nos enfilan por ello los cañones, pero ya veremos adónde llegamos, incluso, con el penco lleno de mataduras; pero bien conducido el penco, mientras no tengamos nada mejor que el penco; veremos adónde llegamos en este proceso de rectificación con los pasos que estamos dando hoy.

Y por eso, en este XX Aniversario, es que hago una apelación a nuestros militantes, a nuestros jóvenes, a nuestros estudiantes, a nuestros economistas, para que estudien y conozcan el pensamiento político y el pensamiento económico del Che.

El Che es una figura de un prestigio enorme; el Che es una figura que tendrá una ascendencia cada vez mayor. ¡Ah!, y, desde luego, los frustrados y los que se atreven a combatir las ideas del Che, o a utilizar determinados calificativos con el Che, o a presentarlo como un iluso, como alguien irreal, no merecen el respeto de los revolucionarios; por eso es que nosotros queremos que nuestros jóvenes tengan ese instrumento, tengan esa arma en la mano, aunque no fuera por ahora más que para decir: no siga este camino errado previsto por el Che; aunque no fuera más que para enriquecer nuestra cultura; aunque no fuera más que para obligarnos a meditar; aunque no fuera más que para profundizar en nuestro pensamiento revolucionario.

Creo, sinceramente, que más que el acto, más que las cosas formales, más que los honores, lo que estamos haciendo con los hechos es realmente el mejor homenaje que podemos rendirle al Che. Este espíritu de trabajo que se empieza a ver en tantas partes y del cual esta provincia tiene numerosos ejemplos; esos trabajadores que allá en Viñales, trabajan 12 y 14 horas, haciendo micropresas, empezándolas y terminándolas unas detrás de otras, y haciéndolas con un gasto equivalente a la mitad de su valor, con lo cual pudiera hablarse de que en comparación con otras obras, si fuéramos a utilizar un término capitalista, aunque el Che era opuesto, incluso, al uso de terminología capitalista para analizar las cuestiones del socialismo, si fuéramos a usar el término de rentabilidad, podríamos decir que aquellos hombres de la brigada de construcción de micropresas que están en Viñales tienen más de un ciento por ciento de rentabilidad, ¡más de un ciento por ciento de rentabilidad! (Aplausos.)

¡Ah!, porque algo a lo que el Che le prestó una atención absoluta, total, preeminente, fue a la contabilidad, al análisis de los gastos, al análisis de los costos, centavo a centavo. Che no concebía la construcción del socialismo y el manejo de la economía, sin la organización adecuada, el control eficiente y la contabilidad estricta de cada centavo. Che no concebía el desarrollo sin la elevación de la productividad del trabajo. Che, incluso, estudiaba matemática para aplicar fórmulas matemáticas al control de la economía y fórmulas matemáticas para medir la eficiencia de la economía. Che, algo más, soñó con la computación aplicada al manejo de la economía, como cosa esencial, fundamental, decisiva, para medir la eficiencia en el socialismo.

Y esos hombres que mencionaba han hecho un aporte: por cada peso que cuesta, producen dos pesos; por cada millón de gastos, producen 2 millones. Ellos, y los que están trabajando en la presa Guamá, los que están trabajando en el canal, los que están trabajando en la autopista hacia Pinar del Río, los que van a trabajar en la presa del Patate, los que han empezado a trabajar en vías y en la red de agua de la ciudad, hay una serie de colectivos de trabajadores que están llevando a cabo verdaderas proezas; como hombres de vergüenza, hombres de honor, hombres disciplinados, hombres leales al trabajo, están laborando con una enorme productividad.

En días recientes, nos reunimos con un grupo de constructores de una avenida en la capital, que son todos militantes del Partido, o de la Juventud, u obreros destacados, alrededor de 200 hombres, de esos hombres a los que en vez de vincularlos —y no digo que la vinculación sea negativa, hay una serie de actividades en que es absolutamente correcta la vinculación—, como estos hombres andan en camiones y máquinas potentes, no les tenemos que decir: «trabajen más», más bien les tenemos que decir: «trabajen menos». Es mucho lo que están haciendo hombres como ellos, es demasiado a veces el esfuerzo, hombres a los que tenemos a veces que decirles: «trabajen menos»; hombres a los que tendríamos que decirles: «den menos viajes», porque ustedes, yendo a la velocidad que deben ir, no pueden dar 25 viajes de camión con material de mejoramiento, sino 20, pues no queremos que se maten. Y lo que nos interesa no es solo lo que hagan, sino la calidad con que lo hagan. Y les decimos: nos interesa mucho más la calidad, que la cantidad (Aplausos); la cantidad sin la calidad es botar los recursos, botar el trabajo, botar los materiales.

La voluntad hidráulica que murió —pudiéramos decir— en esos días bochornosos, en ese periodo bochornoso en que no se terminaba nada, se está recuperando, y en la recuperación de la voluntad hidráulica marcha a la vanguardia la provincia de Pinar del Río (Aplausos).

Con el mismo espíritu están trabajando las brigadas de camino en las montañas de Pinar del Río, y con el mismo espíritu se extiende por todo el país este propósito de rescatar la voluntad hidráulica y la voluntad de hacer caminos y carreteras, mejorar la eficiencia de nuestra economía, de nuestras fábricas, de nuestra agricultura, de nuestros centros hospitalarios, de nuestras escuelas, de llevar adelante con energía el desarrollo económico y social del país.

Afortunadamente, en estos años se ha creado un enorme caudal de personas con elevado nivel técnico, un caudal de conocimientos, de experiencias, de técnicos de nivel universitario, de técnicos de nivel medio. Lo que tenemos hoy cómo se compara con lo que teníamos aquellos primeros años de la Revolución. Cuando el Che estaba al frente del Ministerio de Industrias, cuántos ingenieros tenía el país, cuántos técnicos, cuántos proyectistas, cuántos investigadores, cuántos científicos. Hoy debemos tener alrededor de 20 veces lo que teníamos entonces, quizás más. Si él hubiera dispuesto de la experiencia colectiva, de todos estos cuadros de que disponemos hoy, cuánto no habría imaginado que podía hacerse.

Si analizamos solo en el sector de la medicina, teníamos entonces 3 000 médicos, y hoy tenemos 28 000. Hoy cada año, en nuestras 21 facultades, graduamos tantos médicos como los que quedaron en nuestro país. ¡Qué privilegio, qué potencia, qué fuerza! Y a partir del año que viene estaremos graduando más médicos cada año que los que quedaron en nuestro país. ¿Podremos o no podremos hacer ahora en el campo de la salud pública lo que nos propongamos hacer? ¡Y qué médicos, que van al campo, que van a las montañas, que van a Nicaragua, que van a Angola, que van a Mozambique, que van a Etiopía, que van a Viet Nam, que van a Kampuchea, que van al fin del mundo! ¡Esos son los médicos que ha ido formando la Revolución! (Aplausos.)

Estoy seguro de que el Che se sentiría orgulloso no de las chapucerías que se han hecho con tanto mercachiflismo, se sentiría orgulloso del nivel cultural que tiene hoy nuestro pueblo, del nivel técnico; de nuestros maestros que fueron a Nicaragua y en número de 100 000 se llegaron a ofrecer a ir a Nicaragua; se sentiría orgulloso de nuestros médicos dispuestos a ir a cualquier parte del mundo, de nuestros técnicos, ¡de nuestros cientos de miles de compatriotas que han cumplido misiones internacionalistas! (Aplausos.)

Estoy seguro de que el Che se sentiría orgulloso de ese espíritu, como nos sentimos todos; pero lo que hemos creado con la cabeza y con el corazón, no podemos permitir que se desbarate con los pies (Aplausos). De eso se trata, y de que con todos estos recursos que hemos creado, con toda esta fuerza, podamos avanzar y podamos aprovechar todas las posibilidades del socialismo, todas las posibilidades de la Revolución, para mover al hombre y marchar adelante. Quiero saber si los capitalistas, tienen ese tipo de hombre como el que hemos mencionado aquí.

Como internacionalistas o como trabajadores hay que verlos; hay que reunirse con ellos para ver cómo sienten, cómo piensan, para conocer lo enamorado que están de su tarea, y no es por vicio de trabajar que actúan así, sino por la necesidad de recuperar el tiempo perdido: tiempo perdido en los años de Revolución, tiempo perdido durante casi 60 años de república neocolonizada; tiempo perdido en siglos de colonialismo, ¡Tenemos que recuperarlo!, y no hay otra forma de recuperarlo que trabajando duro, no esperar 100 años para hacer 100 círculos en la capital si, realmente, con nuestro trabajo lo podemos hacer en dos; no esperar 100 años para hacer 350 en todo el país si, realmente, con nuestro trabajo los podemos hacer en tres; no hay que esperar 100 años para resolver el problema de la vivienda si con nuestro trabajo, nuestra piedra, nuestra arena, nuestros materiales, nuestro cemento producido, incluso, con nuestro petróleo, y nuestro acero producido por nuestros trabajadores, podemos hacerlo en unos pocos años.

Como decía esta tarde en el acto del hospital, el año 2000 está a la vuelta; tenemos que proponernos ambiciosas metas para el año 2000, no para el año 3000, ni para el año 2100 o para el año 2050, y al que nos venga a sugerir tales cosas, decirle: «tú podrás conformarte, ¡nosotros no!, a los que nos ha tocado la misión histórica de crear un país nuevo, una sociedad nueva; a los que nos ha tocado la misión histórica de hacer una Revolución y de desarrollar el país; a los que nos ha tocado el honor y el privilegio, no solo de llevar a cabo el desarrollo, sino de llevar a cabo un desarrollo socialista y de trabajar por una sociedad más humana, una sociedad superior. A los que nos vengan alentando a la holgazanería y a la frivolidad, les vamos a decir: vamos a vivir, incluso, más que tú, no solo mejor que tú, o lo que se viviría si la gente fuera como tú; vamos a vivir más años que tú y vamos a ser más saludables que tú, porque tú, con tu holgazanería, vas a ser un sedentario, un obeso, vas a padecer de problemas cardíacos, problemas circulatorios y todo tipo de calamidades, porque el trabajo no daña la salud, el trabajo ayuda a la salud, protege la salud, el trabajo hizo al hombre».

De modo que estos hombres que están haciendo proezas tenemos que convertirlos en modelos; diríamos que estos hombres están cumpliendo la consigna de: «¡Seremos como el Che!» Trabajan como trabajó el Che, trabajan como trabajaría el Che (Aplausos).

Cuando se discutía dónde celebrar el acto, había muchos posibles lugares: podía ser en la capital, en la Plaza de la Revolución; podía ser en una provincia; podía ser en muchos de los centros o fábricas en que los trabajadores querían ponerles el nombre del Che. Analizamos, meditamos, y pensando en esta nueva fábrica, en esta importante fábrica, orgullo de Pinar del Río, orgullo del país, ejemplo de lo que puede hacer el progreso, el estudio, la educación, cuando en esta provincia hace pocos años tan olvidada y atrasada han sido capaces sus jóvenes trabajadores de manejar una industria tan compleja y tan sofisticada. Baste decir que los salones donde se imprimen esos circuitos, tienen diez veces más limpieza que un salón de operaciones, para poderlos hacer con la calidad requerida. Qué complejas construcciones, qué obra fue necesario hacer, con qué calidad, qué equipamiento y qué trabajo maravilloso están haciendo allí los pinareños (Aplausos).

Cuando nosotros vinimos de visita y lo recorrimos, nos llevamos una impresión inolvidable que trasmitimos a muchos compañeros, que trasmitimos a los compañeros del Comité Central, lo que estaban haciendo en esta fábrica, lo que estaban haciendo en la industria mecánica, industria que también se desarrolla a gran ritmo; lo que estaban haciendo en las construcciones. Veíamos el porvenir de esta industria, como productora de componentes, de tecnología de vanguardia, que va a tener una incidencia enorme en el desarrollo, una incidencia enorme en la productividad, una incidencia enorme en la automatización de los procesos productivos. Cuando vimos la excelente fábrica que poseían, cuando vimos las ideas que se elaboran y se ejecutan en torno a esta fábrica, que llegará a ser un gran combinado de miles y miles de obreros, orgullo de la provincia y orgullo del país, que en los próximos cinco años recibirá inversiones por valor de más de 100 millones de pesos para convertir esta industria en un gigante. Y cuando supimos que sus trabajadores querían que esta fábrica llevara el nombre del Che, que tanto se preocupó por la electrónica, por la computación, por las matemáticas, la Dirección de nuestro Partido decidió que fuese aquí el acto de recordación del XX Aniversario de la caída del Che (Aplausos), y que esta fábrica lleve el glorioso y querido nombre de Ernesto Che Guevara (Aplausos); sé que sus obreros, sus jóvenes trabajadores, sus decenas y decenas de ingenieros, sus cientos de técnicos, sabrán honrar ese nombre y sabrán trabajar como hay que trabajar. Y cuando hablamos de trabajo no quiere decir que trabajo solo sea trabajar 14 horas, 12 ó 10, muchas veces determinado trabajo, en jornadas de ocho horas, bien realizado, es una proeza; y hemos visto compañeros y compañeras, sobre todo muchas compañeras, haciendo microsoldaduras, un trabajo duro, un trabajo verdaderamente tenso, que requiere un rigor, una atención y una concentración tremenda. Hemos visto y casi no nos imaginamos, cómo pueden estar ocho horas realizando esa tarea compañeras que hacen hasta 5 000 microsoldaduras en una jornada.

No piensen que creemos, compañeras y compañeros, que solo trabajando 12 ó 14 horas resolvemos los problemas. Hay actividades en que no se puede trabajar 12 ni 14 horas; hay actividades en que, incluso, 8 horas pueden ser muchas. Y esperamos que un día todas las jornadas no sean iguales; esperamos, incluso, que en ciertas actividades, si tenemos fuerza de trabajo suficiente —y la tendremos si somos racionales en su empleo—, podamos establecer en ciertas actividades turnos de 6 horas.

Lo que quiero decir es que ser dignos del ejemplo y del nombre del Che es también saber aprovechar la jornada laboral con adecuada intensidad, velar por la calidad, aplicar el multioficio, evitar los excesos de plantilla, trabajar organizadamente, desarrollar la conciencia.

Yo estoy seguro de que el colectivo de esta fábrica sabrá ser acreedor al honor de que el combinado lleve el nombre del Che (Aplausos); como estamos seguros de que esta provincia ha sido acreedora y será acreedora a que este aniversario se haya celebrado aquí.

Si algo nos faltara por decir esta noche, es que pese a las dificultades; pese a que contamos con menos recursos en divisas convertibles que nunca, por factores que ya hemos explicado; pese a la sequía; pese al recrudecimiento del bloqueo imperialista, a medida que veo cómo reacciona el pueblo, a medida que veo cómo surgen más y más posibilidades, nos sentimos seguros, nos sentimos optimistas, y experimentamos la más profunda convicción de que todo lo que nos propongamos hacer ¡lo haremos! (Aplausos.) ¡Y lo haremos con el pueblo, lo haremos con las masas, lo haremos con los principios; lo haremos con la vergüenza y el honor de cada uno de nuestros militantes, de nuestros trabajadores, de nuestros jóvenes, de nuestros campesinos, de nuestros intelectuales!

Y digo así, con satisfacción, hoy, que estamos rindiéndole al Che el honor que merece, el tributo que merece; ¡y si él vive, más que nunca, la patria vivirá también más que nunca! ¡Si él es un adversario más poderoso que nunca frente al imperialismo, la patria será también más fuerte que nunca frente a ese mismo imperialismo y frente a su podrida ideología! (Aplausos.) ¡Y si un día escogimos el camino de la Revolución, de la Revolución socialista, el camino del comunismo, de la construcción del comunismo, hoy estamos más orgullosos de haber escogido ese camino, porque solo ese camino es capaz de crear hombres como el Che, es capaz de forjar un pueblo de millones de hombres y mujeres capaces de ser como el Che! (Aplausos.)

Como decía Martí: ¡Si hay hombres sin decoro, hay hombres que llevan en sí el decoro de muchos hombres! Podríamos añadir: hay hombres que llevan en sí el decoro del mundo, ¡y ese hombre es el Che!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(Ovación)

VERSIONES TAQUIGRÁFICAS – CONSEJO DE ESTADO

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