¿Tiene futuro el proyecto de ley para autorizar los viajes de estadounidenses a Cuba?
Por Jorge Legañoa Alonso / Tomado de Cubadebate / Foto: Alexandre Meneghini / Reuters
Recientemente fue noticia la presentación de un proyecto de ley en el Senado de Estados Unidos que busca eliminar las restricciones de viajes a Cuba y que cuenta con el respaldo de casi la mitad de los legisladores de esa Cámara. Aunque es una buena noticia, les propongo poner en contexto este tema, para no albergar falsas esperanzas.
Veamos los hechos: lo primero es que es un proyecto copatrocinado por 46 senadores, por tanto, aunque está muy cerca de la mayoría simple, requiere 60 votos en ese órgano para que sea aprobada sin posibilidad de que algún opositor que se agarre de la conocida práctica del filibusterismo entorpezca el proceso.
Segundo: el proyecto con el título de Ley de Libertad estadounidense para viajar a Cuba es muy positivo porque los ciudadanos de aquel país podrían venir libremente, cosa que hoy no pueden hacer por las normativas aprobadas en el propio Capitolio en los años 1996 y 2000 que establecen también sanciones por realizar transacciones con viajes a Cuba, incluidas las bancarias.
Tercero: NO es la primera vez que en el Congreso de EE.UU. se promueven iniciativas con similares propósitos y que no fructificaron en 2002, 2009, 2015 y 2017, incluso en los momentos de mayor apoyo bipartidista a las relaciones entre los dos países en la era Obama.
Cuarto: el proyecto deberá transitar por un largo camino en el Senado, yendo en primera instancia al Comité de Exteriores y allí tiene más de un francotirador dispuesto a matar: el demócrata Bob Menéndez y el republicano Marco Rubio, y este último preside a su vez el subcomité para Asuntos del Hemisferio Occidental, y lo hago notar porque todas las iniciativas relacionados con América Latina y el Caribe, pasarán –inevitablemente– por su escritorio. Imagínese entonces la postura de Rubio sobre este proyecto de ley.
Quinto: los presidentes de los Comités del Senado, a la postre, son los que deciden qué proyectos de ley se agendan para el debate y la votación en el pleno de este órgano, por lo que el forcejeo lobista es grande.
Sexto: el compromiso de demócratas y republicanos, como en este caso sobre un tema, no necesariamente garantiza su aprobación, pues la iniciativa debe recorrer un largo y complejo camino antes de llegar a la mesa del presidente Donald Trump para su ratificación definitiva. Y sabemos también que el mandatario solo ha entorpecido los vínculos entre La Habana y Washington y llevándolos nuevamente a la era de hielo.
Séptimo: aclaro que para que este proyecto de libertad de viajes a Cuba se convierta en Ley, deberá presentarse también en la Cámara de Representantes del Congreso y seguir en paralelo los mismos pasos que en el Senado, recibir el visto bueno en el Comité correspondiente, someterla a votación en plenario y que se apruebe sin una coma de diferencia, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, porque de introducirse variaciones tendrían que ir al llamado Comité de Conferencia, integrado por senadores y representantes de ambos partidos, quienes buscarán conciliar las sugerencias al texto para devolverlo a ambas instancias y votar en plenaria nuevamente.
Todo lo anterior en el lapso de dos años que es el tiempo de vida de un Congreso en EE.UU. Así funciona el Capitolio de EEUU, donde han sido presentadas en los últimos meses varias propuestas de ley referidas a Cuba, como la que autorizaría exportaciones libres a la Isla, otra sobre la normalización de relaciones entre ambos países, o la que permitiría exportaciones agrícolas.
Por lo pronto, el tema Cuba navega en las turbulentas aguas del actual Congreso estadounidense, el número 116 desde su fundación, con mayoría demócrata ahora en la Cámara de Representantes y republicana en el Senado, que pugilatean por intereses partidistas, locales, y hasta personales, por lo que las noticias que llegan sobre el tema Cuba desde el Congreso estadounidense hay que analizarlas en su justa dimensión.