América Latina: la construcción del capitalismo de consenso, neocolonial y dependiente

El concepto de guerra cultural tuvo su origen en Antonio Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, fue estando preso cuando redactó las «Cartas desde la Cárcel», considerado como uno de los textos políticos más influyentes del siglo XX, que profundizó y sistematizó su teoría sobre este elemento de dominio del capitalismo.

CAPAC.- tomado de cubaenresumen.org

Gramsci planteaba que la burguesía había conseguido lo que él llamaba «la hegemonía ideológica» al controlar las instituciones culturales de la sociedad, las escuelas, los medios de comunicación, los núcleos de producción artística, la industria del entretenimiento, es decir, los centros orientadores del pensamiento, el gusto y la sensibilidad.

El verdadero poder de una clase dominante, decía Gramsci, se apoya en su hegemonía cultural, y si la revolución ha de triunfar es imprescindible primero conquistar ese liderazgo.

Frances Stonor Saunders en su libro la La CIA y la guerra Fría Cultural define esta guerra como “Batalla por la conquista de las mentes humanas”.

La pérdida de valores, no está supeditada a determinadas condiciones materiales, no se debe a la pobreza o la escasez, los valores se pierden por problemas complejos, relacionados sobre todo con la educación y por el esfuerzo organizado que se hace para anularlos, por eso son el blanco principal de la guerra cultural.

Hoy los arrolladores avances de las ciencias, de las telecomunicaciones y las tecnologías hacen de la esfera cultural y de la mente de los hombres el campo de batalla definitivo, el último reducto a conquistar.

Los latinoamericanos somos víctimas de un bombardeo sistemático de símbolos, que nos presentan como universales, glamurosos, modernos, de cambios novedosos y felicidad ilimitada.

Se intenta confinar a un estrecho espacio el pensamiento social y su acción política supeditándolo a la derecha.

Los servicios especiales norteamericanos han sido participantes activos y creadores de ese mecanismo de dominación, empleando, además, cuando es necesario, la intimidación y la fuerza.

Se trata de represión a gran escala mezclada en dosis exactas con una adecuada manipulación de la opinión pública, se trata de construir a gran escala una variable del capitalismo de consenso, similar al que construyeron en los propios EEUU, pero en este caso, pobre, neocolonial y dependiente.

La manipulación del consenso debe lograr que las víctimas accedan satisfechas a ser sometidas por sus verdugos, que incluso lo agradezcan y compartan con entusiasmo sus puntos de vista.

Uno de los objetivos primordiales de la CIA, es llevar a cabo un proceso de mistificación, que le permita hacer pasar como único, posible, valedero el capitalismo dependiente presentando al socialismo como una opción “criminal” condenada al fracaso e irrealizable.

A los cubanos en especial, se nos ofrece hoy un paraíso inefable, tras la pronosticada derrota de la Revolución, una especie de paraíso de vitrinas luminosas, donde corren ríos de hidromiel y las cornucopias de la abundancia desbordan su riqueza en las esquinas.

La derrota en el terreno real y el simbólico de la Revolución Cubana, sería catastrófico para América Latina y para el mundo, no sería el fin, pero si un retroceso que acortaría el tiempo de supervivencia de la especie, en un mundo dominado por el consumo desmedido y las guerras, devastado el medio ambiente por la codicia, poco habría que esperar.

(*)  Escritor, profesor, investigador y periodista cubano. Es autor de “Juego de Iluminaciones”, “El caballero ilustrado”, “El adversario”, “Enemigo” y “La guerra que se nos hace”.

Deja una respuesta