Historia de los golpes de estado en Bolivia – parte 7
La Junta Revolucionaria designó al general Alfredo Ovando Candia como Presidente de la República y al general Juan José Torres como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Era el golpe de Estado militar número 185 en 144 años de turbulenta historia republicana.
CAPAC – Por Froilán González y Adys Cupull
En medio de esta situación convulsa, el 8 de octubre de 1969, en varios puntos de La Paz aparecieron grandes carteles con la efigie del Che Guevara e Inti Peredo y letreros de “VIVA EL ELN (Ejército de Liberación Nacional). Las laderas de los cerros se iluminaron con antorchas “VIVA EL CHE”, desde cualquier parte de la ciudad se observaron y permanecieron encendidas hasta el amanecer.
Los manifestantes gritaban ¡Muera el imperialismo!; sus consignas hacían retumbar las calles de La Paz, al mismo tiempo, exigían la nacionalización de las compañías norteamericanas Gulf Oil y la Power. Ese día la embajada norteamericana fue atacada a pedradas por un nutrido grupo de personas.
El 17 de octubre de 1969 el gobierno boliviano nacionalizó la compañía petrolera norteamericana Bolivian Gulf Oil Company y lo declaró Día de la Dignidad Nacional. Los Estados Unidos respondieron con fuertes amenazas de aplicarle sanciones a todos los programas bilaterales hasta que recibieran pronta, adecuada y efectiva compensación.
Desde los balcones del Palacio de Gobierno, Ovando dijo: “Los bolivianos están en guerra contra el imperialismo para conquistar su dignidad.” El pueblo boliviano es un pueblo noble y digno, dentro de él hay un profundo sentimiento de desprecio para quienes los explotan, mancillan e insultan. Guarda sentimientos profundos antinorteamericanos con buena mezcla de rencor.
En una conferencia de prensa y ante una pregunta de los periodistas con relación a Cuba, Alfredo Ovando declaró debía ser readmitida en la OEA y permitírsele el libre ejercicio de sus privilegios como nación hermana soberana, También anunció que se estudiaba la posibilidad de liberar a Regis Debray y demás presos guerrilleros en Camiri.
La reacción del embajador norteamericano no se hizo esperar y la indignación aumento cuando conoció que Ovando y Torres se habían entrevistado secretamente, con Elizabeth Burgos, esposa de Regis Debray, y manifestaron la disposición de ponerlo en libertad, con gran indignación comentó: “Lo único que falta es que fusilen a los militares que ultimaron al Che Guevara.”
El general Juan José Torres pronunció un discurso en ocasión de la llegada a Bolivia de una delegación de la Junta Interamericana de Defensa. Criticó duramente el sistema imperante y la antigua mentalidad castrense de los ejércitos latinoamericanos, convertidos muchas veces en guardianes armados de órdenes sociales injustos.
Señaló como el más serio y brutal enemigo de la democracia se encontraba dentro de las propias fronteras del continente, esparcido a lo largo y ancho de una geografía de hambre, desocupación y miseria y los pueblos del continente no les quedaba otro camino que la violencia y la revolución incontrolable para producir el cambio reclamado insistentemente para conformar un mundo de justicia social.
El general Juan José Torres afirmó que las Fuerzas Armadas de todos los países y la propia Junta Interamericana de Defensa debían ser cooperadoras y agentes eficientes de la batalla contra el subdesarrollo, antes de identificarse exclusivamente como represores del comunismo internacional. Criticó a los militares subordinados a las minorías explotadoras, dispuestos a reprimir al pueblo para servir a los poderosos.
El caso de Antonio Arguedas volvió a tomar fuerza y las gestiones de la Embajada Mexicana ante la boliviana encontró a funcionarios menos sumisos a Estados Unidos. Sus interlocutores eran sensatos y con formación diplomática, experiencias internacionales, entre ellos el doctor Edgar Camacho Omiste, subsecretario de Relaciones Exteriores y sobrino de la esposa de Ovando.
Los funcionarios bolivianos se dispusieron a enfrentar las presiones de la Embajada de Estados Unidos y sus seguidores y en diciembre de 1969 entregaron el salvo conducto. Al entregarlo, un funcionario le recomendó al diplomático mexicano, para situaciones futuras, comenzar la solicitud y las negociaciones con la Embajada de Estados Unidos, para evitarle a los bolivianos los malos momentos y tragos amargos. Discutir con los ministerios de Gobierno, Presidencia y la cancillería era perder el tiempo.
Arguedas partió para México, donde desde su llegada fue controlado por la CIA, temió por su vida y solicitó una entrevista a la Embajada cubana, donde fue atendido por el experimentado diplomático, Ángel Morales Bello.
“Llegó acompañado de su esposa, en un auto de la Secretaria de Gobernación, institución que lo atendía. Estaba alojado en un hotel de la avenida Melchor Ocampo, en la colonia Polanco, utilizado por Gobernación para los asilados políticos.
“Sostuvimos una amplia conversación, contó cómo envió el Diario del Che a Cuba, los planes de la CIA para falsificarlo, los expertos calígrafos en la embajada de Estados Unidos en La Paz para las alteraciones y omisiones, la injerencia de esa agencia de espionaje en Bolivia, Chile y Perú y con gran influencia en México, donde estaba vigilado y controlado por los norteamericanos. Comprobó cómo buscaban informaciones con personas que lo visitaban o lo llamaban por teléfono, mencionó los nombres de algunos de ellos.
“Expresó como en México no podían garantizarle la vida, porque en el hotel, la CIA controlaba los teléfonos y tenían agentes, colaboradores o informantes entre los empleados, o se presentaban en el hotel sin previo aviso, le habían propuesto olvidar el pasado y trabajar para ellos. Pensaba podían chantajearlo, provocarle problemas y atentar contra su vida. Lo mejor era establecerse en Cuba con su familia.
“También narró cómo fue reclutado por la CIA, la aplicación del detector de mentiras, la fuga, la gira por varios países, las denuncias, el envío de las manos del Che. Describió a los oficiales de la CIA como racistas, discriminadores, prepotentes, ofensivos y a los agentes de origen cubano, como gusanos, delincuentes, vulgares, mercenarios, serviles y sicarios del imperialismo norteamericano.
“Apreció, Arguedas era muy inteligente, seguro de sus planteamientos, con buena memoria, prometió entregar una lista con la caracterización de los oficiales de la CIA y de los agentes que trabajan para ellos en Bolivia, Chile y Perú, infiltrados en la prensa, partidos políticos y otras instituciones…”
El Embajador norteamericano en Bolivia, Ernest Víctor Siracusa, arribó a La Paz, en el mes de noviembre de 1969, procedente de Perú de donde el general Juan Velazco Alvarado lo había expulsado por intervenir en los asuntos internos, entre ellos, tratar de comprarlo y sobornarlo.
En diciembre de ese año lo designaron coordinador de operaciones contra el comunismo para el área de Suramérica, conocido como Plan Cóndor, con instrucciones de exterminar las corrientes nacionalistas en Bolivia y Perú.
El 20 de diciembre de 1969 Los Ángeles Times reveló un informe confidencial sobre Alfredo Ovando: “Hay una clara tendencia en Bolivia hacia un gobierno de extrema izquierda, nacionalista y quizá comunista. Ovando es un oportunista, sin ideología ni principios políticos…”
Mientras, en la embajada norteamericana en La Paz, imperaba la indignación porque los militares estaban yendo demasiado lejos, aumentaron las presiones económicas y políticas, decretaron el bloqueo económico; paralizaron todos los proyectos con financiamiento externo; amenazaron con lanzar al mercado internacional las reservas estratégicas de estaño, lo que provocaría una crisis económica de incalculables consecuencias.
Activaron a los incondicionales para enfrentar a los militares nacionalistas, al movimiento político y de masas que los apoyaban y financiaron campañas de prensa, los periódicos de derecha comenzaron una intensa propaganda contra Juan José Torres, Ovando, la Junta Revolucionaria, la Central Obrera Boliviana, los centros universitarios, todo lo que pudiera parecer nacionalismo.
Crearon tensiones sociales; estimularon ambiciones de poder entre los militares; ejecutaron el asesinato de personas con diferentes ideologías; sembraron la división entre los distintos sectores, el caos y la desconfianza; estructuraron un plan para estimular los sentimientos regionalistas, conflictos étnicos e incluso, separatistas; el plan tenía como objetivo dividir a Bolivia en dos países, tendencia que tomó fuerza en los departamentos de Santa Cruz y el Beni.
Se conoció que la Embajada de Estados Unidos financiaba proyectos de colaboración con los comités cívicos de las capitales de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija y varios de los directivos recibían ayuda financiera directamente de la Embajada de Estados Unidos y prácticamente los trataban como si fueran empleados de esa misión diplomática o de la CIA.
La CIA estaba convencida que el bloqueo económico, las campañas de prensa y la inseguridad social barrerían a los militares nacionalistas, donde un grupo tenían una clara tendencia hacia la extrema izquierda nacionalista o, quizás, comunista y había que eliminarlos. En medio de profundas divisiones de las fuerzas armadas, las posibilidades del golpe de Estado comenzaron a cobrar mucha fuerza.
El 9 de julio de 1970, bajo la presión de la Embajada de Estados Unidos y la derecha, Ovando decidió destituir al general Juan José Torres, quien cada día alcanzaba mayor prestigio, confianza y autoridad en amplios sectores del país y excluir del gabinete a los ministros objetados por la embajada de Estados Unidos, entre ellos a Marcelo Quiroga Santa Cruz, condiciones para iniciar negociaciones con Ovando y alcanzar determinados acuerdos con él.
La salida de Juan José Torres desencadenó mayor desconfianza hacia Ovando; para muchos quedaba claro que los sectores de derecha apoyados por la CIA y la Embajada norteamericana se estaban imponiendo aceleradamente y acabarían con el propio Ovando y los de la Junta Revolucionaria que aún permanecían a su lado.
El escritor e historiador Tomás Molina explicó como una de las características de Ovando era su versatilidad, no era de derecha, ni de izquierda, ni de centro, era de las tres versiones a la vez; vestía de acuerdo a la época el traje político que le convenía. Unas veces era anticomunista extremo, otras revolucionarias socialistas y otras neutral.
Siguió narrando que nunca mantuvo convicciones de izquierda, siempre fue cambiante. Traicionó a todos sus aliados, al doctor Víctor Paz Estenssoro, que lo nombró comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y a quien debía su grado de general, traicionó a los generales René Barrientos y Juan José Torres, a Marcelo Quiroga Santa Cruz y al doctor Adolfo Siles Salinas.”
Marcelo Quiroga Santa Cruz nació en 1931, hijo de José Antonio Quiroga, diputado, gerente general de Patiño Mines. Sus hijos estudiaron en las mejores escuelas privadas. Marcelo cumplió el servicio militar, se graduó de derecho y filosofía y letras en Bolivia y dirección teatral en Chile. Combinó la política con la literatura y fundó el semanario Pro Arte.
En 1953 participó como delegado de Bolivia, en el Congreso Continental de la Cultura en Chile, en 1957 trabajó como empleado en una empresa minera y escribió su primera novela. En 1959 fundó la revista Guion dedicada a la crítica cinematográfica y teatral, ese año partió a París y en 1962 su famosa novela Los deshabitados, ganó el premio William Faulkner a la mejor novela hispanoamericana desde la segunda guerra mundial, considerada un clásico de la literatura boliviana, publicó artículos sobre la situación de su país.
En 1964 fundó el periódico El Sol con una clara posición contra la dictadura de Barrientos y dos años después fue elegido diputado como candidato independiente, desde el Parlamento continuó sus críticas a la dictadura y en respuesta sufrió el desafuero parlamentario, secuestro, atentado con explosivos contra su residencia, confinamiento y cárcel.
Por su labor periodística fue invitado a Inglaterra y visitó otros países europeos, donde denunció la injerencia de Estados Unidos en Bolivia. En 1969 participó en el Congreso Intercontinental de Escritores, ese año, Ovando lo nombró ministro de Minas y Petróleo y posteriormente de Energía e Hidrocarburos, fue uno de los autores de la ley de la nacionalización de la Bolivian Gulf Oil Company.
El 22 de noviembre de 1969 denunció al exgerente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos por corrupción y entregar planos y documentos secretos, de la política petrolera del país a la compañía norteamericana Gulf Oil y ante las denuncias e irregularidades, el ex gerente huyó del país.
Continuará.