Cuba: Crimen en el Copacabana

 El 4 de septiembre de 1997, la ola de terrorismo desatada por organizaciones extremistas de origen cubano, con asiento en Estados Unidos, cobró otra víctima en el joven italiano Fabio DiCelmo, quien resultó asesinado en el hotel Copacabana, en el oeste de la capital cubana, al estallar una bomba colocada por un mercenario salvadoreño, hace hoy 23 años.

CAPAC- Por José Luis Méndez Méndez/  Tomado de Resumen Latinoamericano Cuba/ Foto: Giustino Di Celmo, padre de Fabio, exige justicia / Archivo ACN.

Ese día,  el terrorista salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León, hizo detonar 4 bombas en los hoteles capitalinos Chateau Miramar, el citado Copacabana, Tritón y en el afamado restaurante “Bodeguita del Medio” en el Centro histórico de la capital. El artefacto, que estalló a las 12:40  en el mencionado hotel, colocado en su bar del lobby, ultimó al amigo de Cuba de 32 años, una esquirla le cercenó una artería en su cuello y murió de inmediato.

Sobre la muerte de este joven, el terrorista Luis Posada Carriles, declaró al diario The New York Times en julio de 1998, que había sido un caso imprevisto de esos que después se denominaron “daños colaterales”. “Ese italiano estaba sentado en el lugar equivocado en el momento equivocado” y a continuación lapidó “tengo la conciencia tranquila, duermo como un bebé”.

El mismo día, el mercenario salvadoreño, quien cumplía órdenes de Posada Carriles fue detenido por las autoridades cubanas, antes de que detonara su última bomba, fue interrogado y en varias ocasiones preguntó la hora. Después de las 23.33 horas, no preguntó más, la bomba colocada por él en el salón superior del acreditado restaurante,  había detonado. Después diría con maldad infantil, que no había alertado sobre este último artefacto, para aparentar no haber sido el autor del hecho. Él había programado el artefacto con un mecanismo electrónico, para que estallara horas después.

Desde los trascendentales acontecimientos políticosque se produjeron en Europa y la desintegración de la Unión Soviética a finales de la década de los años ochenta y en los primeros de los noventa, los enemigos de la Revolución cubana, vaticinaron su ansiadacaída. Para intentarlo activaron a los grupos contrarrevolucionarios y durante la administración demócrata de William J. Clinton, con total impunidad, fraguaron ataques e infiltraciones a las costas cubanas; colocaron bombas contra representaciones de la Isla en varios países; incentivaron el magnicidio del líder histórico Fidel Castro Ruz, como método para su eliminación física con el irracional propósito de acelerar supuestos cambios políticos en el país. Se conocen catorce planes para su asesinato, una verdadera cacería se desató en cada viaje al exterior del Mandatario, en sólo la década de los noventa.

Llevar al terrorismo al interior de Cuba fue uno de los planes violentos urdidos con el fin de amedrentar a los inversores extranjeros, afectar al emergente turismo internacional, causar intranquilidad y pavor en la sociedad cubana afectada en su estabilidad por el colosal impacto y efectos negativos de los cambios en el este europeo.

Entre 1993 y 2000, se registran 122 actos de terror ejecutados contra la nación cubana y cientos de planes que no llegaron a consumarse, además de las sanciones, presiones y medidas punitivas que la administración de turno aplicó a la irredenta isla contra los sectores de la economía nacional y las finanzas. Se implementó la Ley Torricelli, se aprobó la Ley Helms Burton y se ensayó la desestabilización por medio de la subversión en sus diversas formas de manifestarse, entre ellas la mediática con miles de horas de transmisiones radiales y televisivas incitando a la violencia y a la desobediencia civil, para ello lanzaron las mal llamadas radio y televisión José Martí, y las transmisiones por medio de emisoras contratadas, que saturaron e infestaron al éter cubano con todo tipo de falacias.

Es en este contexto, que se producen los actos terroristas de 1997. En julio se colocan bombas, que estallan en los hoteles Capri y El Nacional; en agosto dos agencias de turismo cubanas en el exterior son objetivos de los ataques terroristas, otras extranjeras que promovían las visitas a Cuba, son amenazadas yen septiembre, como se ha descrito, se producen otros cuatro hechos.

Transnacionales del turismo como la cadena Meliá, son afectadas con bombas en sus hoteles en Cuba, como el hotel Meliá Cohíba, que es objeto de un acto de terror y preparado otro intento que no se consumó en la misma instalación. Todo con el deliberado propósito de desestimular su presencia en el país.

El mercenario salvadoreño Francisco Antonio Chávez Abarca, reclutado por Posada Carriles, había viajado por primera vez a Cuba en 1996 para introducir explosivos ocultos en sus zapatos, que entregó a un cubano. En esa ocasión estudió las características de instalaciones turísticas, que podrían ser saboteadas posteriormente.

Después, entre el 7 y 11 de marzo de 1997, en un segundo viaje, colocó las dos primeras bombas. Una en el piso 15 del  mencionado hotel Meliá Cohíba dentro de una jardinera, que fue encontrada el 30 de abril y otra en el hotel Comodoro, mientras se celebraba en el mismo un campeonato de ajedrez infantil.

Ninguna estalló porque en la interface, mecanismo que permite iniciar la explosión de la cápsula detonante y esta al explosivo, se había empleado un medio electrónico (transistor) de menor potencia que la necesaria. A su regreso a El Salvador, el mercenario no recibió su paga debido a que la misión “no había sido cumplida” según le dijo Posada Carriles.

No solo salvadoreños fueron utilizados como mercenarios. También guatemaltecos ambicionaron participar en la cadena de actos terroristas. Dos de ellos, colocaron una bomba el 19 de octubre de 1997 en el interior de un microbús de la empresa turística cubana Transtur, dedicada al movimiento de viajeros por el país.

Un poco después de iniciada la jornada laboral cubana, a las ocho y treinta de la mañana empleados observaron que dentro de una cubeta plástica, que estaba tapada dentro del mencionado microbús marca Toyota, había un artefacto que analizado por los peritos antiexplosivos, determinaron que consistía en una masa explosiva a la cual estaban adicionados un detonador eléctrico, batería y un reloj digital marca Casio, además de los cables necesarios para poner en marcha la máquina infernal en un transporte cargado de turistas. No se trataba de asustar, las intenciones eran más peligrosas.

Otra bomba había sido sembrada por los mismos terroristas, en esta ocasión el 30 de octubre, en un kiosco de expendido de comidas y bebidas ligeras en la Terminal No. 2,  en el aeropuerto internacional José Martí, de La Habana. Por las características del explosivo, forma de elaborar la bomba y sus componentes, se arribó a la conclusión que era similar a la encontrada con anterioridad.

Los retratos hablados confeccionados a partir del testimonio de testigos oculares en los lugares de los hechos, permitieron identificar como los autores de ambos,  a los guatemaltecos Jorge Venancio Ruiz y Marlon Antonio González Estrada, quienes fueron también los autores del estallido de  la bomba colocada en el hotel Sol Palmeras, Varadero,  que estalló a  las 3 y 15 minutos del 23 de agosto de 1997.

Las conexiones entre estos terroristas y los de Miami, fueron documentada sin dudas, al comprobarse, que desde un local ubicado en Ciudad de Guatemala, cuya dirección proporcionó el terrorista Venancio Ruiz, se había realizado una llamada a los Estados Unidos a una agencia propiedad del terrorista cubano Rene Cruz Cruz, quien pertenecía entonces a un grupo violento denominado Comandos de Liberación Unidos, CLU.

Cuando estalló la bomba en el hotel Meliá Cohíba, el 12 de abril, el referido delincuente, realizó una llamada a una persona en la capital cubana para indagar si había ocurrido algún hecho trascendente ese día.

En las investigaciones realizadas después de este hecho, se pudo establecer que la mencionada oficina en la capital guatemalteca, era frecuentada además de por Venancio Ruiz, por otros mercenarios relacionados con Posada Carriles, entre estos, José Burgos, José Álvarez, Juan Jiménez. Trascendió, que Burgos y Álvarez, habían depositado 375 dólares en una agencia turística de ese país, para que le fueran entregados en La Habana a los terroristas guatemaltecos. 

Sin embargo la vida de uno de estos terroristas, ya identificados en Guatemala, no duró mucho, esta vez vinculado a otras actividades delincuenciales. Los periódicos guatemaltecos La Hora, el 2 de mayo de 1998 y Siglo XX del siguiente día publicaron, que uno de los dos cadáveres aparecidos, en un basurero local, con heridas de bala en la cabeza, había sido reconocido como Marlon Antonio González Estrada. Según los medios mencionados, el hecho fue calificado por las autoridades policiales, como un ajuste de cuentas entre traficantes.

Esto confirmó lo publicado el 16 de noviembre del año 1997, por el Nuevo Herald, de Miami, que afirmaba haber realizado una investigación periodística y determinado que las bombas que habían estallado en varias ciudades cubanas, había sido obra de delincuentes relacionados con el tráfico de autos y asaltos a mano armada, con conexiones en El Salvador y Guatemala. Añadía, que las explosiones no habían sido obra de contrarrevolucionarios en el interior de Cuba, sino por hombres pagados por organizaciones opuestas al gobierno de Cuba en los Estados Unidos

Los intentos de utilizar mercenarios centroamericanos no disminuyeron a pesar de la detención del salvadoreño Cruz León. En el ejército de soldados desempleados, delincuentes, sicarios y los dispuestos a ganarse un poco de dólares y correr una aventura, era una cantera disponible para el terrorista Posada  Carriles. El 4 de marzo de 1998, eran detenidos los guatemaltecos Nader Kamal Musalam Barakat y María Elena González Meza, quienes como supuestos turistas, pretendían realizar actos de terror dentro del país. Para ello intentaron introducir explosivos plásticos, similares a los empleados en las bombas que estallaron. Planeaban colocar 4 bombas y por cada una de ellas recibirían mil quinientos dólares. González Meza, era cartomántica en Guatemala, no pudo predecir que sería detenida en Cuba en pocas horas.

Nader, había introducido en envases de shampoo el moldeable explosivo plástico y quedaron debajo de sus uñas residuos del mismo que fueron detectados por las autoridades a su ingreso al país.

Días después, a la una y treinta horas del 20 de marzo de 1998, era detenido en el aeropuerto internacional José Martí, el guatemalteco Jazid Iván Fernández Mendoza, esposo de la ya detenida González Meza; reconoció que estaba  al tanto de las actividades terroristas de su esposa, además había participado en el enmascaramiento de los medios para fabricar las bombas.

Los tres terroristas guatemaltecos, confirmaron que detrás de sus planes estaba el salvadoreño Francisco Chávez Abarca, dijeron haber conocido por sus dichos, que el financiamiento de la operación estaba a cargo de los miembros de la Fundación Nacional Cubanoamericana, Arnaldo Monzón Plasencia y Guillermo Novo Sampoll. Reconocieron al supuesto Ramón Medina, como Luís Posada Carriles, el terrorista que operaba en Centroamérica para reclutar mercenarios.

El 10 de junio de 1998, otro mercenario salvadoreño Otto René Rodríguez Llerena, de 40 años, enviado por Luís Posada Carriles, era detenido en el aeropuerto internacional José Martí de la capital cubana, cuando se le detectó, trataba de introducir 1,519 gramos de explosivo plástico de alto poder destructivo, similar a los ocupados con anterioridad, dos cápsulas detonantes y otros medios para actos de terror. Traía un ambicioso plan subversivo, entre sus objetivos, enmarcado, según declaró al ser detenido, en la Operación Tía Ramona, estaban el Memorial Ernesto Che Guevara de la ciudad de Santa Clara y la Plaza de la Revolución. Una vez más fracasaron.

A veinte tres años del asesinato de Fabio, la estoica lucha de su padre Justino, hasta su fallecimiento, por lograr justicia para su hijo, viven incólumes en la memoria histórica de la nación cubana mientras el terrorismo sigue siendo una opción en las agresiones contra Cuba, urdidas por más de seis décadas en Estados Unidos, donde cohabitan organizaciones, grupos y elementos extremistas prestos a perpetrar cualquier agresión a la menor señal de sus patrones, con total impunidad.

 

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