ESCÁNER: 1961, el año que Cuba se convirtió en escuela
En una intrincada zona de Gran Tierra, extremo oriental de Cuba, en la provincia de Guantánamo, 14 de los más de 700 mil alfabetizados en la isla en 1961 aún recuerdan a la maestra Mirella Suárez.
CAPAC – Siempreconcuba.org
El sitio dista hoy de ser lo que hace seis décadas, cuando el pequeño país subdesarrollado -tras cerrar el capítulo de la dependencia a Estados Unidos- logró convertirse en solo un año en la primera nación en aniquilar el analfabetismo, durante la Campaña de Alfabetización.
Mirella sabe de esos cambios porque hasta allí fue años después de haber enseñado a leer y escribir a sus habitantes, para en una ruta histórica mostrarles a sus hijas el impacto del hecho cultural más importante y masivo de la Revolución cubana, luego de la propia Revolución.
A las mujeres les daba las clases en el día y a los hombres en la noche, contó en aquel entonces a ellas y ahora lo hace a Prensa Latina, y añade que tal vez el signo más distintivo de esa época fuera el farol para alumbrar las improvisadas aulas en las casas de los campesinos, a falta de luz eléctrica.
Conservo los mejores recuerdos de mi experiencia como alfabetizadora, la hospitalidad de los pobladores, la familia en que terminaban convirtiéndose, la emoción tras regresar años después, lo aprendido -dice- porque también para nosotros constituyó un aprendizaje.
Tenía tan solo 18 años cuando el líder histórico Fidel Castro anunció ante la ONU el 26 de septiembre de 1960 que Cuba sería el primer país de América que a la vuelta de unos meses no tendría un solo analfabeto, y cuando el 28 de enero de 1961 realizó el llamado para sumarse a la Campaña Nacional de Alfabetización.
Si bien no encontró la oposición tácita de su familia, “porque todos éramos profundamente revolucionarios, sí tuve que convencer a mi hermana menor de la decisión de estar donde más se me necesitara, ante su pedido de quedarme en la ciudad”, recordó Mirella al evocar un proceso que, aseguran investigadores, tuvo un fuerte componente de motivación personal y voluntariedad.
En abril de 1961, mientras ella partía a la preparación para ir a las montañas, Fidel Castro pronunciaba su discurso en las honras fúnebres de quienes perdieron la vida en los bombardeos previos al ataque organizado por el gobierno de Estados Unidos en Playa Girón, Bahía de Cochinos, en el sur de la isla.
La primera víctima de las bombas fue el alfabetizador Valerio Rodríguez, quien engrosó así la lista de mártires encabezada por el maestro de 19 años Conrado Benítez, y más tarde por Manuel Ascunce, de 16, y su alumno, el campesino Pedro Lantigua, hasta sumar 10 educadores asesinados.
La Campaña de Alfabetización, sin embargo, no se detuvo y 1961 hizo justicia a su nombre: “Año de la Educación”.
La maestra Mirella estuvo aquel 22 de diciembre en la Plaza de la Revolución de la capital cuando, tal como lo prometió, el líder histórico declaró a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo, al tiempo que la multitud de jóvenes maestros solicitaban nuevos retos: “Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer”.
PRELUDIO DE UNA GESTA
Cien años antes de aquellos acontecimientos avanzaba en Cuba la consolidación de la identidad nacional, que dio inicio a las luchas por conquistar la independencia de la isla del colonialismo de España.
Es allí donde especialistas de la Cátedra de Alfabetización y Educación de Jóvenes y Adultos del Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño (IPLAC) y varios investigadores cubanos ubican los antecedentes primeros de la Campaña, según el libro La alfabetización cubana: raíces y continuidad (1961-2011).
De acuerdo con el texto, pensadores como José Agustín Caballero, el padre Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Martí y José Antonio Saco crearon el aval pedagógico que sustentaría luego el proceso de 1961, y fue el maestro Rafael Morales (Moralitos, 1845-1872) quien elaboró la primera cartilla conocida hasta hoy.
Durante la etapa neocolonial, por su parte, la fundación de la Federación Obrera de La Habana en 1921 y, en 1923, la Universidad Popular José Martí significaron otro punto de ruptura; seguido de la labor del Ejército Rebelde desde 1956,al garantizar la educación de las tropas mientras libraba al país de la tiranía de Fulgencio Batista.
El líder histórico Fidel Castro había diagnosticado para entonces, en el juicio por las acciones del 26 de julio de 1953 contra la dictadura, las estadísticas de una sociedad que heredaba el 50 por ciento de sus niños en edad escolar sin asistir a la escuela y el 41,7 por ciento de personas iletradas, solo en las zonas rurales del país.
CAMPAÑA ADENTRO
Creer en imposibles y, sobre todas las cosas, hacer realidad lo aparentemente inalcanzable, pareciera menos difícil para Cuba desde aquel año en que disminuyó de un 23,6 a un 3,9 el por ciento el analfabetismo en el país.
Bien lo sabe Luisa Campos, directora del Museo Nacional de la Campaña de Alfabetización, y encargada de velar celosamente por valores patrimoniales que van desde libretas ametralladas por los bombardeos a Playa Girón, hasta la historia del alfabetizador más joven (con solo 8 años) o el alumno más longevo (de 106).
En declaraciones a Prensa Latina, la también profesora de Historia y máster en Ciencias reconoce que, entre lo más valioso del centro, están las cartas enviadas por los alfabetizados a Fidel Castro cuando aprendieron a leer y escribir “que hoy forman parte del programa Memoria del mundo de la Unesco”, recordó.
También pueden encontrarse anécdotas como aquella de Evelia Domenech -madre de Manuel Ascunce- quien en medio del velorio de su hijo hizo a través de la prensa un llamado a los padres de los alfabetizadores, pues los asesinatos no podían ser un motivo para abandonar la Campaña.
Campos delimita momentos fundamentales de la gesta histórica, entre ellos la convocatoria del líder cubano en 1960 a jóvenes de bachillerato, conocidos como Maestros Voluntarios; luego el llamado a 100 mil estudiantes que estuvieran dispuestos a ir a los campos del archipiélago cubano y la creación en agosto de 1961 de las brigadas Patria o Muerte, por solo mencionar algunos.
Sobre la concepción pedagógica utilizada, el doctor en Ciencias Felipe de Jesús Pérez-Cruz, durante años encargado de profundizar en la historia de la educación, señala que se puso en acción una práctica retomada hoy por el movimiento de educadores populares en América Latina y el Caribe, la cual enfatiza en la participación de los educandos en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Así, nacieron los principales instrumentos didácticos de la Campaña: La Cartilla Venceremos;el Manual Alfabeticemos, para orientar la enseñanza de la lecto-escritura, y el libro Ahorrar, producir y organizar, para las nociones elementales de cálculo, declaró a Prensa Latina.
De igual manera, insistió en el elemento de reafirmación sociocultural del hecho de enseñar a los iletrados a escribir su nombre, para liberarlos de utilizar la huella dactilar en lugar de la firma.
Un factor de éxito -a su juicio- constituyó la vinculación de todo el pueblo, “lo que permitió a Cuba convertirse en una sociedad educadora, pues en la hazaña participó más del 70 por ciento de la población”.
Además de las labores escolares, los brigadistas realizaron encuestas sobre salud, atención médica, estado de las viviendas y contribuyeron a crear correctos hábitos de salud, higiene, convivencia familiar y social.https://view.genial.ly/61eac366a121070012b658a5#?secret=WuMxig2RSA
“Esa huella está en aspectos tan específicos como el establecimiento del primer sistema de postas de correo, atendiendo a los lugares donde se desarrollaron las actividades de la alfabetización”.
Y es que el propósito no fue solo instruir, si no mejorar la calidad de vida, la dinámica familiar y comunitaria, y ello arrojó luces sobre el diseño de la política educacional y cultural, así como sobre la praxis política necesariamente centrada en el hombre, aseguró Pérez-Cruz.
De su concreción devino el posterior surgimiento de nuevos programas de estudio en la isla, la educación de adultos, la batalla por el sexto y noveno grados, hasta llegar a la educación universitaria, reafirmó.
MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS
Corría el año 2001 cuando Fidel Castro conoció por la pedagoga Leonela Relys de las experiencias de alfabetización de educadores cubanos por la vía de la radio desde la década del ´90 del pasado siglo en Haití, en lengua “creole”.
“En ese momento expresó que íbamos a desarrollarla por televisión, y nos dio la encomienda de crear una cartilla en 4 o 5 páginas por los problemas económicos existentes en el mundo. Además, insistió en que sería bueno iniciar por la palabra ´casa´, que todo el mundo conoce”, contó la educadora años después.
Surge así el método de alfabetización Yo, sí Puedo, que ha llegado a más de diez millones de personas de 30 países, con una actualización hoy para dispositivos móviles y un programa continuador (Yo, sí puedo seguir), del cual se han graduado más de un millón de personas en el mundo.
Acreedor de diversos reconocimientos de la Unesco, como la Mención Honorífica Rey Seijong, en el año 2002 y 2003, y el premio homónimo en el 2006, ambos planes son la continuidad de las experiencias internacionales de la escuela cubana de alfabetización, iniciadas en la década del ´70 y ´80 del pasado siglo.
“Comenzó por Nicaragua con el primer mandato del actual presidente Daniel Ortega, luego estuvimos en Angola y Etiopía, y más tarde en Bolivia y Venezuela, aunque hemos llegado hasta lugares tan insospechados como Nueva Zelanda y (el municipio de) Sevilla, en España”, comenta Luisa Campos.
Hoy, mientras el mundo atraviesa una de las peores crisis sanitarias a causa del impacto de la Covid-19, la colaboración internacional cubana en materia de educación no se detiene, y no lo hará mientras las estadísticas registren casi 800 millones de adultos y jóvenes sin competencias básicas para escribir y leer.
Tal como se inició aquella gesta del año 1961, desde las zonas más intrincadas, así continuarán los profesionales de la isla enseñando “la habilidad para leer el mundo”, según definiera el pedagogo brasileño Paulo Freyre a la alfabetización.