China II: La importancia de la educación

China ha ganado mucho pero también ha perdido mucho en términos de filosofía y valores. El consumismo ocupa, como en nuestras sociedades, un lugar central que  ya ha obligado al gobierno a dar un golpe de timón, alejándose un tanto del modelo de enseñanza occidental y recuperando el propio.

CAPAC – por Alberto Cruz/Ceprid/La Haine en el Pajaro Rojo

En los últimos 40 años, China ha ganado mucho pero también ha perdido mucho en términos de filosofía y valores. El consumismo ocupa, como en nuestras sociedades, un lugar central. La mentalidad frívola, ansiosa y desinteresada, también. Los sueños burgueses son casi los mismos que en Occidente. Pero, a diferencia de en otras partes, en China hay mucha resistencia, especialmente en las universidades y en un sector nada desdeñable de la juventud. Tanta, que ya ha obligado al gobierno a dar un golpe de timón, alejándose un tanto del modelo de enseñanza occidental y recuperando el propio.

En 2014 se dio un importantísimo impulso a una campaña denominada “Más Marx, menos Occidente” impulsada por dos universidades, las de Henan y Nanjing, para presionar al gobierno chino con la finalidad de aumentar el número de asignaturas marxistas en el sistema de enseñanza.

La campaña fue asumida por un colectivo de estudiantes llamado “Jóvenes Marxistas” y se ha extendido en la práctica totalidad de los campus universitarios. Se critica la “pérdida de valores y confusión social” en que se encuentran los estudiantes ante una sociedad que va perdiendo de forma progresiva su propia cultura en detrimento de los valores occidentales al calor de las prácticas capitalistas que se han implantado desde hace casi 40 años en China.

El movimiento ha adquirido una magnitud tal que el gobierno se ha visto obligado a ir “desoccidentalizando” las materias universitarias e introduciendo lo que el gobierno llama “cursos de pensamiento y política”, aunque no quiere darles un cariz tan marxista como el que reclama este movimiento. Sin embargo, no puede dejar de tenerlo en cuenta y así hay que interpretar la arremetida contra la enseñanza privada y la nueva reglamentación del Ministerio de Educación.

Desarrollar la autonomía académica

La resistencia de los sectores universitarios tiene un notorio éxito: en enero de 2020 el Ministerio de Educación emitió una normativa por la cual las escuelas de primaria y secundaria solo pueden usar libros chinos, y no extranjeros como se hacía en muchas de ellas. La justificación dada no tiene contra-argumentación posible puesto que se habla de “desarrollar la autonomía académica en lugar de seguir ciegamente la educación extranjera”.

Es en este sector donde se ha visto otro movimiento no inesperado pero sí sorprendente por su dureza: en julio de 2021 ha arremetido contra el muy lucrativo sector de la educación privada de dos maneras. Por una parte, aumentando los fondos y los medios a su sector público de enseñanza. Por otra, fortaleciendo el control estatal sobre ella.

En China la educación está muy por encima de la media de cualquier país, especialmente en el ámbito universitario, y las academias privadas, los cursos de apoyo y preparación a los exámenes y la educación competitiva llevan mucho tiempo haciendo su agosto. Hasta ahora. Los nuevos ricos, obsesionados con el éxito de su prole, no tienen reparos en gastar lo que sea para que se hagan un huequito entre la élite. Esto ha permitido que haya gigantes de la educación similares a Ma y algunos de ellos son quienes tienen como referencia el modelo educativo de Estados Unidos.

La ley aprobada por el gobierno chino restringe bastante los privilegios de que gozaba la enseñanza privada. No solo eso, sino que está recuperando textos escolares de contenido propio, alejándose del “modelo occidental”, y acotando también este campo tan importante de penetración del capitalismo en las nuevas generaciones. Prácticas que hasta ahora eran si no alentadas sí toleradas se tienen que tentar la ropa a partir de ahora.

La industria de los videojuegos y su impacto en los menores.

Y por si todo ello fuese poco, este mes de agosto ha arremetido contra la industria de los videojuegos y su impacto en los menores. No obstante, aquí hay que hacer una salvedad: no ha sido el gobierno, sino un sector del gobierno.

La historia comienza el domingo 1 de agosto cuando el “Diario de Información Económica”, vinculado a la agencia Xinhua, publicó una investigación en la que calificaba a los juegos en línea como “el opio espiritual”, como “la droga electrónica” de los jóvenes y decía que su impacto en la salud de los adolescentes no debe subestimarse. La referencia al opio en China es como mentar a la madre porque recuerda la “guerra del opio” con la que los occidentales hundieron el imperio chino, penetraron en el país, Gran Bretaña se anexionó Hong Kong y la drogadicción se generalizó. Todo de la mano de Occidente.

La consecuencia inmediata fue que la principal empresa de videojuegos de China perdió en bolsa más del 6% al día siguiente, aunque hubo otras que perdieron hasta el 12%. Eso son miles de millones. Hay quien dice que el equivalente a 55.000 millones de euros.

El revuelo fue mayúsculo, y algo debió pasar dentro del gobierno o del Partido porque el artículo en cuestión fue suavizado con otro en el que desaparecía la expresión “opio espiritual” aunque se mantenía todo lo demás. Por ejemplo, que la adicción a los juegos en línea tiene “un impacto negativo en la fisiología y en la psicología de los adolescentes”, que “afecta al rendimiento académico” y que “conduce a trastornos de personalidad”.

Por una parte, el hecho de que se “suavizasen” algunas expresiones o desaparecieran, pero se mantuviese el grueso del artículo, indica una lucha evidente entre quienes apuestan por el negocio y quienes lo hacen por la población. El sector, como en todas partes, es muy lucrativo y genera cientos de miles de millones. Y ha habido una especie de “explicación” porque hay otro artículo posterior, el lunes 2 de agosto, en el que se dice que es “inmoral culpar a las compañías de videojuegos” porque “los padres y la comunidad en general son responsables de abordar el juego excesivo” y que “las escuelas, los desarrolladores de juegos, los padres y otras partes deben trabajar juntos”.

Pero el toque de atención ha sido advertido por las empresas. La principal, Tencent, que controla la mitad del mercado chino, ya ha dicho -el martes, un día después de las pérdidas- que va a introducir “salvaguardias tecnológicas para limitar el tiempo de juego a los menores de 12 años”. Dice que impondrá un sistema por el que solo se podrá jugar una hora diaria en los días escolares y dos horas en los fines de semana y fiestas, pudiendo jugar sólo hasta las 10 de la noche y nunca antes de las 8 de la mañana. Dice también que inspeccionará a cualquier usuario que siendo menor de edad finja ser un adulto.

Entorno cibernético saludable

En cualquier caso, lo interesante es el artículo. Decía que diversas encuestas han demostrado que casi el 12% de los alumnos juegan todos los días, que más del 26% lo hace cada dos o tres días y que deben implementarse medidas que complementen a las que ya se han puesto en marcha dirigidas a la enseñanza privada, sobre todo a las tutorías y academias, para salvaguardar el bienestar social y construir un entorno cibernético saludable, porque, así, se apunta al desarrollo económico y social a largo plazo. Y decía algo más: “no se puede permitir que ninguna industria se desarrolle de una manera que destruya a una generación”.

Ni qué decir tiene que lo más bonito que se ha dicho de esto en Occidente es “represión”. Como es lógico, se habla de las pérdidas económicas (no solo de las compañías chinas, sino de las occidentales) y se estima que supondrán un billón de dólares. Y se preguntan si “la represión de Xi contra las empresas de tecnología y tutoría [enseñanza privada] se detendrá ahí”. Aquí hay que fijarse: Rusia es “la Rusia de Putin”, China es “la China de Xi”. Nadie dice “los EEUU de Biden”, “la Gran Bretaña de Johnson” o “la Francia de Macron”. Putin y Xi personalizan toda la maldad del mundo y tiene que quedar claro siempre.

Pero claro, arremeter contra las medidas chinas no es políticamente correcto porque es algo que se produce también en Occidente, aunque no se actúa como en China. Por eso en un primer momento se dijo que “hay temor de que vaya demasiado lejos”, que “dañe al sector” y que eso supondrá “dañar el crecimiento a corto plazo y la innovación a largo plazo”. O sea, que se puede vigilar (un poquito) a los monopolios de los videojuegos pero, eso sí, sin asustar porque “eso produce una reducción del crecimiento del Producto Interior Bruto”.

China está restringiendo la economía privada

En cualquier caso, “China [la de Xi, lo que se repite de forma machacona] está restringiendo la economía privada” y eso supone que “los consumidores también están sufriendo”.

Y de manera muy gráfica añaden: “los líderes del Partido Comunista parecen cada vez más cómodos aceptando un daño económico considerable para lograr objetivos no económicos”. Capitalismo en estado puro: lo único importante es la economía y no lo social porque eso son “objetivos no económicos”.

En medios chinos izquierdistas, que los hay (claramente maoístas), se habla muy bien de las medidas del gobierno “contra las tendencias antisociales” que “frenan los excesos del desarrollo capitalista” y “reafirman la primacía del socialismo”. No he visto este discurso en las páginas gubernamentales, pero algo de eso hay.

Tanto que, ahora sí, cuando ya han pasado unos días, son muchos los medios de propaganda occidentales que se hacen eco de la “nueva represión”. Se leen cosas como ésta: “Alibaba [la empresa de Ma] y Tencent, dos de las empresas más grandes de China y entre las más visibles para los inversores internacionales, han recibido grandes golpes”. O esta: “Muchos inversores estadounidenses están tratando de anticipar posibles objetivos para la próxima represión de China”. O esta otra: “Muchos analistas han recurrido a leer viejos discursos del presidente Xi y analizarlos en busca de pistas sobre otras empresas y negocios que podrían ser blanco de ataques”.

Y Bloomberg, que controla más de un tercio de toda la industria financiera del capitalismo, es quien da la pista definitiva: “Xi ha denunciado el contenido en línea ‘obsceno’, la desigualdad educativa y la especulación del precio de la vivienda en los distritos escolares populares”. Y recalca: “en este punto deberíamos saber que Xi generalmente cumple con lo que dice”.

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