Cuba, vacunas y soberanía – Entrega III: El antígeno de las vacunas cubanas contra la COVID-19
Todo lo que hay que saber sobre los virus, el SARS-Cov-2 y las vacunas que Cuba está desarrollando, explicado por un científico cubano de primer nivel, el Doctor en Ciencias Luis A. Montero Cabrera.
CAPAC – Por Luis A. Montero Cabrera – Tomado de Cubadebate – Foto: Ismael Francisco
Los cubanos disponemos de una plataforma de producciones biomédicas muy notable, incluso extraordinaria para un país como el nuestro. Un infame documento de 2004 de la “Comisión para el Apoyo a una Cuba Libre” de una administración anterior en los EEUU la calificaba como innecesaria y muy cara para un país tan pobre: “Grandes sumas de dinero se dirigieron también a actividades como el desarrollo de la biotecnología y a centros de biociencias no apropiadas en magnitud y costos para tal nación esencialmente pobre, los cuales no se justifican financieramente” . Solo les faltó decir que los de pieles más oscuras que estamos al sur no debemos darnos el lujo de tener ciencia. Nuestro sector biofarmacéutico es hijo de la necesidad, de la iniciativa creadora de un líder amante del saber y verdaderamente revolucionario, como lo fue Fidel, y de una política educacional que les ha dado oportunidad a todos, sin distinción alguna, de llegar a lo más alto del conocimiento humano y de crear con ello. No estaba en ninguna estrategia ni plan perspectivo cuando se empezó a forjar y hoy es un bastión de saber, ciencia y cultura del país. Es un fruto del pensamiento revolucionario.
El desarrollo de una vacuna en nuestros días se basa en muchas investigaciones que solo se pueden llevar a cabo si existen las condiciones para ello. Se inicia buscando antecedentes y formas de hacer en la literatura científica y se lleva hasta la puesta en práctica de cada vez más exquisitos procedimientos de laboratorio y rigurosas pruebas. En nuestro caso y por las razones anteriores, una buena parte de la preparación ya estaba adelantada cuando surge la emergencia de la COVID 19. Estos eventos no se pueden prever, pero el fomento de las condiciones para afrontarlos son deber de cualquier sistema político decente.
La ciencia china puso inmediatamente a disposición de la comunidad internacional todo lo que conocía de este peligroso y ultracontagioso virus y también en otros países se abrió la información que se iba generando para todos. En esas condiciones varios de nuestros grupos científicos pusieron manos a la obra para llegar a obtener una vacuna cubana específica para esta enfermedad. Uno de ellos en el Instituto Finlay de Vacunas, está liderado por el mismo Prof. Vicente Vérez que obtuvo el hito anterior de la vacuna contra el “haemophilus influenzae”, primera con antígenos sintéticos que se usó y comercializó en el mundo. Los otros grupos trabajan en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología con una larga tradición también en el diseño y producción de vacunas novedosas.
Recordemos que el componente esencial de una vacuna es el antígeno que activa al sistema inmunológico y lo deja listo para combatir y destruir al invasor extraño. También son determinantes tanto los adyuvantes como las formas farmacéuticas de suministro de la vacuna al ser humano. Si se dispone de una base establecida y fuerte en estos dos últimos aspectos, la determinación del antígeno más adecuado se convierte en el corazón del trabajo creativo.
El antígeno escogido en Cuba, por muchas razones, fue el “dominio de unión al receptor” del virus (“receptor-binding domain” o RBD). De forma simple, se trata de las moléculas que constituyen las “espigas” externas tan llamativas que aparecen en la representación pictórica y la microscopía de alta resolución del agregado molecular viral. Esta proteína CoV “spike” (S) desempeña los papeles más importantes en la unión, fusión y entrada viral a las células del organismo atacado por el virus. Por ello sirve como objetivo al sistema inmunológico para el desarrollo de anticuerpos, y a los científicos para usarlos como antígenos en el diseño de vacunas efectivas. Un artículo aparecido en una de las ramas de la famosa revista Nature había caracterizado este componente como muy prometedor como antígeno vacunal contra COVID 19 tan temprano como en marzo de 2020. Los autores del artículo reflejan muy bien la actual internacionalización de las ciencias básicas. La mayoría son chinos de origen e hicieron un trabajo muy colaborativo entre el Instituto de Investigaciones Lindsley F. Kimball, de New York, el Instituto de Microbiología y Epidemiología de Beijing y el Laboratorio Key de Virología Molecular Médica de la Universidad Fudan en Shanghai.
Nuestros compañeros valoraron alternativas. Una de ellas fue la de generar el llamado ARN mensajero que fuera capaz de producir el antígeno en las células de las personas. Se trata de una tecnología ultramoderna que se está usando en algunas de las vacunas contra la COVID 19 que ya se están aplicando. Tiene algunas ventajas, pero también una desventaja importante poco superada hasta ahora para una vacuna que se pretenda administrar masivamente en todo el mundo, sobre todo el menos desarrollado: requiere condiciones muy estrictas de enfriamiento para su transporte y preservación.
Nuestro sistema de biotecnología, sin embargo, tiene la posibilidad en el Centro de Inmunología Molecular (CIM) de “fermentar” células de mamíferos que produzcan directamente el antígeno RBD, pues la tecnología se ha desarrollado para otras producciones similares. Dispone además de la posibilidad de producir una cantidad significativa si es que el antígeno resultara viable para nuestra vacuna. Por ello, todos los candidatos vacunales cubanos, al menos hasta ahora, se basan en este antígeno, con alguna modificación que lo hace más activo.
Los resultados son estimulantes. Comenzó así la carrera por producir una variedad de vacunas, en diferentes instituciones y por diferentes grupos científicos, colaborando y compitiendo, que permitirá llegar a las mejores soluciones. Las Soberanas 1 y 2, la Mambisa y la Abdala son muy prometedoras.
Las vacunas son medicamentos. Por ello requieren de mediciones de su efectividad, conocer sus contraindicaciones y riesgos, encontrar las formulaciones adecuadas y las formas de administración mas viables antes de aplicarlas masivamente. Todo, por supuesto, debe seguir un marco de regulación estricto para prevenir consecuencias que puedan ser más graves que la propia enfermedad que se quiere eliminar. Si tienen el mismo antígeno, ¿en qué se diferencian nuestras variantes de vacunas? ¿En qué estado se encuentran en su investigación y desarrollo?