Crónica de una jornada de trabajo voluntario en Tatu

Por Mary Soto*

En la salita de Tatu la mañana del sábado 31 de agosto un sol tibio penetra por puertas y ventanas, nos acercamos e ingresamos junto con las mamás y los nenes que esa mañana abarrotan la entrada. Llegamos por la avenida recientemente asfaltada. Hace un año se acumulaba en esa misma avenida el barro generado por la lluvia y nuestros pies se hundían en una masa pegajosa que se adhería a los zapatos.

Así llegaban las mujeres, hombres, niños y ancianos a Tatu, por ese camino polvoriento en verano y fangoso en épocas de lluvia.

Ahora que veo asfaltada la pista parece menos desolador y precario, no obstante, igual que el año anterior todo cambia cuando nos vamos acercando y las paredes nos reciben con esa imagen imperturbable del Che que con su mirada infinita nos dice “vida digna para todos y todas”.

“Yo voy a la luna montado en mi bicicleta, me paso a una estrella, me subo a un cometa”. Dos jóvenes voluntarios chilenos enseñan música a los pibes acomodados en sillitas en un círculo, al fondo rodeando una mesa otros aprenden a leer y a escribir con una voluntaria argentina igualmente joven, que les dice “qué interesante palabra che, eso de identidad”.

Se respira esperanza en el viento friesito que siempre tiene Buenos Aires en esta época y pese al sol tímido que nos acompaña, se respira alegría también desde estos niños con ojos de asombro que miran las letras, a su maestra y a nosotros al mismo tiempo.

Una voluntaria joven también -como casi todos- pobladora del lugar va armando la mezcla para el tarrajeo de la reciente ampliación que ella con otros pobladores van construyendo en la parte de atrás de la salita. Otros toman la presión, ordenan las medicinas, aplican inyecciones, preparan café, reciben y tratan con una sonrisa a todos los que vienen.

Y vienen muchos y muchos. Reparo que en su mayoría son mujeres con niños que vienen a Tatu para que los médicos que voluntariamente dan consulta los atiendan. Hay pediatras, ginecólogos, psicólogos y de otras especialidades; participan del proyecto una o dos veces por semana atendiendo gratuitamente en esta salita de salud de uno de los lugares más humildes del gran Buenos Aires.

“Somos una respuesta más, a una realidad injusta e inhumana”, así se define la Propuesta Tatu (P.T.-3). Tatu que significa tres y que era el seudónimo de Ernesto Guevara, el Che –su inspirador- en su lucha internacionalista solidaria en El Congo. Esta utopía al hombro imaginada y construida por Gino, Susana y todos los que sienten que “hay miles de razones para sentir el llamado de la conciencia” consiste en el Centro de Cuidado Integral de la Salud Dr. Miguel Enríquez. La salita médica, como ellos la llaman, está ubicada en el barrio 14 de febrero, llamado así por los pobladores en conmemoración al día que ocuparon estas tierras y queda en la ciudad de Longchamps. Está atendida básicamente por médicos egresados de las facultades de medicina de universidades cubanas, en virtud de las becas solidarias de la isla con los jóvenes latinoamericanos, entre ellos hijos de revolucionarios de la patria grande. También han logrado convocar la solidaridad de otros médicos y los hay de Cuba, Argentina, Bolivia, Honduras El Salvador, Ecuador y Colombia y jóvenes voluntarios del bachillerato y de la universidad de Argentina y de otros países.

Es sábado y todos vienen a atenderse pero también llega la solidaridad a raudales, vienen con medicinas, víveres, juguetes y libros. Es sábado y aquí están los pobladores para consulta médica, para recibir medicina y no tienen que pagar ni un peso por ello. Es sábado y desde muy temprano hay un bullicio tierno, un ir y venir de pasos y cariño. Repito, los niños cantan, leen, escriben y juegan en este viento de esperanza que es Tatu.

Todos somos en este momento una gran familia, una brisa de optimismo donde todo es posible, quizás incluso arreglar el mundo, sabiendo como Tatu que “nuestra tarea implica, no sólo la salud, sino transformar el mundo”. Parece que todo se multiplica cuando todo falta. Llegan medicinas a cada instante de manos solidarias que vienen a compartir parte de lo que ellos tienen y las otras manos reciben. Parece un trueque sencillo y fluido donde las miradas se encuentran y una chispa de alegría revolotea en el ambiente mientras los niños juegan, cantan y leen, los médicos auscultan, los voluntarios cargan paquetes, ordenan las medicinas, los encargados de la administración llevan todo en orden, los voluntarios que construyen manipulan las palas y cargan baldes de mezcla de cemento y arena, alguien prepara café y comparte un budín que trajo de casa, todo al mismo momento mientras otros siguen cantando que quiere ir a la luna en bicicleta en este territorio liberado en el que “nuestros sentimientos humanitarios, nos llevan al compromiso de pensar en el destino de la humanidad, comprometiéndonos con los humildes, con la vida misma”. Yo atravesada por tanta alegría y clarividencia quiero recorrer la tierra en bicicleta con una hoja y un bolígrafo para colgarme de una estrella y así vivir mi vida con los humildes de este mundo.

*Mary Soto es compañera de Tatu y de todos los pueblos de la Patria Grande. En su paso por Argentina dejó esta crónica sobre una jornada de trabajo voluntario en la casa de Tatu de Buenos Aires. Además, es compañera de vida del preso político peruano Victor Polay.

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