Cuba: Víctimas del terrorismo de Estado
Durante más de seis décadas se ha ejercido el terrorismo el Estado contra Cuba, disimiles han sido los medios y los métodos empleados por doce administraciones estadounidenses para doblegar al pueblo cubano. Un bloqueo total generalizado, aún en los tiempos de pandemia.
CAPAC- Por José Luis Méndez Méndez/ Tomado de Resumen Latinoamericano Cuba/ Foto: AFP.
La diplomacia cubana ha sido uno de los sectores afectados por el terror, cientos de agresiones contra sus representaciones se registran, que han ocasionado la muerte y lesiones a sus funcionarios, además de cuantiosos daños materiales en decenas de países, la más reciente a finales de mayo de 2020 contra la embajada de Cuba en Estados Unidos, hecho todavía impune.
No solo la detonación de bombas, los planes de atentado contra los principales dirigentes de la Revolución, en primer lugar para asesinar a su líder histórico, Fidel Castro Ruz, también el secuestro y la desaparición de sus funcionarios diplomáticos, habilidad adquirida en las relaciones de los terroristas de origen cubano, con asiento en territorio norteamericano, con los represores del Cono Sur latinoamericano en el marco de la Operación Cóndor, de la que fueron ejecutores activos.
Los extremistas criollos realizaron varios ensayos, el primero fallido el 23 de julio de 1976, cuando intentaron secuestrar al cónsul de Cuba en Mérida, Yucatán y resultó asesinado el compañero Artaigñan Díaz Díaz, quien lo acompañaba en ese momento.
Después, el 9 de agosto del mismo año fueron secuestrados, torturados hasta la muerte y desaparecidos los jóvenes funcionarios Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández, de 22 años y 26 años respectivamente, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, donde permanecieron en paradero ignoto durante más de tres décadas, hasta que fueron encontrados su restos dentro de tanques a los cuales se les añadió cemento, para después de sellados ser arrojados a un basurero. Fueron regresados a sus provincias natales, Pinar del Río y Sancti Spiritus, en los años 2012 y 2013, donde reposan como héroes y mártires de la Patria.
Parte de los represores que intervinieron en el operativo para desaparecer a los diplomáticos cubanos, fueron juzgados y sentenciados a largas penas de prisión en el 2013, pero pocos años después, durante el gobierno de Mauricio Macri, fueron beneficiados y conmutadas sus sanciones por reclusión domiciliaría.
El origen de estos métodos en Argentina se le atribuyen a conexiones, asesorías y enseñanzas de varias escuelas castrenses internacionales: a la francesa por su experiencia en las guerras en Indochina y Argelia; a la norteamericana por su larga historia de intervenciones en dictaduras, en particular en la agresión a Vietnam y ataques en varias latitudes, y también a la sudafricana por los años de empleo del terror para mantener sus colonias africanas y someter por medio del terrible apartheid.
Lo sustentado por la historia es que en Venezuela, durante la década de los años sesenta, con asesoría norteamericana y agentes de la CIA de origen cubano insertados en sus cuerpos represivos, el secuestro y la desaparición se emplearon con profusión. Se estiman en más de mil los casos de este tipo ocurridos durante los años de represión en ese país, lo cual es un antecedente de lo ocurrido en el Cono Sur de América Latina, pocos años después.
Este es el escenario político en el que se producen los hechos que relatamos, y que ocurrieron antes y después del 24 de marzo de 1976. La presencia de una Embajada de un país socialista como Cuba en la Argentina dominada por la represión, era un iceberg salvador para los perseguidos políticos de los países de la región, víctimas de las entonces dictaduras gobernantes.
La Embajada de Cuba en Argentina, sus oficinas, sus funcionarios y empleados fueron blancos de la represión, del hostigamiento para obstaculizarsu gestión diplomática y comercial. Ciudadanos argentinos que trabajaban en sus dependencias, militaran o no en organizaciones políticas opositoras, fuesen activistas o simples trabajadores de la sede, fueron secuestrados y desaparecidos; algunos hasta hoy, permanecen en las listas de los miles de hombres y mujeres que quedan por encontrar e identificar en Argentina.
Era tan intenso el “trabajo” de estos depredadores, que algunos tuvieron que recibir descanso, tratamiento psicológico e incluso ser trasladados de tareas o dados de baja, padecían de la llamada “fatiga de guerra antisubversiva”. En los expedientes archivados en el Hospital Central Militar Mayor Cirujano Dr. Cosme Argerich en Buenos Aires, hay ejemplos de esos casos. Uno de los sicarios del jefe torturador Aníbal Gordon, fue internado y en su hoja clínica escribió el médico que lo atendió: “Refiere que durante las noches se despierta y ve a los muertos, a los que mató, lo vienen a buscar.” Se recomienda la jubilación anticipada.
¿Qué hizo que un diminuto archipiélago caribeño, distante a miles de millas del Cono Sur de América Latina, se convirtiera en un blanco priorizado de los horrores de la Operación Cóndor? Varios factores principales parecen explicarlo: el principio de la solidaridad internacionalista ejercido por Cuba, al dar abrigo a cientos de refugiados latinoamericanos que encontraron, al salir de sus países, un refugio seguro y militante en la Isla; la solidaridad hacia la independencia de Angola y la oposición activa contra el racista apartheid sudafricano; la participación de terroristas anticubanos radicados en los Estados Unidos, como mercenarios al servicio de ese país en la trasnacional del crimen que fue Cóndor y la obcecada política de sucesivas administraciones empeñadas en derrocar a la Revolución cubana, que utilizaron los más depravados medios para intentarlo.
En los inicios de 1974, ya estaba en curso y activa la alianza de los grupos anticubanos de Miami con los grupos derechistas del Cono Sur, en lo que meses después, oficialmente, se constituiría como Operación Cóndor. Esto marcó un incremento en la ejecución de actos de terror contra la Isla. En Miami, incluso, aparecieron organizaciones terroristas que se inspiraron en el golpe fascista en Chile: así surge Omega-7, el 11 de septiembre de 1974, que se integraría con miembros del Movimiento Nacionalista Cubano (MNC) de corte fascista, cuya sede principal estaba en la llamada zona Norte, en los estados norteamericanos de Nueva York y Nueva Jersey; coincidentemente, Omega-7, calificada por el FBI como una de las más activas de su tipo en los Estados Unidos entre 1974 y 1983, dejó de acreditarse acciones el 11 de septiembre de 1983.
A principios de 1974, la organización terrorista de Miami, Frente de Liberación Nacional Cubano, FLNC y Acción Cubana del mismo corte, dirigida entonces por el terrorista internacional Orlando Bosch Ávila y que operaba en América Latina con el respaldo de la DINA, de Chile, urdieron el plan de enviar bombas por medio del correo postal internacional a entidades diplomáticas y comerciales de Cuba, para que al ser abiertos por los funcionarios, los sobres explotasen.
Los terroristas prepararon bombas con el empleo de explosivos plásticos, cuyas cápsulas detonantes, de fabricación chilena, fueron proporcionadas por la dictadura militar pinochetista. Estas bombas fueron introducidas en envíos postales y libros, cuyos remitentes registrados en México, eran falsos y comenzaron a ser enviadas en enero de ese año.
El 20 de enero de 1974, el correo argentino llevó la correspondencia del día para la embajada de Cuba en Buenos Aires. La misma se revisaba, por medidas de seguridad, antes de ser entregada a los distintos funcionariosy oficinas.De esta actividad se encargaba el funcionario Luis Mariano Mustelier Estrada. Ese día estaba terminando su labor de revisión, cuando un libro se le hizo sospechoso por su excesivo peso, estaba dirigido al embajador y su remitente era Fernández Editores S.A. en Calzada de México, Coyoacán 321, México D.F., edificio de correos No. 244. Este mismo remitente fue utilizado después para el envío de un paquete explosivo similar a la Embajada de Cuba en Perú.
Se disponía a quitar la envoltura, cuando se produjo una explosión que le nubló la vista y le hizo sentir un fuerte dolor en los dedos de una mano. Por suerte solo había explorado la cápsula detonante,que, al parecer por problemas técnicos de elaboración, no activó el explosivo. Dos falanges de sendos dedos del funcionario recibieron quemaduras, que requirieron asistencia médica.
Quince días después ocurrió otro hecho similar: en horas de la tarde del 4 de febrero de 1974, la joven Pilar Ramírez Vega, de 33 años, secretaria del Embajador de Cuba en Lima, Perú, resultó gravemente herida y recibió profundas quemaduras a causa de un artefacto explosivo enmascarado en el interior de un libro enviado por correo. La explosión causó, además, enormes daños materiales en la instalación.
El 13 de febrero, otro libro bomba dirigido a la embajada de Cuba en Madrid, España, estalló cuando era manipulado en las oficinas centrales de correos de Madrid, en la Plaza de La Cibeles; resultó herido un empleado español.
El 4 de abril, la organización terrorista Ejército Hispano Anticomunista (EHA) se adjudica la colocación de una bomba en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, en represalia por la propuesta del gobierno argentino, para que Cuba se reincorporase a la Organización de Estados Americanos.
La Embajada de Cuba en Buenos Aires estaba bajo vigilancia constante por parte de sectores de derecha dentro del gobierno argentino encargados de la represión y por los terroristas anticubanos de Miami, al servicio de la Operación Cóndor, que esperaban cualquier oportunidad para golpear a los funcionarios, sus familiares o trabajadores.
Después de atentar contra el Embajador de Cuba en Argentina el 13 de agosto de 1975, y para agredir, todo estaba dispuesto, armas, documentos, estudios previos y todo lo necesario para una gran escalada terrorista contra los intereses de Cuba en el mundo, se constituyó oficialmente la sombrilla para la cobertura de sus actos de terror, la denominada Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas, CORU, en la localidad de Bonao, en República Dominicana, en junio de 1976.
Los mencionados jóvenes diplomáticos cubanos, fueron secuestrados en la intercepción de las calles Arribeños y La Pampa, en el barrio residencial de Belgrano, apenas a dos cuadras de la embajada de Cuba, cuando se dirigían a tomar el ómnibus de la línea No. 15 que los llevaría a la residencia del embajador Emilio Aragonés en la que se alojaban.
Fueron llevados al Centro Clandestino de Detención de la Operación Cóndor, conocido como “Automotores Orletti”, en Buenos Aires, torturados sin que pudieran obtener los represores el dato deseado, tras lo cual, los asesinaron y desaparecieron.
Este 9 de agosto se conmemoraron veinte y cuatro años del brutal suceso, que ha quedado en la memoria histórica de las agresiones contra Cuba y en la de su pueblo, que los vio partir a cumplir la misión y donde no hay espacio para el olvido.