Ernesto, lleva tus cantos al cosmos

Foto: En nuestra casa el 01 de octubre de 2015. Ahí aparecemos mi esposa, mis hijos y yo junto a Ernesto.

Desde Nicaragua. Por Arturo Aguirre Marín (*) Tomado de http://www.laorejaquepiensa.com.ar/

A finales de los años 60 se veía caminar en las calles de San Carlos, Río San Juan, pueblo situado en el extremo sureste de Nicaragua a un personaje vestido de pantalones vaqueros, cotona blanca de las que usan los campesinos en nuestro país y la cabeza cubierta con una boina negra igual a la que hizo famosa el Che Guevara, la gente sencilla del pueblo solo sabía que era un padre que estaba asignado al archipiélago de Solentiname y que él mismo se había encargado de construir con la comunidad la iglesia en la que oficiaba misa y efectuaba otros actos litúrgicos propios del catolicismo.

Algunas veces llegaba a la tienda de abarrotes que tenía mi familia en la calle principal del puerto, donde se instalaba el comercio local cada martes de la semana, coincidiendo con la llegada de las lanchas que comunicaban esa región del país con Granada a través del lago Cocibolca y que era el único medio de transporte en la época, andaba el padre acompañado a veces de otros personajes que llegaban desde la vecina República de Costa Rica y/o desde Managua.

Más tarde conocí de la mayoría de ellos, eran los poetas y escritores de mayor renombre en Nicaragua, Costa Rica y otros países de la Patria Grande, por ahí pasaron los nicaragüenses Pablo Antonio Cuadra, Fernando Silva, José Coronel Urtecho, que también vivía en el Río San Juan en una finca que administraba su mujer María Kautz, los costarricenses Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, el argentino universal Julio Cortázar y otros grandes de las letras hispanoamericanas.

Asiduos acompañantes eran unos jóvenes campesinos solentinameños que, igual que Cardenal vestían de cotonas de manta cruda y usaban el pelo largo, yo me fui haciendo amigo de algunos de ellos y así me acerqué al personaje central de esta nota: el padre Ernesto Cardenal Martínez.

En enero de 1971 algunos jóvenes de San Carlos fuimos invitados por los jóvenes de Solentiname a participar en un encuentro de tres días en el archipiélago y conseguido el permiso de mis padres me trasladé junto con una veintena de muchachos y muchachas de San Carlos a mi primer encuentro con la comunidad cristiana de Solentiname.

Ese encuentro nos marcó para siempre a la mayoría de los participantes, aprendimos que había una lectura del evangelio que nosotros no conocíamos y que los pobladores de las islas, sobre todo los jóvenes, venían practicando cada domingo en la misa, era cada lectura un mensaje actual, revolucionario e identificado con las causas populares, fue nuestro encuentro con la teología de la liberación en medio de una Nicaragua sometida a los caprichos y atropellos de un dictador impuesto por los Estados Unidos.

De ahí en adelante forjé una amistad con estos jóvenes discípulos de Ernesto y por supuesto con él mismo y comencé a conocer mejor al Poeta y al revolucionario a quien consideré y considero mi maestro en mi formación de luchador social.

Los encuentros se siguieron efectuando y cada uno sirvió para comprometernos con la lucha por una Nicaragua mejor.

Cuando en 1977 todos los jóvenes formados por Cardenal decidieron asumir un compromiso mayor con la Patria y atacaron bajo el mando del Frente Sandinista de Liberación Nacional el cuartel de la guardia del dictador en San Carlos, yo ya estaba en Managua organizado en las filas del sandinismo igual que varios de los muchachos sancarleños que seis años antes habíamos estado en el encuentro juvenil de Solentiname.

Ernesto Cardenal había salido antes del país y luego del ataque al cuartel somocista inició un exilio que culminó el 19 de julio de 1979 cuando entró acompañando a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional a tomar posesión del país destruido por las balas y el bombardeo de los sicarios del somocismo en los cruentos combates que obligaron al dictador a huir en busca de salvar su  pellejo y yendo a parar a Paraguay donde finalmente fue ajusticiado por un comando internacionalista compuesto por combatientes argentinos.

Ernesto se agigantó en esos años últimos de la dictadura somocista llevando la denuncia sobre los atropellos contra el pueblo de Nicaragua y demandando la solidaridad internacional para dar al traste con Somoza y su corte de asesinos y explotadores.

El 13 de octubre de 1979 regresó a San Carlos, ya investido del cargo de Ministro de Cultura del gobierno revolucionario, a participar de la conmemoración del primer aniversario del ataque al cuartel de San Carlos y cuando subió a la tarima vestido de miliciano recibió la ovación más grande que los pobladores habían dado a dirigente alguno del nuevo gobierno.

Su aporte en esos años fue inmenso, el ministerio bajo su dirección llevó la cultura a los lugares más recónditos de Nicaragua, promovió la cultura popular, esa que nace del seno del mismo pueblo y que por siglos había sido minimizada por las élites oligárquicas y somocianas, en cada lugar se podía encontrar un taller de poesía, un grupo de danza folklórica, intérpretes de música revolucionaria o una escuela de pintura.

Floreció el arte en las manos y los pies de poetas obreros, poetas militares, bailarinas de los mercados, pescadores guitarristas o marimberos de cualquier barrio de cualquier ciudad o pueblo.

En los años noventa, cuando el sandinismo perdió las elecciones en una lucha desigual en la que la gente votó con la amenaza imperial de seguir asesinando a nuestra juventud y destruyendo nuestra economía, Ernesto por decisión personal se distanció del FSLN, fue una pérdida dolorosa para los revolucionarios que siempre lo consideramos un maestro, se convirtió en un permanente crítico del sandinismo desde esos años hasta la actualidad, cuando el sandinismo volvió al gobierno desde el año 2007, sin embargo siempre mostró su apoyo a la causa de la revolución en Cuba y en Venezuela y su admiración por los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez.

En la tarde del pasado domingo 1 de marzo de 2020 circuló como reguero de pólvora en Nicaragua y el mundo la noticia de su partida al viaje infinito, se fue Ernesto uno de los poetas más universales de Nicaragua, el más conocido después de Rubén Darío, el cura rebelde ante la jerarquía católica que fue sancionado por sus ideas políticas de avanzada por el polaco Karol Wojtyla, conocido como Juan Pablo Segundo, que en alianza con Ronald Reagan y Margaret Tatcher dedicaron sus influencias e injerencias a destruir en el mundo todo proceso que se identificara con transformaciones revolucionarias.

Ernesto se dedicó a escribir, y se convirtió en el siempre mencionado como futuro premio nobel de literatura, premio del que confesó no le interesaba y tenía razón no lo necesitaba, ni este ni otro premio para ser grande. Su inmortalidad está en la inmortalidad de su poesía.

Hay mucha polémica alrededor de Ernesto ahora que falleció, la oposición oligárquica en Nicaragua ahora lo quieren reivindicar como su héroe, nada más alejado de lo que fue el poeta Cardenal, un hombre que practicó una vida sencilla a pesar de provenir de una de las familias más adineradas de la nación, que se opuso a la intervención yanqui en nuestro país, que escribió los mejores poemas anti imperialistas que poeta alguno haya escrito en Nicaragua, el hombre que se entrevistó con Allende, con Fidel, con Arafat, que formó con su influencia a centenares de combatientes que aún defienden el proceso sandinista, que lloró la pérdida en combates contra la dictadura somocista y los mercenario gringos de algunos de sus mejores hijos, sus discípulos de Solentiname.

Ahora podrán decir e inventar de él cualquier cosa, nosotros lo recordaremos como el cura rebelde, el poeta de palabra vibrante y certera, el comprometido revolucionario, nuestro maestro.

Ernesto, lleva tus cantos al cosmos.

(**) Periodista. Estudio Ciencias de la Educación, mención en español. UNAN Managua 1976-1979. Educador Ambiental 1990. Nació en 1956 en San Carlos en la confluencia del Gran Lago de Nicaragua y el Río San Juan. En la adolescencia se trasladó a Managua para seguir estudios universitarios. “Me considero discípulo de Ernesto porque aunque no viví en la comuna de Solentiname, llegaba mucho de visita y fui coordinador del movimiento juvenil en San Carlos que mantenía la relación con el movimiento juvenil de Solentiname, en 1975 ingresé al FSLN, mientras realizaba mis estudios de bachillerato y posteriormente de lengua española en la UNAN Managua.

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