Agramonte – El machete de El Mayor brilla hoy en nuestras cargas revolucionarias (+ video)

En sus 32 años de vida Ignacio Agramonte y Loynaz participó en más de 100 combates, brilló como estadista y su machete sigue inspirando hoy las cargas revolucionarias del pueblo cubano.

CAPAC – por Pedro Rioseco López-Trigo – tomado de Granma

Ignacio Agramonte y Loynaz, El Mayor como le llamaban sus tropas mambisas, cumpliría este 23 de diciembre 182 años de su nacimiento. En sus 32 años de vida participó en más de 100 combates, brilló como estadista y su machete sigue inspirando hoy las cargas revolucionarias del pueblo cubano.

Nació en Puerto Príncipe, actual Camagüey, un 23 de diciembre de 1841, en el seno de una familia criolla ilustre y rica de esa región y, desde pequeño, parecía gozar de plena compatibilidad y comunicación con su padre, abogado de profesión, quien junto a su esposa estimulaban su curiosidad intelectual.

Sus primeros estudios los realizó en su ciudad natal hasta los 11 años y tras una breve estancia en el Colegio El Salvador en La Habana, partió hacia Barcelona donde cursó tres años de Latinidad y Humanidades. En 1855 inició los estudios de Elementos de Filosofía, en opción al título de Bachiller en Artes, y matriculó en la Universidad de Barcelona en 1856.

Al año siguiente regresó a Cuba y, luego de unas breves vacaciones en su Camagüey natal, comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, siguiendo la tradición profesional de los Agramonte. En la universidad se gradúa como Licenciado en Derecho Civil y Canónigo en 1865, y obtiene el Doctorado el 24 de agosto de 1867.

Al concluir sus estudios Agramonte ejerció como juez de paz del barrio habanero de Guadalupe y ejerció su profesión en esa ciudad. Desde mediados de 1868 se traslada a Puerto Príncipe, donde ese año contrajo matrimonio con Amalia Simoni Argilagos, culta principeña progresista a quién idolatró siempre y quien acompañó luego a su esposo a la guerra y conoció penurias y peligros.

Participó Agramonte en las labores conspirativas que condujeron al alzamiento de los camagüeyanos el 4 de noviembre de 1868, incorporándose a la Guerra de los Diez Años donde alcanzó el grado de Mayor General del Ejército Libertador y fue fundador de la Junta Revolucionaria de esa región.

En sus tres años y medio de vida militar, hasta morir en combate a los 32 años, participó en más de 100 combates y supo combinar los principios de la táctica con la lucha irregular en las extensas sabanas de Camagüey, en especial con las cargas de caballería. Llegó a establecer una sólida base de operaciones en ese territorio y prestó especial atención a la preparación militar y general de los jefes y oficiales, para lo cual creó escuelas militares como la de Jimaguayú.

Impuso estricta organización y disciplina a sus tropas. «El Bayardo» fue otro sobrenombre con el cual pasó a la historia, como símbolo de gallardía, patriotismo y valor. Enrique Collazo Tejada, brigadier cubano y escritor, define a Agramonte como «salvador de la Revolución». Collazo, abogado, amigo de la familia, y excombatiente a las órdenes de Agramonte, lo describió como «coloso genio militar». El estadista y patriota cubano, Manuel Sanguily Garrite destacó su extraordinario relieve continental como «un Simón Bolívar».

Al agudizarse sus discrepancias con el presidente Carlos Manuel de Céspedes, presentó su renuncia, el 1 de abril de 1870, la cual fue aceptada el 17. Sin mando, pero conservando el grado de Mayor General, continuó la lucha acompañado sólo por su escolta y pequeñas fuerzas que se le sumaron.

En tales condiciones realizó alrededor de 19 acciones combativas hasta que, comprendiendo la importancia de mantener la unidad entre los cubanos, aceptó el ofrecimiento de Céspedes, el 13 de enero de 1871, de reincorporarse al frente de las fuerzas de Camagüey y reasumir el mando de esa división.

Una de sus acciones más destacadas fue el rescate del brigadier Julio Sanguily, sorprendido enfermo y capturado en un rancho de enfermería mambisa. Al recibir la noticia El Mayor, sin averiguar cuántos eran los enemigos, sino en qué lugar estaban, ensilló su caballo y se dirigió a sus 70 soldados: «Mis amigos, la cuestión está clara. Al brigadier Sanguily lo han hecho prisionero los españoles. Todo el que esté dispuesto a rescatarlo o morir, que dé un paso al frente».

«Mis amigos, la cuestión está clara. Al brigadier Sanguily lo han hecho prisionero los españoles. Todo el que esté dispuesto a rescatarlo o morir, que dé un paso al frente»

Ignacio Agramonte

El Mayor improvisa 35 jinetes. A la vanguardia el capitán Henry Reeve, con cuatro rifleros de la escolta, informó a su jefe que los españoles estaban alrededor de un pozo de agua. Agramonte entonces desenvaina su machete y ordena rescatar a Sanguily vivo o muerto o perecer en la contienda.

Ante el avance al galope de las fuerzas cubanas, el sargento español que custodiaba a Sanguily lo derribó de la montura y le hizo un disparo a corta distancia que le inutilizó para siempre la mano, pero ya Agramonte se hallaba junto a él al frente de la carga, y ante la cual se dispersaron los españoles. «Mis soldados no pelearon como hombres, ¡Lucharon como fieras!», dijo El Mayor.

En la madrugada del 11 de mayo de 1873 le llegan noticias de la presencia del enemigo en Santana de Cachaza. El Mayor arenga a su tropa para la batalla y ordena atraer esa fuerza al Potrero de Jimaguayú, 32 kilómetros al suroeste de la ciudad de Camagüey, pero los españoles no mordieron el anzuelo.

Agramonte se percata de ello y se separa de la caballería para dar órdenes precisas a la infantería, que debía atraer al enemigo al fondo del potrero. Parte con su escolta rumbo al vado que permitía cruzar un arroyo para unirse a la caballería y es cuando una fuerza española de avanzada oculta en el arroyo, lo sorprende y hiere mortalmente de un balazo en la sien derecha.

Sus tropas realizan varios intentos, pero no logran rescatar el cadáver caído entre una hierba muy alta. Los españoles lo llevan luego a Camagüey donde el Padre Olallo lava sus restos mortales y reza por él antes de ser incinerado.

A los 32 años, en plena juventud, El Mayor pasó a la inmortalidad y su ejemplo independentista de no rendirse nunca sigue hoy inspirando a los cubanos.

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