Pestilencias
Un breve y somero recuento, pero revelador, de utilización de las armas biológicas por el «civilizado» Occidente, para contextualizar y ubicar en su debido marco el brote de este nuevo Coronavirus en China.
por Jorge Luis Ubertalli Ombrelli
Si en el mundo y en el país en particular existen los que «dan una de cal y otra de arena», dicho que simboliza el darse vuelta o reconvertirse de acuerdo a las circunstancias, el libro de José Hernández «La Vuelta de Martín Fierro», escrito en 1879, año de inicio de la «Campaña Militar al Desierto», es una muestra más que cabal de lo que puede hacer un personaje cuando «arregla» con los que antes tenía como enemigos.
En este «regreso», el autor se dedica en gran parte a denigrar a los «indios», esos que en el primer libro «El Gaucho Martín Fierro» (1872) lo cobijarían a su amigo Cruz y a él frente a la injusticias de los civilizados. Pero no es solo esto lo que llama la atención de esta «Vuelta», sino el tema de la «peste» que se abate sobre la tribu, considerándola Hernández como obra de la casualidad y no como lo que fue: una guerra biológica contra los que «sobraban» en una Argentina civilizada…por estancieros locales y extranjeros, fundamentalmente británicos, quienes en gran parte financiaron la «Conquista del Desierto» en el contexto de las 7 leyes, 9 decretos y 41 leyes especiales que se dictaron para hacer posible la campaña militar, la apropiación de millones de hectáreas de tierras y el genocidio de las tribus.
Teniendo en cuenta lo que nos ocupa, reproducimos aquí un fragmento del trabajo de una investigadora sobre el tema: «Dentro del discurso ideológico cientificista, la extinción paulatina de los ‘primitivos’ se analizó bajo la óptica de la autoexculpación de los blancos, señalando como directos responsables a los propios indios y a su forma de vida salvaje. La adicción al alcohol, al tabaco y a otros vicios, la suciedad y el nomadismo, el aborto y el infanticidio e incluso la comida eran incumbencia de los indígenas, y frente a esos factores la civilización podía entonces descargarse de cualquier culpa. La reacción indígena frente a la viruela también fue juzgada como ineficaz, e incluso, a pesar de las fuertes pruebas históricas y médicas en contrario, hubo especialistas que observaron que su mortandad diferencial se debía a aspectos físico-culturales. Desde las primeras épocas de la conquista, la viruela se demostró un ‘agente’ bélico de importancia en la lucha contra los indígenas-. En el sur del continente (la baja Patagonia usurpada a los originarios por los Braun, Menéndez Beheti, etc.. N. de R.) las primeras epidemias fueron señaladas en el siglo XVIII por fuentes tempranas, que enfatizaron la desesperación de los indígenas ante su aparición y el aislamiento (o abandono) de los enfermos» (Robar el paraíso. Indios, viruela y bautismo en Argentina (1870-1884) Maria Silvia Di Liscia, Ediciones Quinto Sol, año 2000, http://www.biblioteca.unlpam.edu.ar/) (lo entre cursivas es del autor).
En este trabajo Di Liscia cita la opinión de sacerdotes que habitaban la isla –lazareto Martín García- donde fueron llevados los indios prisioneros de la «Conquista…», que consideraban como una bendición del cielo el exterminio indígena por la «peste». Y en un acápite la investigadora informa lo siguiente: «Federico Barbará, oficial de la Campaña al Desierto en 1879, explicaba el fenómeno como de ‘desaparición’ necesaria similar a lo sucedido en el país del Norte. BARBARA F. (1990: 140) OLASCOAGA (1881: 292), ZEBALLOS, E. (1969: 263) y EBELOT, A (1968: 206) expresaban a finales del XIX iguales argumentos, considerando a los indios verdugos y víctimas a la vez*.
La felonía de Hernández en su «Vuelta» no considera esta situación de guerra biológica del civilizado contra el bárbaro sino que contribuye a sostener lo expresado por esos «científicos» y militares citados más arriba, aunque señalando en su libro que los indígenas consideraban a los «huincas» como los causantes de la viruela. (ver «La Vuelta de Martín Fierro», cantos 815 y 820, http://www.cervantesvirtual.com/)
Sin embargo la pestilencia civilizatoria contra naciones originarias no comienza, obviamente, aquí. Jeffrey Amherst, primer barón de Amherst, nacido el 29 de enero de 1717 en Sevenoaks, condado de Kent (Inglaterra), nombrado mariscal de campo del Ejército inglés, sostuvo en una carta al mercenario suizo Henry Bouquet a mediados del siglo XVIII (1763): «will do well to try to innoculate the Indians by means of blankets, as well as every method that can serve to extirpate this execrable race» («haríais bien en intentar infectar a los indios con mantas, o por cualquier otro método tendente a extirpar a esta raza execrable»). Estas mantas contaminadas con el virus de la viruela fueron entregadas a los indios Delaware (grupo étnico lenape o lenni-lenape) en la zona noreste del hoy EE.UU. y sudeste de Canadá, que murieron en masa. Según el propio diario de Amherst, sucumbieron 100.000 personas…
Florecientes pestilencias
Si bien durante la primera guerra mundial se utilizaron gases venenosos para exterminar enemigos, durante la segunda guerra (1939-1945), las fuerzas beligerantes llevaron a cabo experimentos con microbios y virus para exterminar poblaciones, plantas y animales.
Conocidas son las criminalidades del régimen nazi en Alemania y países ocupados en cuanto a la experimentación con cobayos humanos y los asesinatos en masa de judíos, comunistas, gitanos, etc., a través de gases y epidemias provocadas.
Sin embargo, en los prolegómenos y durante la Segunda Guerra, China sufrió los embates de la guerra biológica por parte de Japón, aliado de Italia y Alemania en el eje nazi-fascista. Fue durante la ocupación japonesa a Manchuria (1932/1945) que los nipones, al mando del general-médico cirujano Shiro Ishii -quien una vez finalizada la guerra fue reclutado, como otros similares, por los norteamericanos para cumplir tareas como «especialista en guerra biológica»- crearon el denominado Programa 731. Este, que en 1939 llevó a ocupar a 3000 hombres en su ejecución, consistió en arrojar 4000 bombas en China que contenían gérmenes de peste, Antrax y Pseudomona Malesnyces (paratoiditis equina). Solo en Changde, provincia mediterránea de Hunán, -que linda al norte con Hubei, donde se «disparó» hoy el coronavirus- los japoneses arrojaron granos de cereales y trozos de papel y algodón que contenían bacilos de peste, lo que causó una epidemia. Coberturizado este programa como Laboratorio de Investigación del Ejército para Control de Enfermedades Epidémicas, el Programa 731, conformado por el Escuadrón 731 de Ishii y otros subalternizados, llevó a cabo verdaderas operaciones de genocidio biológico planificado sobre la población china. Parásitos, ropa infectada y provisiones contaminadas fueron lanzadas dentro de bombas sobre varios objetivos. Las resultantes epidemias de cólera, carbunco y peste bubónica fueron responsables de haber matado alrededor de cuatrocientos mil chinos. Pulgas infectadas de peste fueron criadas en las instalaciones del laboratorio del Escuadrón 731 y el Escuadrón 1644, siendo diseminadas por aviones sobre localidades chinas habitadas, tal como la ciudad costera de Ningbo en 1940 y la ciudad de Changde en 1941. Este rociado aero-militar resultó en epidemias humanas de peste bubónica que mató a miles de civiles chinos. También los nipones realizaron vivisecciones con prisioneros chinos, que incluyeron niños y mujeres embarazadas. (ver http://www.barcelonaxiamen88.com/ y otros sitios).
Durante la guerra de Corea, mediante la cual EE.UU. y sus aliados agredieron a la República Popular Democrática de Corea, RPDC (Corea del Norte) entre 1950 y 1953, los norteamericanos utilizaron contra ese país y China armas biológicas similares a las utilizadas por el Escuadrón 731. En 1952, y ante la desestimación de las denuncias por la ONU, hegemonizada por EE.UU., el Consejo Internacional de Abogados Demócratas visitó la RPDC y constató, entre otras cosas, que a través de insectos los norteamericanos habían propagado en ese país Eberthella tifus, Bacillus paratyphi A y B, Shigella dysenteriae, Vibrio cólera y Pasturella pestis; también se constató la infectación de peces con bacilos del cólera. Brotes de viruela y meningitis provocadas fueron detectadas en China y la RPDC en ese tiempo. (ver, entre otros sitios, https://es.news-front.info/2018/06/06)
Los virus de la Corona y sus brutos pichones
Los norteamericanos y sus padres ingleses no fueron nunca en zaga en esto de liquidar en masa a pueblos enteros mediante la guerra biológica. Los británicos crearon en 1940 la Microbiological Research Establishment (Fundación de Investigaciones Microbiológicas, MRE), en Porton Down, Salysbury, sudeste del país, que vino a añadirse a la ya existente Fundación de Investigaciones Químicas.
Los científicos de Porton Down y los observadores de la institución paralela estadounidense, Fort Derrick, pusieron a prueba una bomba de ántrax que se encontraba en fase de desarrollo en 1941 y 1942 en la isla de Gruinard, cerca de la costa occidental de Escocia. En estos experimentos se emplearon ovejas para comprobar la teoría de que se puede propagar el ántrax con una bomba que hace explosión en el aire. Los experimentos dieron resultados positivos, y Churchill ordenó la fabricación de 500.000 bombas de cuatro libras para soltarlas sobre ciudades alemanas, aunque nunca llegaron a usarse.
En la actualidad, luego de más de 50 años, la isla de Gruinard con esporas de ántrax parece haber sido descontaminada. Varios científicos que laboraron en este centro de guerra bacteriológica murieron infectados; George Bacon, en 1962, contaminado de Pasteurella Pestis; en 1953 el capitán aviador Ronald Maddison, a causa de experimentos con gas Sarín, y otros.
Entre 1940 y 1979, el denominado Reino Unidos realizó 100 experimentos encubiertos de guerra biológica «disfrazados» de experimentos sobre contaminación atmosférica y sobre el clima, causando entre las poblaciones afectadas deformaciones físicas en nacimientos y abortos no queridos. Desde 1948 a 1955, la zona del Caribe bajo bandera inglesa fue pasto de experimentos de este tipo. Cinco pruebas se hicieron en Antigua, Nassau (Bahamas) y otros espacios sin conocimiento de la población.
Entre 1961 y 1968 los británicos llevaron a cabo ensayos de guerra biológica sobre 1 millón de personas, a quienes contaminaron con bacilos de Escherischia Coli y bacilo Glóboli, imitando al Antrax, desde el buque Icewhale que pulverizaba las zonas con estos microorganismos.
Entre 1971 y 1975, norteamericanos e ingleses pulverizaron el aire con bacterias que imitaban el Antrax y el Fenol, originando malformaciones y abortos involuntarios entre la población de Dorset, sudoeste del país, uno de los 46 condados de Inglaterra, que limita con el Canal de la Mancha.
En cuanto a los norteamericanos, desde 1943, y en sintonía con los británicos, engendraron el Programa de Armas Biológicas en Fort Derrick, antiguo campo de aviación cercano a Washington y al Arsenal Edgewood, depósito de armas biológicas situado en Baltimore. Fort Derrick, donde se ubica el Comando de Material e Investigación Médica del Ejército (USAMRMC), el Instituto de investigaciones médicas en enfermedades infecciosas del Ejército (USAMRIID) y el Instituto Nacional del Cáncer-Frederick, que hoy coberturiza al engendro, que funge ahora como la sede del Campus de Biodefensa Nacional Interagencias. Ubicado en el condado de Frederick, Estado de Maryland, y con un plantel de cientos de empleados calificados y secretos, Fort Derrick es un verdadero creador de muerte. Cepas de Antrax, disentería, brucelosis, paperas, fiebre amarilla, carbunco, ébola y otros mortíferos microorganismos campean en sus probetas, a las que contribuyen a experimentar el Instituto Americano de Ciencias Biológicas, el Instituto Smithsoniano, la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, el Colegio de Medicina de la Universidad Estatal de Ohio, el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT, por su sigla en inglés), la Academia Nacional de Ciencias y la Sociedad Americana de Microbiología. Allí se utiliza una «manipulada ingeniería de la infección» para detectar y crear enfermedades.
Asesorado en sus inicios por George Merck, genio maligno de la guerra biológica nazi y fundador de los laboratorios farmacéuticos Merck, Fort Derrick se asocia con compañías farmacéuticas que supuestamente elaboran antídotos para las enfermedades que allí se incuban. En el 2014, ante un brote de Ebola en Africa -continente donde se saquean recursos naturales y se prueban las pestes más mortíferas- la empresa Mapp Biopharmaceutica de San Diego, vinculada a Forth Derrick, en el 2013 inoculó allí Ebola a un grupo de monos -¡creó el medicamento que supuestamente lo cura!!!.
También allí hizo su aparición, según informes, el SIDA, cuyo origen «viral etnoespecífico» se remonta a la Alemania nazi y fue importado por EE.UU. luego de la Segunda Guerra junto a 700 científicos especialistas en «armas maravillosas» -guerra química y biológica, cohetería, etc.- a través de la Operación Paperclip, que estuvo a cargo de la Agencia de Objetivos de Inteligencia (Joint Intelligence Objectives Agency), una institución dependiente del Departamento de Estado norteamericano.
En Fort Derrick se experimentó con Adventistas del Séptimo Día desde 1940 hasta 1974, y varios trabajadores murieron allí contagiados por antrax y por encefalitis. Un científico afincado allí, Bruce Ivins, quien diseminó bacilos de ántrax en EE.UU. luego del derrumbamiento de las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001, se suicidó al ser descubierto y sus designios murieron con él.
Prohibida la guerra biológica en 1969 por Nixon -quien envenenó Vietnam de arriba abajo con químicos, pesticidas, etc.- y declarado el fin de las Armas Biológicas y Químicas por una Convención Internacional de 1975, este centro de muerte, al igual que su homónimo inglés Porton Down, siguieron su curso. En el caso de Fort Derrick, en 1985, durante el gobierno de Ronald Reagan se rehabilitó su función y se inyectaron millones de dólares para sus «investigaciones» y «pruebas», para sueros y vacunas…
Ese año Managua, capital de Nicaragua Libre, sufrió una epidemia de Dengue Hemorrágico que infecto a 50 mil personas y se llevó muchas vidas. La misma enfermedad fue transmitida a Cuba en 1981, causando 188 muertos, entre ellos 88 niños…
En el año 2009, una inspección gubernamental clausuró el lugar porque descubrió que allí se almacenaban gérmenes patógenos no incluidos en los inventarios… vuelto a reabrir, fue clausurado el pasado año…hasta no se sabe cuando. (el subrayado es de este autor)
Nada pueden los Estados capitalistas, colonizados por servicios de inteligencia civiles y militares que reportan a los grandes conglomerados económico-financieros…
¿Coronavirus o el virus de la corona y sus hijos dilectos?
El general de Brigada británico Wansbrough Jones, subdirector de Armas Especiales en el Ministerio de la Guerra, opinó en 1945: «La guerra biológica no debe seguir considerándose un método bélico repugnante en el mundo civilizado. El perfeccionamiento de ciertas formas, como la brucelosis, unida a cierta información pública sobre el tema, podría contribuir a que se la considerase muy humana en comparación con las bombas atómicas…».
Por su parte, George Merck, decano del asesinato serial biológico, en un informe sobre la guerra biológica dirigido al Secretario de la Guerra de EE.UU., declaraba que en las investigaciones del período bélico se habían descubierto armas de gran potencia que debían someterse a examen por sus posibilidades ofensivas, y que «es posible el desarrollo de agentes (para la guerra biológica) sin necesidad de emplear grandes cantidades de dinero ni construir fábricas de grandes proporciones». (ver http://www.creces.cl/Contenido?art=297)
Hoy le toca nuevamente a China combatir a una nueva «peste», diseñada seguramente en los laboratorios de la muerte masiva de «occidente». Hoy, como ayer, sabrá el gobierno y el pueblo chino derrotar este nuevo engendro. El coronavirus o virus de la corona, que llegó a China para intentar aislar al país del mundo, criminalizar su accionar, implantar el terror en su propio pueblo y en el mundo todo con ayuda de plumíferos sin vergüenza ni humanidad, será derrotado, como lo fueron antes los engendros lanzados desde buques, aviones o portadores humanos de muerte a sabiendas del estrago que deberían producir en muchos países del mundo. Sobre todo del Tercer Mundo…
La nueva enfermedad que azota a China y al mundo tiene sus Martín Fierros en sus Vueltas, sus Ebelots, sus Barbara, sus Olascoagas, sus Zeballos de nuevo cuño. Ahora es culpa de la comida china, de sus mercados, de su «cultura» diferente, de sus investigadores antimicrobianos, lo que ocurre en ese milenario país. Las víctimas son victimarias, los agredidos son agresores. En un país que se atreve a conservar su cultura, por un lado, y a liquidar a los civilizados de siempre en su guarida, el mercado mundial, por otro. Que se atreve a enaltecer, con características propias, las banderas del marxismo-leninismo. Que propone una multipolaridad en el quehacer mundial.
Ante la llegada de Huawei a Inglaterra, hace unos pocos días, el asesor trumpeano Mike Pompeo declaró ante un grupo de irredentos reaccionarios británicos que el Partido Comunista de China era el principal enemigo de los EE.UU. y del denominado mundo occidental. Trump, por su parte, declaró que su país, EE.UU., nunca será comunista y que el socialismo es una «ideología triste y desacreditada». Los reaccionarios ingleses truenan que la llegada de Huawei a Gran Bretaña podría socavar sus proyectos de inteligencia y alertan sobre su influencia en la isla en el contexto del Brexit…
Así las cosas, la interna entre magnates y fulleros en EE.UU., la perspectiva de China a soplarles la dama a los yanquis, la alianza ruso-china, el odio de clase de los hasta ayer presuntos dueños y señores del mundo a los hasta ayer considerados inferiores y otras cuestiones son el caldo de cultivo del virus de la Corona y de sus tan dilectos como prepotentes e ignorantes hijos de…
La historia es la madre del conocimiento, y por ende de la transformación de la sociedad.
La ideología desideologizada de los asesinos masivos está a la orden del día…y al borde de la noche.
Es como un sol poniente, al decir de los orientales.