Estados Unidos-Cuba: Listas, elecciones y cartas marcadas

El autor desentraña el verdadero significado del reciente anuncio de EE.UU. sobre la exclusión de Cuba del unilateral listado de países “que no colaboran” con su gobierno en la “lucha contra el terrorismo”, mientras la mantiene en otra espuria y agresiva lista de supuestos patrocinadores de este flagelo.

CAPAC- Fuente: Al Mayadeen – Por Omar Rafael García Lazo.

Interesante revuelo mediático ha despertado el anuncio del Departamento de Estado de EE.UU. sobre el retiro de Cuba del listado de los países que “no colaboran” con este país en su supuesta lucha contra el terrorismo.

Desde un inicio, se debe aclarar que existen dos listados: este del que acaba de ser excluida Cuba, y otro más dañino, agresivo y hostil, que es el que cataloga, de manera unilateral, oportunista y sesgada, a determinados países como “patrocinadores del terrorismo”. En este último se mantiene Cuba, según aseguró el secretario de Estado, Antony Blinken.

En medio de una política de máxima presión contra la isla caribeña, establecida por el gobierno de Donald Trump y mantenida de manera cínica y criminal por Joseph Biden, dirigida a rendir por hambre al pueblo cubano, la noticia pareciera motivar suspiros de esperanzas.

Sin dudas, la decisión es un paso en la dirección correcta, esa que Biden ha soslayado desde que entró a la Casa Blanca, pues, en primer lugar, se reconoce que Cuba no anda de la mano con el terrorismo, y que mejor aún  lo combate y condena, en todas sus formas y manifestaciones.

En segundo lugar, más que cínico, pareciera esquizofrénico reconocer que Cuba colabora con Washington en su lucha contra el terrorismo y al mismo tiempo promociona tal flagelo.

Pero las aparentes incongruencias en política siempre tienen explicaciones.

EE. UU. está en un año electoral. La candidatura de Biden ha sido muy golpeada desde las filas demócratas por su postura cómplice con el genocidio israelí contra los palestinos en Gaza, más cuando una de sus banderas, obviamente falsa, ha sido la promoción y la defensa de los derechos humanos. Pero para Biden 16 mil niños asesinados por “Israel” con bombas suministradas por el complejo militar industrial de su nación; gracias a fondos federales aprobados por su gobierno no constituyen una flagrante y grosera violación a los derechos humanos.

Por otro lado, la ultraderecha republicana anticubana asentada en la Florida, aliada de Trump y de sus posturas antiinmigrantes, racistas y supremacistas, ha desatado una furibunda campaña contra Biden que ha preocupado a parte del ala obamista de los demócratas y, al parecer, ha obligado al mandatario y a su mediocre equipo a responder de alguna forma.

Precisamente, tras el anuncio que nos ocupa en esta reflexión, los congresistas anticubanos han mostrado una mordaz reacción contra la medida, no por lo que pudiera significar en términos prácticos y políticos para Cuba, sino porque, además de no tolerar el más mínimo cambio en la política actual contra la Isla, base de su voto electoral y su seguridad económica, saben que Biden y los demócratas se están moviendo de cara a aglutinar al Partido, aplacar posturas críticas dentro del mismo y lanzar un mensaje a esa ala obamista que pudiera determinar, no solo contribuciones millonarias y políticas, sino también imagen y votos. Y todo eso pone en determinando riesgo la elección de Trump, única garantía para sostener a los politiqueros mafiosos del sur de la Florida,

El equipo de Biden debió tomar nota, además, de la campaña que este sector floridano y retrógrado ejerció contra el emergente sector privado en Cuba. Para la mafia anticubana de Miami, este sector, que es visto por el gobierno cubano como un complemento dentro del engranaje económico de la Isla y al cual le ha dado facilidades notables para su desarrollo, está alineado con la política socialista de la Revolución. Aunque no le falta razón a estos extremistas, en el fondo expresan una contradicción con los postulados liberales que una parte demócrata no está dispuesto a soslayar ni mancillar, pues, para otros importantes grupos obamistas y demócratas, el desarrollo del sector privado en Cuba y la flexibilización de las medidas de asfixia económica, son pilares de la estrategia iniciada por Obama e interrumpida por Trump, dirigida a destruir con otros métodos la Revolución cubana.

Esta es la clave para entender, por un lado, la rabia de la ultraderecha contra el proceso de actualización económica de la mayor de las Antillas; y por el otro, la presión de algunos demócratas para que Biden dé pasos importantes en relación con Cuba, pero con los objetivos que conocemos.
En esta espiral de acontecimientos, la reciente visita a Cuba de una delegación de agricultores, congresistas, y políticos estaduales para participar en la V Conferencia Agrícola EE. UU.-Cuba, expresa un interés, aún limitado, pero positivo, de importantes grupos empresariales del mundo agrario y alimentario inclinado a ampliar su comercio con Cuba.

Al margen de que la presión de este grupo no es suficiente para derribar barreras impuestas por el bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno estadounidense contra Cuba, y que además se benefician de las condiciones de pago impuestas por Washington no dejan de ser importantes los pasos que se dan, y el lobby que puedan ejercer en sus respectivas esferas de influencias.

En el plano de las relaciones internacionales, la Casa Blanca debió tomar nota de la profundización de los históricos y especiales vínculos de Cuba con China y Rusia, del vertical respaldo de la Revolución cubana a la causa palestina y de su firme denuncia del genocidio que comete “Israel” en Gaza y Cisjordania. 

En importantes sectores estadounidenses ha sido recurrente la pretensión de acallar a Cuba con zanahorias en medio de sus limitaciones económicas. Como no es nueva esta táctica, la jugada de la exclusión de esta singular lista no se debe leer al margen del complejo escenario descrito.

En resumen, los demócratas y Biden está moviendo sus fichas. No miran a Cuba, pues esa no es hoy la prioridad. Hasta este minuto son conscientes del impacto de su estrategia de asfixia económica, así como de la determinación del pueblo cubano de no ceder en su empeño por defender su modelo socialista de desarrollo. 

De lo que se trata, y ha sido el eje de estas reflexiones, es de que Biden y su Partido están intentando asegurar la cohesión partidista y con ella la reelección; o en su defecto, dejarle el camino abierto a alguien que desde sus propias filas alcance la silla presidencial, frene al trumpismo y administre el declive hegemónico del imperio. Bajo esa premisa, se debe leer la exclusión anunciada que no cambia en nada la estrategia de máxima presión de la Casa Blanca contra Cuba.

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