Cuba: La Casa de nuestra América, cada vez más joven en sus 60 abriles
Por Beatriz Albert Pino / Tomado de Cubadebate.
“Espero, estoy seguro, que mi esperanza tiene un solo fundamento y es que la Casa de las Américas sobrevivirá largamente a sus creadores, a sus primeros trabajadores… y ya están aquí los que van a asumir el mando, la dirección, la creación en los años por venir, y esa es mi felicidad”.
Roberto Fernández Retamar
Dentro de la estructura de ese edificio Art Decó tardío, imposible de ignorar, de la calle 3ra y G, existe una institución que por sublime, la historia cultural de este país debe contemplar en su regazo y es merecida toda celebración en su 60 aniversario.
La Casa de las Américas constituida desde el mismo 1959, a pocos meses del triunfo revolucionario fue el nexo necesario con la intelectualidad de los países latinoamericanos, en un escenario político continental reacio a Cuba, propio de gobiernos oligárquicos, con México, en ese entonces como único país sin romper relaciones con la isla.
Ante la compleja situación correspondió a la Casa ser uno de los baluartes para impedir el aislamiento de América Latina de Cuba. Quiénes hubieran pensado que fueron los intelectuales y artistas del continente quienes tomaran la primera fila en este enfrentamiento, como recordara en una de sus memorias Celia Hart Santamaría.
La importancia de la Casa y en eso han estado de acuerdo todos sus fundadores fue crear una institución capaz de promover y redescubrir un pensamiento latinoamericanista. Como diría alguna vez ese grande que es Julio Cortázar: “aquí (en Casa de las Américas) me descubrí latinoamericano”.
El mayor mérito de este hecho recae, según el actual presidente de Casa desde el año 1986, Roberto Fernández Retamar, “en los millares de intelectuales y artistas de nuestros países que contra viento y marea persistieron en sus relaciones con la Casa de las Américas”.
En discurso de Retamar hace 30 años, en otro aniversario de la institución, el poeta recordaba algunos nombres de esos grandes que no hicieron morir el principio de Casa: Ezequiel Martínez Estrada, Manuel Galich y Roque Dalton, Efraín Huerta, Jorge Zalamea, Sebastián Salazar Bondy, Benjamín Camón, Manuel Rojas, Víctor Jara, Paco Urondo, Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Julio Cortázar, Mario Arregui, César Fernández Moreno, Ángel Rama, Lilia Carrillo, Miguel Otero Silva, César Rengifo, Aquiles Nazoa, Francisco Manrique Cabrera, Juan Aburto, y por supuesto en cubanos como Juan Marinello, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Mirta Aguirre, Onelio Jorge Cardoso, Payad Jamís, Luis Rogelio Nogueras…
Quizás en más de una ocasión se ha esgrimido la noción que al inicio, los fundadores de la Casa de las Américas sabían hacer la Revolución pero no había certeza de lo que hacía una institución cultural.
“Y es que les dieron la encomienda de venir a este sitio –resalta el escritor y director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, Jorge Fornet–, un edificio que no estaba vacío, aquí existían otras instituciones más o menos inútiles, y fundar desde cero lo que hoy se llama Casa de las Américas».
“La pregunta era la siguiente: ¿Qué hace una institución cultural? Lo primero que surgió fue el Premio, un concurso literario. La idea era convocar a escritores de otros países pero aun así no se tenía claro cómo hacerlo. Entonces llamaron a Alejo Carpentier que preparó las bases del primer certamen y también convocó a buena parte de los escritores a los que él conocía personalmente para que ejercieran como jurado, algunos de ellos muy célebres”.
Compara Fornet este proceso con la Revolución misma. “Fue lograr un objetivo y después trabajar para lo siguiente y mantener los principios bases e imaginar un futuro. Una tarea hermosa y titánica».
“La integración cultural latinoamericana y todo lo que de allí se desprende, convocar personas, encontrarse en algún punto, de publicar, difundir, analizar, de investigar…esa es La Casa de las Américas”.
Confiesa Retamar que la diversidad es también la riqueza de Casa y en ello la unidad. “El enemigo cree en la vieja forma de divide y vencerás –dice– y para nosotros la unidad es nuestra garantía de triunfo, por eso la unidad no excluye una diversidad grande que también debe ser la nueva riqueza”.
La casa de Haydeé
Hay que hacer un necesario y obligatorio espacio para quien ha sido, y muchos creen que continúa siendo el alma de esos inmensos muros. No es otra que Haydée Santamaría Cuadrado, “Yeyé” para sus seres más queridos, con un profundo sentido latinoamericanista y de la “utilidad de la virtud” como le gustaba a la heroína del Moncada decir; sentimientos y agudeza que desarrolló en Casa de las Américas bajo su encargo hasta su trágico deceso.
Como escribió la destacada periodista Marta Rojas en su crónica La Haydée que conocí, la siempre guerrillera Haydée supo, aun sin haber alcanzado estudios a gran nivel académico, codearse y entablar eternas conversaciones como nadie, con grandes intelectuales que comenzaron a visitar la Casa a partir de la década de los 60, como fue Alejo Carpentier, “quien le dijo a Lilia Esteban que Haydée no solo lo había conmovido con la palabra, sino que su inteligencia e ideas eran prodigiosas. Y fue ese, otro don importante de Haydée, pues no alcanzó la enseñanza media cuando asumió esa tarea de gigante y se proyectaba de igual a igual en los más elevados círculos de la literatura y apreciación de las artes. En la Casa leyó mucho; buscaba o preguntaba lo que no sabía sobre textos y personas pero aquellos que, como Roberto Fernández Retamar, la conocieron muy de cerca en la faena de Casa de las Américas, sabían que ella veía el lunar, inadvertido para otros, y descubría un diamante donde nadie suponía que algo brillaría” (1).
De los 60 años que tiene hoy la Casa, Haydée solo pudo estar al frente 20, sin embargo la marcó para siempre y su presencia está incluso en los más jóvenes y en los trabajadores que aunque no la vieron nunca, siguen hablando de ella y se continúa siendo la Casa que ella fundara.
“Que aún se mantengan las bases fundacionales creadas por la heroína del Moncada para la Casa de las Américas es el mayor reconocimiento de la institución con ella”, dice Jorge Fornet quien además asegura que la gran suerte de Casa es haber contado en sus inicios con la conducción de Haydée Santamaría, quien ya era toda una personalidad de nuestra Revolución.
O como también recuerda Retamar, “en la Casa se revelaron otras virtudes de Haydée, que ya no eran las demostradas en la guerrilla. Se convirtió en una intelectual orgánica. Su gran capacidad de dirección, extraordinaria sensibilidad, su tangencia, hicieron que la Casa de las Américas fuera trayendo cada vez más escritores y artistas de todo el continente.
“Era realmente hermoso ver a Haydée, esa compañera de una brillantes e inteligencia innatas que dialogaba con intelectuales como Cortázar, Benedetti, entre otros”.
Según Retamar, Haydée solía decir que los trabajadores por excelencia de Casa “no somos quienes trabajamos dentro de estas paredes, sino de los centenares o millares que a lo largo del continente, incluso del mundo, hacían posible su existencia”.
Los mejores recuerdos que atesora la Casa de las Américas tienen que ver, como es natural, con Haydée.
La Casa al centro del debate cultural
Expresó el destacado intelectual cubano Abel Prieto en entrevista a La Ventana que si bien la Casa estuvo en el centro de los debates culturales en los años 60 y luego en medio de la contraofensiva reaccionaria de los 70, ésta continuó siendo una fortaleza “verdaderamente impresionante”, sin perder el sentido crítico y la calidad de su labor.
Fue de esa etapa que una de sus estimadas compañeras de la Casa, Silvia Gil, recordó la convocatoria de Haydée a una reunión; “una sencilla conversación con nosotros -refiere Gil-, lo más importante que recuerdo fue que nos recomendó paciencia y ecuanimidad. Que nos inclináramos para que el vendaval nos pasara por encima sin tocarnos” (2).
Bien lo advirtió Haydée y se evidenció ese “vendaval” en la creación del premio Rómulo Gallego, con gran respaldo metálico y en oposición a ese grande que siempre ha distinguido la labor de la Casa como es su Premio Literario.
Existió sin dudas un trabajo meticuloso de los Servicios Especiales de EE.UU. “para tratar de dañar el prestigio de la Casa, para tratar de arrancarle talentos importantes que estaban muy vinculados a ella”. (3)
Rememora también Silvia Gil que el gran pintor Mariano Rodríguez, quien fungió como Presidente de Casa de las Américas luego de Haydée, se le ocurrió la idea al final puesta en práctica, de eliminar los premios de artes plásticas y de música, pensando que los de la Casa podían convertirse en eventos pocos atractivos.
“Para sustituir aquellos se le ocurrió organizar encuentros de artes plásticas, y también de música, a los que se invitaría a las más sobresalientes figuras en estos géneros, y donde se discutirían los problemas que afrontaban los artistas”.
Silvia Gil
Sin embrago, Mariano no convenció a Haydée de hacer lo mismo con el Premio Literario. “Ella era una convencida de que para los escritores el Premio era como una tabla de salvación: según ella, los artistas hacían su trabajo individualmente, pero los escritores no podían prescindir de las instituciones para publicar sus libros, y la razón primera y última del concurso era que los jóvenes pudieran participar en un premio que les garantizaba la edición en Cuba y distribución de miles de ejemplares” (Gil, Silvia).
Evolucionar sin perder los principios básicos
La Casa de las Américas, esa especie de centro aglutinador de la cultura latinoamericana como todo proceso y estructura que ha vivido seis décadas está sujeta a cambios, todo en un sentido evolutivo, sin embrago, existe algo que se mantiene como su principio básico y es la pasión por América Latina.
Así lo quiere ver Jorge Fornet, parte de esa generación intermedia quien ha vivido en esta Casa para resaltar que a pesar de los cambios, la pasión por entender la Cultura, este continente y el deseo de convocar a personas y creadores es invariable.
“Casa posee un riesgo en su labor que, como ostenta un pasado imponente y glorioso, tiene la tentación de la nostalgia. Uno se acuerda de los tiempos que venían grandes creadores de talla mundial, sin embargo, creo que no hay que quedarse anclados, sino que se debe mantener ese principio básico haciendo todos los cambios posibles para continuar avanzando”, expresa el director del departamento editorial quien desde mucho antes de trabajar en la institución estuvo vinculada a ella.
“Es el lugar donde me realizo -dice-, donde cobran sentidos todos mis deseos y mis pasiones. Para quienes nos dedicamos a la cultura, como en mi caso a la literatura, sobre todo a la literatura latinoamericana, Casa de las Américas es uno de los grandes ejes del continente”.
Para Jorge Fornet a veces se piensa en la Casa como una receptora de la literatura, un lugar donde tratamos de entender lo que pasa y no como una gestora. “Parte de lo que se entiende hoy por literatura latinoamericana fue gestado aquí”.
“Cuando historiamos la institución nos damos cuenta que muy pronto, desde los mismos años ´60 la Casa iba rectificándose y enriqueciendo sus propósitos y maneras de hacer su trabajo. Por ejemplo, en cuanto al Premio Literario, uno se da cuenta de los cambios en el certamen mismo, en la manera de entender el mundo por parte de La Casa: cuando entran nuevos géneros, temas. No es solo de literatura de lo que se está hablando. Están en juego otras cosas, por ejemplo, esa visión del mundo que los fundadores no podían tener en ese tiempo. Ellos tenían la idea general que nos convoca aun hoy”, dice.
Para hablar de cosas más recientes, la Casa cuenta con la incorporación de varias investigaciones que atienden a nuestras necesidades más actuales como los Estudios de la Mujer, Estudios sobre los pueblos originarios y Afroamericanos, Latinos en los Estados Unidos, entre otros.
Todos van surgiendo, según el escritor, como nuevas maneras de entendernos a nosotros mismos. “Para los cubanos y para Casa de las Américas repetimos una y mil veces que nuestra América iba del Río Bravo hasta la Patagonia, y un buen día nos dimos cuenta que no era así, que estábamos desbordados, que por hermosa y cierta que fuera esa idea en una época, ya no lo es. Tenemos que estar al tanto de esto y desbordar nuestras propias concepciones si queremos ser consecuentes con el trabajo que realizamos».
Parte del éxito de La Casa es para todo su colectivo moverse en esa dualidad. Seguir siendo fiel a un principio básico y al mismo tiempo estarse reinventando sin traicionar estos.
Referencias bibliográficas
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La Haydée que conocí. Marta Rojas.
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La Casa era una fiesta. Silvia Gil. Publicado en La Ventana a propósito del aniversario 30 de la muerte de Haydée Santamaría.
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La Casa: referencia de una gran utopía. Esther Barroso. Entrevista a Abel Prieto publicada en el sitio digital La Ventana.
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Las lecciones del girasol. Celia Hart Santamaría. Texto escrito por la hija de Haydée, a propósito del 50 aniversario de la Revolución cubana y del 84 cumpleaños de la heroína del Moncada.
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Treinta años de la Casa de las Américas. Roberto Fernández.