Palestina: el «acuerdo del siglo» es un plan para dos hombres en apuros

El auto-titulado «Acuerdo del Siglo», calificado por los palestinos como «bofetada del siglo», fue presentado por Trump y Netanyahu, ambos cada más aislados y desesperados por encontrar una manera de evitar la zozobra política.

por Luis Beatón, de la Redacción Norteamérica de Prensa Latina. Tomado de Prensa Latina

Luego de intentos de presentarlo con anterioridad y las duras críticas recibidas de la comunidad internacional, en especial de los palestinos que lo tildaron de «Bofetada del Siglo», ahora fue aireado en la Casa Blanca con la presencia de un solo lado y la ausencia de representantes del pueblo de Palestina.

Trump, al enfrentarse a la reelección en noviembre, está cimentando el apoyo entre los votantes judíos de derecha y los evangélicos, mientras Netanyahu, que se enfrenta a otra elección en seis semanas, demostró que puede extraer de Washington concesiones que ningún otro gobierno israelí logró, según una valoración del diario Star de Canadá.

¿Qué mejor distracción para Donald Trump y Benjamin Netanyahu que el «trato del siglo» que supuestamente resolvería lo irresoluble: el intratable conflicto de décadas de duración entre israelíes y palestinos?, es una pregunta que aflora en círculos políticos.

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La iniciativa, por otra parte, es solo eso, no un acuerdo que deberían firmar las partes si estuvieran de acuerdo con ella, algo que parece difícil y que muchos consideran entierra la idea de dos estados.

Es algo de conocimiento internacional, todas las propuestas de paz anteriores incluían algunos cambios en las fronteras y el reconocimiento de las necesidades de seguridad de Israel, a cambio del reconocimiento de un Estado palestino. Ahora, entre otras cosas, se habla de la pronta anexión de territorios palestinos, de conculcación de derechos.

En lugar de refrescar la solución de dos estados, el plan Trump parece un paso más para enterrarlo.

La iniciativa estadounidense ?dicen que fue redactada por los israelíes- le da a Israel virtualmente todo lo que buscaba. El estado palestino que prevé se fragmentaría, con los asentamientos judíos que constituyen gran parte de la Ribera Occidental bajo control israelí. Estaría rodeado de territorio israelí y carecería de una verdadera soberanía. En resumen, no sería un verdadero estado en absoluto.

Aun más, la «mesiánica» idea del gobernante estadounidense, que ofrecería 50 mil millones de dólares para un estado palestino invisible, establece una larga lista de condiciones para que los palestinos alcancen incluso este tipo de independencia altamente controlada.

Para llegar a eso deben desarmar a Hamas, reconocer a Israel como un estado judío, y establecer un gobierno y un sistema legal totalmente al estilo occidental, condiciones inaceptables para los palestinos.

La aplicación del denominado plan de paz de Trump para el Medio Oriente es más que nada la consumación de la estrategia estadounidense-israelí de eliminar a Palestina como estado independiente.

Expectativas creadas ante la marcha de la llamada «Bofetada del Siglo» y críticas posteriores al ser divulgada el 28 de enero por Trump, junto al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en Washington, son vistas, además, como una distracción.

Thomas L. Friedman, especialista en política exterior y ganador tres premios Pulitzer preguntó en un análisis publicado en The New York Times. ¿Este plan se trata de dos estados para dos pueblos o se trata de una distracción para dos líderes sucios?

Tanto Trump como Netanyahu tienen una gran necesidad de cambiar de tema y apuntalar su base común de judíos de derecha y evangélicos, importantes puntos de apoyo para seguir al comando en sus países.

Esto huele mal, subraya Friedman, y precisa que el éxito de una iniciativa debe contemplar a ambas partes para que sea «seria y sostenible».

Netanyahu ya anunció que con las bendiciones de Trump, Israel se moverá rápidamente para aplicar su ley (equivalente a la anexión) al Valle del Jordán en Cisjordania y a todos los asentamientos judíos en el territorio ocupado, con lo que se consumaría parte de la política de un solo estado que promueven los sectores más reaccionarios en Washington y Tel Aviv.

La iniciativa contempla que Israel se quede con Jerusalén Oriental, más del 20 por ciento del núcleo de Cisjordania, con todos sus asentamientos, más el Valle del Jordán, y el 70 por ciento restante se convertirá en un estado palestino independiente, si los palestinos aceptan todo tipo de requisitos de seguridad.

El análisis apunta, además, que los israelíes quieren toda Cisjordania y consumar un solo estado donde vivan los 2,5 millones de palestinos de Cisjordania sin plenos derechos políticos, algo que nada envidiaría al régimen de apartheid que alguna vez existió en Sudáfrica.

Algunos críticos opinan que lo que está en marcha es un movimiento que sería el último clavo en el ataúd de la solución de dos Estados.

Una evaluación de Nathan Thrall, un especialista en la región y director del Proyecto Árabe-Israelí del International Crisis Group, plantea que el plan Trump sólo da los últimos toques a una casa que los legisladores estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, ayudaron a construir durante docenas de años.

Durante los últimos decenios, a medida que Israel se apoderó lentamente de la Ribera Occidental, poniendo más de 600 mil colonos en el territorio ocupado, Washington le proporcionó apoyo diplomático, vetos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, presión a los tribunales y órganos de investigación internacionales para que no persiguieran a Israel y dio miles de millones de dólares en ayuda anual.

Además de las reacciones escuchadas en el mundo árabe contrarias a la iniciativa, sectores políticos en el país la ven con escepticismo, más cuando fue ideada sin una contraparte, en este caso la Autoridad Nacional Palestina.

Un artículo de Laura Kelly y Brett Samuels, publicado en el diario The Hill, da mucha luz sobre lo que persigue con el plan. Poco después de su anuncio, el gobierno israelí dijo que votaría este fin de semana sobre la anexión del 30 por ciento de Cisjordania.

Trump no desconoce pero si posterga la idea de los dos estados pero, el palestino, solo sería establecido con condiciones que niegan el derecho al retorno, elimina sus derechos sobre Jerusalén y toda una serie de imposiciones que conculcan los derechos históricos de ese pueblo.

Al respecto, la senadora demócrata Elizabeth Warren desbarató el plan de la administración republicana, argumentando que no ofrecía un verdadero futuro para un estado palestino.

Pero no faltan los acólitos del mandatario como su embajador en la nación judía, David Friedman, quien dijo en una reunión informativa con periodistas que ‘Israel no tenía que esperar en absoluto’ para empezar a anexar áreas que el plan le designa.

Hoy, lo que está claro, pese a los bombos y platillos en Washington, es que no habrá un acuerdo sin que el pueblo palestino participe en la negociación. Más aún, Trump va camino a enterrar una solución a lo que se califica como el nudo gordiano de la crisis en el Medio Oriente, la solución de los dos estados, uno palestino y el reconocimiento del creado por Occidente en Israel en 1947.

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