Cuba: Para entender el Moncada
El 26 de Julio, Día de la Rebeldía Nacional en Cuba, se conmemoran los asaltos al Cuartel Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, dos hitos fundantes de la Revolución Cubana que marcan un antes y un después en la historia política, económica y social del país.
CAPAC- Por Abel González Santamaría/ Tomado de CCubadebate/ Foto: Yaimi Ravelo.
En 1902 nació la república en Cuba, como una neocolonia de los Estados Unidos, que mantuvo su dominio político, económico y militar por muchos años, interrumpido únicamente durante 127 días, cuando se estableció el Gobierno cubano denominado de los cien días, durante la Revolución de 1930. Tras el fracaso revolucionario, la administración yanqui potenció a Fulgencio Batista Zaldívar, quien de sargento taquígrafo emergió con grados de coronel y fue nombrado jefe del Ejército Nacional.
Los militares se adueñaron de la nación; aumentaron las persecuciones contra el pueblo y los atropellos, asesinatos…, fueron constantes. Esa situación se mantuvo e incluso aumentó a inicios de la década del cincuenta.
La mayoría de la población cubana vivía en la pobreza. De algo más de 6 millones de habitantes, 3 millones 500 000 vivían en cabañas y barracones, sin las menores condiciones de habitabilidad; más de 600 000 con aptitudes para el trabajo no tenían empleo; 3 millones de personas no disfrutaban de luz eléctrica; 37,5 % de la población era analfabeta; 70% de los niños en las zonas rurales no tenía maestros y el 95% estaba afectado por parasitismo. La mortalidad en este grupo etario, era muy alta y el promedio de vida muy bajo; el 2% por ciento de los habitantes padecía de tuberculosis.
El Gobierno de turno incrementó la represión, clausuró programas de radio, cerró periódicos, asaltó sindicatos y se hundía en la corrupción. Contra esos abusos se proyectó el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), organización política de masas donde participaban campesinos, obreros y pequeñoburgueses.
Su líder político Eduardo René Chibás Rivas alcanzó gran arraigo popular por su incansable denuncia contra la corrupción imperante en el país.
El 10 de marzo de 1952 —dos meses antes de las elecciones y cuando los ortodoxos eran favoritos para ganar la presidencia de la república— Batista rompió el orden constitucional con un golpe de Estado. Comenzaría la más sanguinaria tiranía sufrida por el país y una de las más repulsivas de la historia de América Latina y el Caribe. Recibió el apoyo incondicional de los presidentes estadounidenses y sus gabinetes, tanto del saliente Harry S. Truman (1945-1953), como del sucesor Dwight Eisenhower (1953-1961).
A solo unas horas del cuartelazo, Fidel denunció públicamente el carácter dictatorial de este, el que calificó de zarpazo contra el pueblo. Consideró que las vías legales para la lucha estaban agotadas. Un grupo de jóvenes abandonó las filas ortodoxas y liderados por él, prepararon las condiciones para desencadenar la insurrección popular y la Revolución nacional liberadora. Comenzó la organización de un movimiento revolucionario. Al que se unieron otros obreros, empleados y estudiantes.
El joven Fidel se había destacado por sus posiciones revolucionarias desde la etapa estudiantil en la Universidad de La Habana, donde se graduó de Derecho en 1950. El destacamento que logró nuclear sumaba mil doscientos seguidores. Desde los locales de Prado 109 del Partido Ortodoxo en la capital, organizó los entrenamientos militares. Con ciento sesenta de ellos concibió, organizó y dirigió, los asaltos a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, el 26 de julio de 1953.
Desde la concepción militar aquella acción armada fue fallida. Muchos fueron masacrados, otros condenados a prisión. Pero marcó el inicio de la etapa hacia la liberación definitiva del proceso revolucionario cubano; la cual se enfrentaría con un programa, resultado del alegato de autodefensa del líder ante el juicio que se le siguió, el 16 de octubre de 1953, el que trascendió como La historia me absolverá.