Los niños de Chernóbil en Cuba: Una historia no contada (Parte III)

Por Maribel Acosta Damas /Tomado de Cubadebate / Foto de portada: Archivo médico cubano.

 

Testimonios:  La Dra. Xenia y el Dr. Obed. Los traductores: Nilda y Osvaldo

Xenia…

En 1990 la Doctora Xenia Laurenti se alistaba para ir a cumplir misión médica, primero en Nigeria y luego a una zona de Siberia en la antigua URSS con especialistas argentinos. Cuando ocurre el accidente de Chernóbil ya había terminado en Cuba su preparación en lengua rusa y le piden que se incorpore al programa médico en Tarará. Ella participó como médica del programa hasta su conclusión en 2011 y es conocida por su especial relación con los pacientes y sus familiares, que continúa hasta hoy.

La Dra. Xenia ha sido testigo no solo de la atención a aquellos niños y niñas sino del retorno de muchos de ellos para el cuidado de sus hijos en Cuba. Fue parte del equipo médico que luego de 1998 trabajó en el Balneario de Eupatoria en Crimea para dar seguimiento a la atención médica que se indicaba en Cuba o que se atendían directamente allí. En Eupatoria estuvo dos años y fue testigo de la evolución de pacientes desde niños hasta ya adultos con sus familiares o sus propios hijos, también afectados por las secuelas de la catástrofe nuclear.

Xenia recuerda a Saslavsky, que llegó a Cuba con nueve años. Se le diagnosticó una enfermedad neurológica con múltiples deformaciones óseas. Se atendió en el Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN) donde le practicaron varias operaciones. Luego de más de diez años en Cuba, regresó caminando a Ucrania. La Dra. Xenia recuerda también que la madre de Saslasvsky estuvo junto a su hijo durante todo ese tiempo sin visitar nunca su país y constituyó un factor decisivo en su rehabilitación.

Esta doctora rescata de su memoria el caso de Stephanie que llegó de cuatro años a Cuba con un angioma cavernoso, que es una malformación vascular de elevada complejidad que le traía grandes deformidades en el rostro. Se le practicaron varias intervenciones quirúrgicas e injertos maxilofaciales durante años, regresó en noviembre de 2011 a Ucrania con notables progresos en su enfermedad y apariencia física. Stephanie es recordada por su simpatía, por haber aprendido muy bien el español. La hoy joven visitó después a Cuba con su madre, buscó a la Dra. Xenia y cuando ella se casó por segunda vez, muchos de sus pacientes vinieron a Cuba para festejar juntos.  Su juventud transcurrió en el programa. Sus archivos personales son un paseo por su vida, amorosa y plena.

Obed…

El Doctor Obed Hernández trabajaba en Tarará desde 1989 cuando el balneario era el Campamento de pioneros José Martí para el vacacionismo de las niñas y niños cubanos. Luego de ser convertido en el espacio para la atención de los pacientes de Chernóbil,  él se quedó trabajando allí. Obed se acuerda sobre todo el impacto psicológico con que llegaban, con un terror colectivo y un sentimiento muy fuerte de desarraigo, fundamentalmente aquellos que venían de Pripyat, donde habían dejado detrás todas sus pertenencias y sus recuerdos.  Obed confirma que prácticamente ninguna niña o niño de los que venían estaban totalmente sanos y más de un 70 por ciento presentaban enfermedades tiroideas.

El Dr. Obed también fue parte del equipo médico cubano en Crimea en dos periodos, uno de tres años y otro de cinco años. Allá conoció a una ucraniana y se casó con ella. Entre sus memorias está la atención en Ucrania a un niño víctima de un accidente automovilístico cuyo padre fue a verlo para pedir auxilio por los politraumas que presentaba. Después de un año en Cuba, el niño pudo caminar.

Nilda…

El servicio de traducción en Tarará se mantenía durante 24 horas. Los traductores hacían turnos rotativos y fueron esenciales en la conexión comunicativa y emocional con el personal médico y paramédico cubano. María Nilda Báez narra que al permanecer tanto tiempo con las niñas y niños, las relaciones fueron volviéndose familiares. Ella comenzó en Tarará en el servicio de fisioterapia y recuerda a Denis, que era un niño en aquel entonces con un diagnóstico de parálisis cerebral sin que pudiera caminar. Le hicieron dos operaciones en el hospital Frank País, tuvo una larga rehabilitación y regresó a su país caminando con ayuda de bastones. Nilda lo vio en Ucrania en el año 2011, lo visitó en su casa y compartió con su familia. Hoy ya tiene más de 30 años y todavía se escriben y se comunican.  Él le envía fotos y la tiene al tanto de su vida.

Osvaldo…

Osvaldo Cruz era profesor de idioma ruso y ante el llamado a quienes supieran ruso se integra al programa en principio por tres meses que se convirtieron en 20 años. Primero tuvo que estudiar mucho para conocer la terminología médica. Participaba como traductor no solo junto a los pacientes sino ante las delegaciones rusas, bielorrusas y ucranianas que visitaban Tarará.

Él recuerda que cuando los niños y niñas llegaban sentían pena por sus manchas y la falta de cabello pero cuando empezaban a relacionarse entre sí iban ganando confianza en sí mismos y ya no se escondían. Él rememora las fiestas de quince a las adolescentes. Cada tres meses se hacían las fiestas colectivas, se les alquilaban sus trajes para la ocasión y se les preparaba el vals de la fiesta. Se organizaba también la jornada Jovencita Tarará en que se elegía a una joven simpática, con dones de canto y baile y que hablara bien el Español.  Cuenta Osvaldo que los niños y niñas disfrutaban mucho estas ocasiones. Osvaldo guarda en su memoria a Mijaíl, aquel muchacho pegado a él todo el tiempo y que sus padres le escribían para que lo cuidara mucho. Su propio hijo y Mijaíl se hicieron grandes amigos. Ucrania fue también parte de la experiencia de Osvaldo en el programa durante dos años.  Allí encontró su amor. Y esos amores recíprocos, de muchos modos, que hasta hoy perduran… en aquellos niños que hicieron de Cuba su otra patria para siempre.

 

Deja una respuesta