Operación Miami de la FIFA

La FIFA estableció una asociación estratégica con EE.UU que puede entenderse de dos maneras. Una capitulación después del FIFA Gate con el pago de reparaciones por haberle concedido el Mundial a Qatar. O una nueva Alianza para el Progreso entre el mundo del fútbol y Washington.

CAPAC – por Gustavo Veiga en Derribando Muros

Miami está convirtiéndose en mucho más que una ciudad con glamour y riquezas obscenas entibiadas por el sol. Siempre fue un reducto en defensa del American way of life. Donde se amasan fortunas. Morada de Al Capone y residencia de artistas de Hollywood. Aquella en que Donald Trump y Lionel Messi eligieron vivir. Ahora se mudará hasta ahí una parte de la FIFA, pero no cualquiera. Son los departamentos de asuntos legales, riesgos y asesoría, más sus órganos jurídicos: la Comisión Disciplinaria, la de Apelación y la de Ética. Áreas sensibles que gozarán de igual o más opacidad que la garantizada por el cantón de Zúrich. La movida incluye el traslado de casi cien funcionarios desde Suiza hacia el estado de Florida.

  La noticia difundida por AFP se atribuyó a un vocero de la organización que preside Gianni Infantino. La decisión se basa en que se trata de “un órgano de gobierno mundial” que justifica el traslado definitivo para 2024.

  La FIFA que ejerce una gobernanza global no eligió a Nueva York como sede, igual que Naciones Unidas. ¿Prefiere las ventajas de un paraíso fiscal donde no se cobra impuesto sobre la renta o el patrimonio? ¿O cuál es la razón si en cada Mundial que organiza presiona para no pagar ningún gravamen? Florida es uno de los estados en EE.UU que atrae inversiones de esa manera. Con baja o nula tributación.

  En 2021, la actual secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, admitió que su país era “el mejor lugar para ocultar y lavar ganancias ilícitas”. Lo hizo seis años después del llamado escándalo FIFA de 2015, de que en 2018 se eligiera a Estados Unidos como sede del Mundial 2026 y tras una reunión de Infantino y Trump en la Casa Blanca en 2020 para blanquear el idilio por conveniencia. Con el eco ya lejano de las detenciones libradas contra dirigentes, empresarios de grandes cadenas o dueños de los derechos de TV, se había sembrado el terreno para que la FIFA llegara a Miami.

La corporación del fútbol, fundada en París en 1904, trasladada a Zúrich en 1932 – de la que conservará su sede- y camino a diversificarse a Miami y Singapur, es una organización que acumula fortunas a costilla de los estados nacionales. Sus voces explícitas o en el anonimato justifican la mudanza en razones estratégicas. Por varios motivos. La Copa coorganizada con México y Canadá del 2026, el Mundial de clubes de 2025, la llegada de Messi al Inter de Miami para rentabilizar el producto, y una cuestión de fondo que resulta más embarazoso admitir.

  La federación internacional estableció una asociación estratégica con Estados Unidos que puede entenderse de dos maneras. Una capitulación después del FIFA Gate al estilo Tratado de Versalles con el pago de reparaciones por haberle concedido el Mundial a Qatar. O una nueva Alianza para el Progreso entre el mundo del fútbol y la hasta hoy primera potencia capitalista.

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