La justicia argentina al servicio de la política de Estados Unidos, ahora contra Daniel Ortega.
El cuestionado poder judicial argentino, que nunca fue depurado luego de la nefasta complicidad mantenida con la dictadura cívico-militar de 1976/1983, hoy se ha convertido en el ariete judicial de la política de Estados Unidos hacia lo que ellos consideran su “patio trasero”
CAPAC – por Alberto Mas
Las prácticas de “lawfare” (guerra judicial) se ha convertido en una actividad cotidiana en Argentina, desde la llamada “servilleta de Corach” de los jueces de Carlos Menen y los nombramientos ilegales de Mauricio Macri, pasando por la constante participación en los cursos que dicta el departamento de justicia norteamericano, el FBI y la DEA a jueces y fiscales provinciales y federales.
Todo tiene que ver con todo, esa máxima la han puesto en práctica para condicionar la política de Argentina a nivel nacional e internacional.
Desde la persecución a militantes y dirigentes políticos y sindicales que no se alinean con el poder imperial, hasta introducirse en el direccionamiento de la política exterior del país.
La causa Nisman, las prisiones preventivas de ex funcionarios como Amado Boudou, la actual detención ilegal con falsas condenas de Milagro Sala y la persecución sobre la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, entre tantas otras, son un ejemplo contundente.
Ahora se le suma el pretender condicionar la política exterior tradicionalmente latinoamericanista de Argentina, se ven claras acciones judiciales como el secuestro de la aeronave venezolana por el juez Federico Villena, un personaje acusado de lavado de dinero, pasando por el curso recientemente dictado en Mendoza por el departamento de justicia de EE.UU para fiscales, terminando en la misma semana con la apertura de una investigación en Argentina contra el presidente de Nicaragua Daniel Ortega y la vicepresidenta, Rosario María Murillo, acusándolos de ser “responsables de delitos de lesa humanidad”, siguiendo la línea discursiva del norte y sus espadachines como lo son Luis Almagro y Michelle Bachelet, que hacen oídos sordos a la ocupación y asesinatos de civiles y de menores presos en Palestina, las masacres en Colombia o la cárcel de Guantánamo.
La vergonzosa injerencia norteamericana en Argentina.
Cuando el actual embajador de Estados Unidos en Argentina, Marc Stanley, expuso ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, afirmó que “Argentina es como un hermoso bus turístico al que no le andan las ruedas», además cuestionó la no alineación del gobierno de Alberto Fernández con la lucha de los Estados Unidos contra los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua en defensa de los derechos humanos y en una declaración de total injerencia se propone «dialogar con líderes de todos los niveles del país para lograr que en el hemisferio se honren nuestros ideales» y prometió a los legisladores “alinear a la Argentina con la línea más dura de la política norteamericana para Latinoamérica”, que es la que se ordena a partir de la definición de Caracas, La Habana y Managua como » el eje del mal».
La evidente intención de generar rispideces entre Argentina y los gobiernos de Nicaragua y Venezuela están a la vista.
En el juzgado federal de Ariel Lijo, personaje de la mesa judicial condicionado por el macrismo, hizo lugar a la denuncia de dos abogados Diego Pirotta y Darío Richarte, con pasado en los servicios de inteligencia de la antigua SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) y en el desastroso gobierno de Fernando de la Rua, contra Daniel Ortega y Rosario María Murillo, la que es impulsada por el fiscal Eduardo Taiano, uno de los que había afirmado que Nisman había sido asesinado y pidió que Cristina Fernández fuera a juicio por la causa del memorándum con Irán y actuó en el tema conocida como el “vacunagate” durante la pandemia, que provocó la renuncia del ministro de Salud.
¿Que intereses mueven al juez Ariel Lijo, al fiscal Eduardo Taiano y a los abogados Diego Pirotta y Darío Richarte para efectuar esta denuncia extraterritorial en momentos políticos donde la Argentina será sede de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) a fin de año, con la presencia de Nicaragua, Venezuela y Cuba?.
Ante las posiciones mantenidas en reuniones internacionales por el gobierno de Alberto Fernández contra todos los bloqueos que impone EE.UU en el continente, estas acciones son claramente tomadas en sintonía con el Departamento de Estado norteamericano que viene aplicando una política de recolonización en el continente, esta vez a través de la cooptación de jueces y fiscales, medios de comunicación y financiación a ONGs de derecha y ultraderecha.
Nicaragua ha sido históricamente atacada e invadida por Estados Unidos por sus intereses económicos y políticos en Centroamérica, el tremendo golpe blando fracasado en 2018 contra el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo no termina con los objetivos imperiales de EE.UU, que busca desterrar al gobierno del FSLN y sus acuerdos internacionales, que no solo beneficiarían al pueblo nicaragüense, sino que terminarían con el monopolio del comercio bioceánico norteamericano, si se cumple el proyecto de construir el nuevo canal entre el Atlántico y el Pacífico por Nicaragua, en acuerdos con China.
En este contexto, la justicia argentina, funcional no solo a los grandes grupos financieros y especulativos internacionales radicados en el país, a los monopolios mediáticos (recordemos como benefició al grupo Clarín y La Nación con el robo de la empresa Papel Prensa), avalando espías e inteligencia interna sobre políticos y militantes, se vuelca decididamente a acciones de carácter internacional en consonancia con los designios de Washington sobre la región,
Queda claro que para el imperialismo, ahora que está en plena decadencia, las revoluciones de la Patria Grande constituyen un mal ejemplo que le afecta y perturba. Esto es un pleno indicador de que nuestro continente sigue estando en disputa y que, comprobado está, el imperialismo no tiene escrúpulos en usar a todo aquel que se preste para agredir a quien le ofrece digna resistencia, como históricamente lo ha hecho el Sandinismo, el Chavismo o Cuba.