Recordamos a Manuel Belgrano y el Éxodo Jujeño

En momento de definiciones importantes en nuestra patria, recordamos a Manuel Belgrano y el Éxodo Jujeño, a 220 años de una de las epopeyas más grandes de nuestra Patria, que la historia oficial del poder trata de disimular.

CAPAC – por Arnaldo Chiavidone (*) en Acercándonos Ediciones

Los 800 hombres salvados del desastre Huaqui recibidos por Pueyrredón en Jujuy bajan lentamente hasta Salta. En Yatasto Belgrano se hace cargo de esa reliquia del ejército del Norte, sin armas, desmoralizado, incapaz al parecer de luchar nuevamente luego de la derrota sufrida. Belgrano describe la situación: «La deserción es escandalosa y lo peor es que no bastan los remedios para convencerla, pues ni la muerte misma la evita, esto me hace afirmar más y más en mi concepto de que no se conoce en parte alguna el interés de la patria, y que sólo ha de sostener por la fuerza interior y exterior»

La tarea es agotadora: reorganizar los cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército, dar ánimos a la población, donde la improvisación puede ser fatal para todos, un ejército, disciplinado, apto para luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los españoles. Belgrano se vuelve ordenancista al extremo.

Cambia su carácter. Su rigor, su inflexibilidad, su intolerancia para cualquier falta del servicio, le enajenan la popularidad entre la mayoría, pero con esa actitud salva a todos y con ellos a la patria. Dentro de las rígidas normas que establece en su ejército, crea en la práctica una Escuela Militar, se forman hombres que ilustrarán tiempo después las armas argentinas como Manuel Dorrego, José María Paz, Gregorio Araosde Lamadrid, Cornelio Zelaya, Lorenzo Lugones.

La insurrección de Cochabamba, detiene al ejército realista al mando de Goyeneche, dándole algo más de tiempo a Belgrano que para dirigirse hacia Jujuy, esa vieja ciudad, tres veces fundada por el ejército realista ante las tres veces destruida anteriormente por la valiente resistencia de los pueblos originarios. El 25 de mayo de 1812 presenta por segunda vez al pueblo jujeño y los soldados la bandera de su creación, que es bendecida por el deán de la Iglesia Ignacio Gorriti al término del Tedeum.

Un 25 de Mayo pero de 1575 el cacique de los Omaguacas, el gran Viltipoco, destruyo Álava y en 1589 infringió grandes pérdidas a los conquistadores, obligando a los realistas a fundar tres veces Jujuy. Comandaba no sólo a lo Omahuacas, sino a los Diaguitas,

Chichas, Churumantas, Lules, Apanatas, Osas,Paypayas, Punamarcas, Oncloyas, Jujuys en un alzamiento de más de diez milindios de guerra, y con ellos liberaron del invasor no sólo a Jujuy, sino a Salta, la villa Nueva, Madrid y la Rioja.

Argañarás le prepara una celada y lo toma prisionero, descuartizándolo y esparciendo sus restos por todo el norte Argentino. No por casualidad la Bandera hecha por Belgrano lleva un sol inca, no por casualidad esa bandera es donada a Jujuy, luego de las batallas de Tucumán y Salta.

Pero el Gobierno del reaccionario 1º Triunvirato y su secretario Bernardino Rivadavia lo reprenden por esa actitud de enarbolar sin permiso la Bandera Celeste y Blanca.

Con bronca responde: «La bandera la he recogido y la desharé para que no haya ni memoria de ella y se harán las banderas del regimiento Nº6, sin necesidad de que su falta se note por persona alguna; pues si acaso me preguntan por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el ejército, y como ésta está lejos, todos la habrán olvidado y se contentaran con la que le presenten(…) pero diré también con verdad, que como hasta los indios sufren por Fernando VII, y los hacen sufrir con los mismos aparatos que nosotros proclamamos la libertad, ni gustan oír nombre del Rey, ni se complacen con las mismas insignias con que los tiranizan».

Otras preocupaciones se le suman: el estado sanitario de las tropas es deficiente, el paludismo hace estragos, los efectivos del ejército no aumentan en cantidad que la circunstancia requiere, y Goyeneche se dispone a entrar en territorio jujeño por la quebrada de Humahuaca con 3000 hombres al mando de su primo el General Pío Tristán. Belgrano, si bien era amante «del bello sexo» conocía a Tristán de su época de estudiantes en España, mujeriego al extremo y amante de la buena vida.

El 29 de julio de 1812 Belgrano emite un bando disponiendo la retirada general: había que dejarle a los godos la tierra arrasada, ni casas, ni alimentos, ni animales de transporte, ni objetos de hierro, ni efectos mercantiles: «(…) Pueblos de la Provincia. Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de la defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno (…) os he hablado con la verdad (…) os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud. Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como aseguráis que queréis ser libres, trayendo las armas de chispa blanca y municiones que tengáis o podáis adquirir, y dando parte a la Justicia de los que tuvieron y permanecen indiferente a la vista del riesgo que os amenaza de perder no sólo vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis».

Belgrano no se anduvo con chiquitas: era creyente, pero no titubeó: expulsó al obispo de Salta por conspirar con Goyeneche y ordenó fusilamientos a su entorno.

El 23 de agosto el ejército y la población entera a las órdenes de Belgrano comienza el heroico Éxodo Jujeño, en dirección a Tucumán, no fue sólo una retira militar sino de todo un pueblo, por senderos, cruzando arroyos, montañas escarpadas, mujeres con sus niños y sus enseres; cuando ya el enemigo, adelanta sus partidas sobre las ultimas guardias de las fuerzas patriotas que había en Humahuaca. Estas sin perder formación, sufrieron las picadas que las orgullosas partidas realistas les obligaban realizar por las inmediaciones de la ciudad.

La vanguardia del ejército se convirtió en retaguardia, donde está el peligro y ahí estaba Belgrano, anocheciendo ese día fue el último en abandonar la ciudad, incorporándose a las fuerzas antes del día siguiente. Acontecía en esos días en «el viejo mundo» que el ejercito prusiano aplicó la misma táctica al ejercito invasor de Napoleón, preludio de lo que fue luego Waterloo.

El enemigo se posesionó de aquella ciudad en medio de su total abandono. Estaba desierta y desmantelada, de calles mudas y tristes. Sólo encontró campo raso. Las llamas habían devorado las cosechas y en las calles ardían objetos que no pudieron llevarse. Tristán le escribe a su primo Goyeneche: «Belgrano es imperdonable por el bando del 29 de julio (…) bando impío»

Todo servía a la estrategia de Belgrano, hasta los cardones disfrazados con sombrero, poncho y un palo se convirtieron en «amenazantes soldados» para el invasor que comenzó a tener miedo de este heroico pueblo.

El éxodo llego hasta Tucumán donde Belgrano desobedeciendo otra vez al Gobierno del Triunvirato no marchó a Córdoba. Se hizo fuerte en esa ciudad. Al mismo tiempo que Lamadrid sorprende y libra la batalla sobre le Río La Piedras, el 3 de septiembre, convirtiéndose en Victoria Patriota produciendo aliento y esperanzas en todos.

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(*) Artículo del autor del libro «El Belgrano que nos ocultaron» Acercándonos Ediciones.

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