Detrás del cierre de Télam

Con un email, el gobierno informa a los empleados de la agencia que están «dispensados de cumplir con sus tareas por un plazo de siete días» y la policía valla la entrada. El gobierno ataca el derecho a informarse del pueblo para garantizar el saqueo del Estado.

CAPAC – por Marina Menéndez Quintero en Cubaperiodistas

Aunque el email que les dio a conocer la mala nueva, dijo a los empleados de Télam que estaban «dispensados de cumplir con sus tareas por un plazo de siete días», nadie dentro ni fuera de la prestigiosa agencia argentina de noticias, ha creído en la temporalidad del indeseado descanso.

Un día después de que la sede principal del medio amaneciera rodeada de vallas levantadas por la policía, con decenas de sus agentes apostados en las puertas para impedir el paso, la estrecha y larga calle bonaerense de Bolívar, donde se ubica el edificio, estaba totalmente repleta de ciudadanos que desconocieron la presencia de los uniformados a la hora de rechazar una medida tan antidemocrática como antisocial.

Lo que más asusta del todavía corto pero arrasador mandato del presidente Javier Milei es un programa económico que quiere volver a la desarticulación de la institucionalidad y el Estado para ponerlo todo, lo grande y lo chico, en manos de los privados.

La parte gruesa del paquete, arrempujada mediante decenas de legislaciones en el gran folder que se conoce como Ley Ómnibus, todavía Milei no ha logrado que la apruebe el legislativo.

Sin embargo, la letra chica del programa ya ha echado a andar y dejado sus secuelas. El incremento mensual de los índices de pobreza y de marginalidad constituye el primer saldo fatal entre la gente, provocado por la devaluación decretada del peso argentino y la consiguiente inflación, la reducción de los subsidios, el alza en los impuestos y sobre todo, por los cientos y cientos de despidos.

Pero ese plan económico ultrarreaccionario, que obviamente grava la esfera social, también tiene una cara retrógrada en el plano cultural.

La enajenación que pareciera pretender un ejecutivo muy dado a la grandilocuencia pero a quien se le facilita poco demostrar sapiencia, sería una consecuencia fatal en el plano de las ideas, provocada por el retroceso a ultranza que se pretende imponer a los principios y valores que rigen la sociedad.

Dos días antes del cierre de Télam, el ejecutivo anunció la insólita prohibición del uso del denominado lenguaje inclusivo en el sector de la administración pública, y de todo lo relacionado con la perspectiva de género, lo que significará un golpe a las conquistas obtenidas por las mujeres en las décadas recientes que ya tiene expresión en recortes de presupuestos y otras medidas dirigidas a secretarías e instituciones donde los problemas de las féminas tienen representación.

El argumento del ejecutivo para hacerlo, deja ver las pocas luces de su pensamiento ultraconservador: supuestamente, la perspectiva de género ha sido utilizada como «negocio de la política».

En un ámbito similar corren las excusas para la agresión que ha constituido el cierre de Télam, sea temporal o no. Según alegó el mandatario tres días antes, la agencia había sido «utilizada durante las últimas décadas como agencia de propaganda kirchnerista».

Ni siquiera eso sería válido para justificar una acción calificada como golpe al derecho a la información, primer paso para una sociedad distante de cuanto ocurre e incapacitada para razonar. Pero el presunto kirchnerismo de la agencia tampoco resulta cierto.

Télam es un medio público que tiene un bien ganado prestigio desde su fundación en 1945 como amplia fuente informativa. Sus servicios proveen de material periodístico a unos 2 800 abonados entre los que se cuentan medios de prensa nacionales e internacionales, y oficinas gubernamentales nacionales, provinciales y municipales; produce también un diario impreso, y materiales audiovisuales y radiales.

Además de la pérdida de tanto bagaje informativo, su cierre significará la existencia de casi otros 800 argentinos sin empleo.

El desguace

Aparte de la ostensible guerra cultural de Milei, uno puede darse cuenta de que el cierre de la agencia forma parte del plan de ajuste que despoja de todo al Estado, en el propósito de cumplir las metas del FMI y reducir el déficit fiscal, como si eso fuera la salvación de la economía… y de la vida argentina. Le llaman el desguace de la institucionalidad.

Desde noviembre pasado, el jefe de Gobierno se había pronunciado por un recorte en los medios públicos para seguir enflaqueciendo al Estado, también desde el importante sector de la prensa.

Durante una entrevista que reseñó el sitio digital perfil.com, el presidente adelantó en esa oportunidad que lo que llamó de forma sarcástica «el Ministerio de Propaganda» tenía que ser privatizado, con lo cual aludía a la Televisión y Radio Nacional.

También a Télam.

Entonces Milei repitió algo que ya venía diciendo: «Todo lo que pueda estar en manos del sector privado, va a estar en manos del sector privado».

Esa es la suerte que seguramente correrá la agencia, a merced, como el país, de un hombre que ha sido genialmente retratado, junto a otros de su camada, por un importante actor y escritor argentino que también funge como funcionario de la TV Nacional: «Hay una cosa en la cabeza de estas personas que es 50 por ciento negocio… y 50 por ciento, ignorancia».

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