Ébola, quinto aniversario de una epopeya
La colaboración médica internacional de Cuba, tuvo en el combate contra el Ébola una de sus mas altas expresiones de humanismo y desinterés.
Por Dr. Felipe Delgado Bustillo / Tomado de Cubadebate / Foto de portada: Archivo Cubadebate.
Sobre las 10 a.m. del día 2 de octubre de 2014 el poderoso IL – 96 – 300 de Cubana de Aviación aterrizó en el aeropuerto internacional de Lungi, Sierra Leona. Había salido el día anterior de La Habana, en horas de la noche, con 165 colaboradores – enfermeros y médicos – quienes fueron despedidos, al pie de la escalerilla de la aeronave, por el presidente cubano y Primer Secretario del Partido Comunista, General de Ejército Raúl Castro Ruz.
Con nuestra llegada, y la presencia desde días antes de una avanzada compuesta por el jefe de la Brigada Médica Cubana (BMC), Dr. Jorge Delgado Bustillo, y 2 compañeros más, el contingente internacional “Henry Reeve” quedaba conformado en ese lugar por 168 internacionalistas, quienes empezaban a escribir una de las páginas más gloriosas de la Colaboración Médica Internacional de Cuba en sus más de 50 años, de brindar ayuda solidaria y humanitaria en más de 125 naciones del planeta.
El pensamiento y el sentimiento humanista del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz estuvieron, y continúan estando presentes, en el cumplimiento de esas misiones médicas y sanitarias. Invito a recordar el drama del huracán Katrina, cuando inundó la ciudad de Nueva Orleáns causando la muerte a miles de ciudadanos en septiembre de 2005 y la creación del Contingente internacional de médicos especializados en situaciones de desastre y graves epidemias “Henry Reeve”.
Antecedentes y preparación
Desde agosto de 2014 el mundo estaba en ascuas pues en África Occidental – Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry – una epidemia inusitada de Ébola estaba matando a cientos de personas y existía riesgo real e inminente de que la enfermedad traspasara las fronteras de la región y se desbordara hacia otros continentes.
La Organización de las Naciones Unidad (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) hicieron un llamado a todos los países del mundo de unir esfuerzos para controlar el mal y evitar su expansión.
Cuba estuvo entre los primeros en dar su respuesta positiva, como Fidel expresara en su reflexión “La hora del deber” (la cual recomiendo releer), del 17 de octubre de 2014.
Desde principios de septiembre comenzó la concentración y el adiestramiento, en la Unidad Central de Cooperación Médica (UCCM), de los miembros de las brigadas que irían a los tres países afectados. Mientras, una delegación de alto nivel, presidida por el ministro de Salud Pública de Cuba, Dr. Roberto Morales Ojeda, visitaba la sede de la OMS en Ginebra y se reunía con la Directora General de la organización, Dra. Margaret Chan, para precisar detalles administrativos y de logística para el envío y desplazamiento de la primera BMC en Sierra Leona.
El adiestramiento se llevó a cabo en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), y aunque con acciones prácticas de cómo usar los medios de protección personal (EPP), vestido y desvestido del personal, este estuvo cargado lógicamente de un alto componente teórico, pues ninguno de los docentes (IPK, Minsap, Defensa Civil) había estado en las zonas del brote.
Solo una demostración y explicación de un médico y dos enfermeros de una universidad estadounidense, contratados por la OMS, que visitaron el centro de Observación y Tratamiento de Kenema, en el este de Sierra Leona, fue el mejor acercamiento a la trágica realidad que se vivía en aquellos lares.
Frente a nuestros ojos el médico, que fue el único que estuvo una sola vez en contacto con los enfermos durante una hora, resultaba ser un extraordinario héroe. Cuán lejos estábamos de imaginar que nosotros estaríamos cientos de horas atendiendo y curando, con humanidad y amor, a los enfermos y en muchos casos asistiéndolos durante su muerte, para que esta fuera digna, como pedía la Dra. Chan.
Llegada y desplazamiento
El jefe de la BMC nos esperaba en la pista. Cuando descendimos del avión y bajamos el equipaje y la carga que nos acompañaba una extraña sensación nos embargó. Pensábamos, calladamente, que entrábamos a un escenario desconocido, letal, lleno de incógnitas. Ningún profesional cubano había enfrentado una situación similar.
Éramos conscientes de que un enemigo muy dañino – un virus – estaba oculto, que podría estar en las manos y saliva de personas con las cuales entraríamos en contacto en breves minutos. Indudablemente había temor, estrés y muchas interrogantes, pero ahí estábamos e íbamos a cumplir la tarea asignada por la Patria.
El embajador de Cuba en Ghana y concurrente en Sierra Leona, Jorge Lefebre Nicolás y autoridades del ministerio de Salud nativo, nos esperaban en la Terminal aérea.
De Lungi se llega a Freetown, capital de Sierra Leona, por carretera, después de transitar 140 kilómetros en unas 3 horas, o por botes a motor durante una travesía de 25 minutos. Nuestro viaje, bien organizado, fue por carretera en 5 ómnibus. La ciudad, rodeada e insertada ella misma entre montanas, ofrecía un panorama desolador y mortuorio.
Controles sanitarios, mas bien policiales, en las carreteras, ya en la ciudad calles desiertas, instituciones escolares con sus puertas cerradas, severas regulaciones de traslado de personas (dentro y fuera de las ciudades y pueblos), negocios y empresas inactivos, pocos centros comerciales disponibles, enfermos en las calles, incluidos fallecidos, depositados en las afueras de las casas esperando ser recogidos, fueron las imágenes iniciales que golpearon nuestra cosmovisión. Indudablemente habíamos llegado a un país pobre, tercer mundista, asolado por una epidemia muy grave y difícil de controlar.
Escenario, adiestramiento y trabajo
Trataré de narrar cuál fue el escenario donde habíamos llegado y qué se hizo. El país: pobre, subdesarrollado, colmado de inequidades y desigualdades, donde las determinantes sociales fueron favorecedoras de que ahí y en las dos países naciones vecinos se desencadenara la mortal y contagiosa epidemia.
El analfabetismo y la incultura, que son el sustrato de la ignorancia, el desempleo, la ruralidad de pobreza extrema, la falta de electricidad y de agua potable, la desnutrición, la falta de caminos y un pobre e ineficiente sistema de salud se conjugaron para dar paso al brote y su propagación. Como nos dijo el jefe de la brigada médica: hemos llegado al país del 70 %, es decir, el 70 % no disfrutan o alcanzan los indicadores de desarrollo humano básicos.
En cuanto al Sistema de Salud puedo decir que estaba desorganizado y desarticulado, con escasos recursos humanos, muchos médicos y enfermeras y enfermeros habían desaparecido víctimas de la enfermedad, casi no existían facilidades sanitarias para ingresar a los enfermos para someterlos a observación y tratamiento.
Existía una gran voluntad de hacer y cooperar por parte del Gobierno y su ministerio de Salud, la oficina local de la OMS y las múltiples Organizaciones no Gubernamentales que llegaron al país, pero las circunstancias reales y tantas autoridades con diferentes intenciones y decisiones dieron lugar al inevitable caos inicial, por lo que costaba trabajo poner orden, lograr una adecuada centralización y establecer estándares en cuanto a conductas y procederes médicos.
En medio de esa refriega nos insertamos para cumplir la misión asignada, y la direccion de la brigada jugó un sabio y oportuno papel como interlocutor entre tantos poderes e intereses.
El día de la llegada, 2 de octubre, ya todos los miembros del contingente estábamos alojados en 4 modestos hoteles de la ciudad de Freetown y su periferia. El hotel Mariam sería el “cuartel general” de la brigada cubana durante toda su estancia. Inmediatamente se comenzó el adiestramiento “en frió” en los lugares de residencia patrocinado por la OMS, cuyos especialitas conducían las practicas e impartían las conferencias.
Hasta ahí llegó una experta española en lavado de manos. Sí, como lo digo: lavado de manos, toda vez que las manos constituyen el principal elemento físico de transmisión y contagio. Después, esas enseñanzas fueron extremadamente valiosas cuando se salía de la zona roja, el espacio donde estaban ingresados los enfermos de Ébola, para evitar el autocontagio. El adiestramiento “en caliente” se llevó a cabo en el centro ubicado en la antigua Escuela de la Policía en la zona de Waterloo.
Me correspondió el peligroso privilegio, junto con los doctores Manuel Seijas y Rotceh Hernández, de ser los primeros en entrar a la zona roja de los Centros de Observación y Tratamiento (COT), candidatos como posibles lugares donde trabajaría el personal cubano. Nos correspondía determinar los riegos biológicos existentes y recomendar las medidas pertinentes. Será inolvidable la imagen de varios cadáveres amontonados en el piso del primer centro visitado y en colindantes camastros de lona, ver otros en estado agónico.
Y poco a poco aquel estado de cosas se fue organizando; el personal profesional y técnico se pudo capacitar mejor y así protegerse correctamente al tratar a los enfermos. Con rapidez emergieron nuevos Centros de Observación y Tratamiento en diversas zonas y lugares del país; de un único laboratorio central en Freetown fueron creados varios en diversos territorios, geográficamente asequibles, por lo que al tener un rápido diagnóstico se podía proceder con oportunas medidas de prevención y control de carácter antiepidémico. Como se aprecia por esta descripción la situación se fue estabilizando y ya para los meses de noviembre y diciembre se observaban resultados en cuanto a la disminución de casos ingresados y muertes en los COT.
La mano cubana estuvo en esos resultados, ayudando a reducir drásticamente la letalidad. Trabajamos en 5 COT, vinculados a personal nativo y extranjero de diversas ONG, patrocinadas por nórdicos, ingleses, irlandeses, estadounidenses, alemanes e italianos, manteniendo con ellos fraternales y productivas relaciones profesionales, demostrando lo que el ministro cubano de Salud Pública había respondido a un periodista en Ginebra: “nuestros profesionales pueden trabajar armoniosamente con profesionales de otras latitudes, incluyendo los de Estado Unidos de América”.
Técnicamente nuestra gente introdujo la hidratación intravenosa, una práctica que no se realizaba por el riego que conllevaba el contacto extremo con los enfermos. Lo habitual era la vía oral, pero el vómito, uno de los signos más frecuentes de la enfermedad, lo impedía. Recuerdo el llamado que hizo un pediatra de Estados Unidos a nuestra brigada en Port Loko para que su enfermero neonatólogo canalizara una vena a un recién nacido.
Comentarios finales: Regreso a la Patria
La reflexión citada del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, escrita cuando cumplíamos dos semanas de permanencia en Sierra Leona y estábamos enfrascados en un serio y riguroso entrenamiento, fue un estímulo extraordinario para todos los que estábamos en el frente de combate, y reforzaba nuestro compromiso – humanista y altruista – de cumplir la misión asignada por el Gobierno y pueblo cubanos. Me permito insertar dos párrafos de esa reflexión:
“Cualquier persona consciente sabe que las decisiones políticas que entrañan riesgos para el personal, altamente calificado, implican un alto nivel de responsabilidad por parte de quienes los exhortan a cumplir una peligrosa tarea. Es incluso más duro todavía que la de enviar soldados a combatir e incluso morir por una causa política justa, quienes también lo hicieron siempre como un deber”.
“El personal médico que marcha a cualquier punto para salvar vidas, aun a riesgo de perder la suya, es el mayor ejemplo de solidaridad que puede ofrecer el ser humano, sobre todo cuando no está movido por interes material alguno. Sus familiares más allegados también aportan a tal misión una parte de lo más querido y admirado por ellos. Un país curtido por largos años de lucha puede comprender bien lo que aquí se expresa”.
Esas consideraciones de nuestro líder eterno fueron una realidad, pues dos queridos compañeros (en Guinea Conakry y en Sierra Leona) murieron víctimas del paludismo o malaria, enfermedad que es endémica y causante de una alta mortalidad en el continente africano. También otro colaborador enfermó de Ébola, quien fue evacuado a Ginebra, se recuperó y regresó para terminar de cumplir su misión.
La presencia de la BMC en África Occidental fue resultado de la respuesta de Cuba frente a un llamado de la ONU y la OMS para ayudar a tres países pobres de la región, víctimas de una epidemia mortal. Se respondía así, gracias a la vocación internacionalista de nuestro pueblo, inculcada por Fidel.
Fue una donación del Gobierno revolucionario a la OMS. No cobramos salarios ni estipendios.
La OMS asumió los gastos de transporte, alojamiento y alimentación. Permanecimos voluntariamente durante 6 meses en ese combate contra la muerte y el sufrimiento; colegas de una Organización no Gubernamental (ONG) estadounidense recibían un salario de 76 mil dólares por un periodo de 6 semanas más 200.00 dólares diarios de viáticos. El lector sacará sus conclusiones.
La comunidad internacional reconoció la contribución de Cuba a ese empeño. Por el trabajo realizado fueron muchas las manifestaciones de apoyo y distinción a los colaboradores cubanos, su ministerio de Salud Pública y Gobierno. Países que se precian de ser hostiles al nuestro se unieron a ese clamor internacional. Gobiernos, revistas, sindicatos, instituciones académicas y ONG de todas las latitudes del mundo expresaron su respeto por la Isla del Caribe: pequeña, socialista, humanista, bloqueada y agredida por el imperio más grande que ha tenido la humanidad en su devenir histórico.
Esos reconocimientos tuvieron su colofón cuando en diciembre de 2016 fue otorgado por la OMS al Contingente “Henry Reeve” el Premio de Salud Pública Dr. Lee Jong-Wook. En mayo del año siguiente el ministro de Salud Pública de Cuba, Dr. Roberto Morales Ojeda, lo recibió en la sede de la OMS, Ginebra, en sesión plenaria durante la reunión anual de ese organismo.
La presencia de galenos de los Servicios Médicos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en las BMC, en los tres países fue una decisión muy acertada, pues ese órgano, igual que el Minsap, hoy tiene expertos calificados en este tipo de enfrentamiento antiepidémico.
Los colaboradores recibimos la Orden “Carlos J. Finlay”, la más alta distinción en el campo científico que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba, también la Medalla Conmemorativa “60 Aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias”.
En nuestros centros de trabajo, comunidades e instituciones del Estado fuimos agasajados e invitados a narrar las experiencias y vivencias. La sociedad como un todo recibió y distinguió a sus valerosos hijos.
Sí, estimados lectores, han pasado 5 años desde que se inició aquella epopeya, un evento que dejó grandes huellas en el espíritu y sensibilidad de los colaboradores que plantamos batalla en Sierra Leona, Guinea Conakry y Liberia, donde se ganaron experiencias técnicas y profesionales únicas que hicieron más competente y fuerte el Sistema de Salud cubano.
En estos días en que se desencadena una nueva arremetida imperialista, secundada por lacayos, contra la Colaboración Médica Internacional de Cuba, para desacreditarla y demonizarla, los colaboradores cubanos nos unimos a nuestro Gobierno en su firme posición contra esas falacias.