El 2021 y la globalización de la rebeldía
Hay que pensar el mundo y dedicarse a transformarlo antes de que sea demasiado tarde. Por el género humano y el planeta que lo habita. Nos asiste la razón y somos la mayoría silenciada que debe alzar su voz para decir basta.
CAPAC – por Gustavo Veiga
Se fue el año de la peste pero la peste continúa. No hay modo de armonizar el alivio que provoca el cambio de almanaque con los miedos a futuro. Pero algo es algo. Tal vez una vacuna o, todavía mejor, la toma de conciencia de que podemos forjar nuestro destino. Estamos vivos pero con eso solo no alcanza. Hay que ir por más.
A microescala, dependerá de nosotros lo básico. Basta con dos herramientas para conseguirlo: el uso del barbijo y el distanciamiento social. Son como las fronteras de nuestros cuerpos. Los límites claros que debemos ponerle a la anomia que viene acompañada de un relajamiento temerario, con teoría económica incluida: la del egoismo liberal.
Cualquier economía puede recuperarse, un ser humano desahuciado requiere de un milagro.
Porque ese ideario es todo lo contrario de la solidaridad y no considera que, en la forma cómo nos relacionemos con los demás, estará el límite entre la vida y la muerte. Entre la pereza del contagio inducido o la responsabilidad que cuide de nuestros semejantes. Cualquier economía puede recuperarse, un ser humano desahuciado requiere de un milagro. Tampoco es lo mismo que el virus te sorprenda en una calle de Haití o Etiopía que en una de Francia o Alemania.
No podemos transitar 2021 con la comodidad de quien espera en posición pasiva los días que vendrán. Tenemos que reflexionar sobre qué estamos dispuestos a hacer por nosotros mismos, por el género humano.
El mundo llegó a una zona de clivaje. Vivir en él ya era una pesadilla para cientos de millones de personas. Pero la pandemia expuso la gigantesca desigualdad a que una entente de estados capitalistas, corporaciones y una casta multimillonaria somete a la mayoría de la humanidad.
Hay que ir por ellos, exponerlos en sus políticas obscenas, su afán depredador y tomarles la Bastilla por asalto o ese cielo del que hablaba Marx en una carta a Ludwig Kugelmann después de la efímera Comuna de París de 1871. Unidos por nuestra condición de explotados –semejante a la que sufre el planeta-, pero con determinación. Debemos propagar la globalización de la rebeldía. Porque nos asiste la razón. Somos la mayoría silenciada que debe alzar su voz para decir basta.