26 de marzo – Seguridad del Estado, heroísmo silencioso para preservar la Revolución
Desde el 26 de marzo de 1959 ha derrotado, uno por uno, los planes subversivos, atentados, sabotajes y otras acciones que Estados Unidos fraguó para derrocar el proceso revolucionario cubano.
CAPAC – por Pedro Rioseco – tomado de Granma
Los órganos de la Seguridad del Estado, con el apoyo decisivo del pueblo y como parte indisoluble de él, han derrotado sistemáticamente desde el 26 de marzo de 1959 los planes subversivos, atentados, sabotajes y otras acciones que Estados Unidos fraguó para derrocar el proceso revolucionario cubano.
A principios de marzo de 1959, cumpliendo indicaciones del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, se materializó la idea de fusionar el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER), el G-2 de la Policía Nacional Revolucionaria (G-2 PNR) creado en enero, y el Buró de Investigaciones Navales (BIN), aparato heredado de la tiranía batistiana, para constituir una sola institución mejor preparada que respondiera a los intereses del pueblo.
El 26 de marzo de ese mismo año, los tres servicios de seguridad existentes quedaron unidos oficialmente en un solo cuerpo, que conservó inicialmente el nombre de DIER y cuyo mando asumió el Comandante Ramiro Valdés Menéndez.
Desde sus inicios, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y los comandantes Raúl Castro Ruz y Camilo Cienfuegos Gorriarán dedicaron especial atención a la labor del DIER. Fidel dirigió personalmente muchas de las operaciones de inteligencia y contrainteligencia, que se realizaron para descubrir y neutralizar los planes encubiertos del gobierno de Estados Unidos y sus servicios de subversión y espionaje.
En esa labor, también tuvieron una participación muy importante el comandante Manuel Piñeiro Losada y los entonces capitanes Joaquín Méndez Cominches, Eliseo Reyes Rodríguez (San Luis), José María Martínez Tamayo (Papi), Orlando Pantoja Tamayo (Olo) y el primer teniente Enio Leyva Fuentes, entre otros oficiales.
El 6 de junio de 1961, el Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario promulgó la Ley 940, que constituyó oficialmente el Ministerio del Interior (Minint) y el Comandante Ramiro Valdés fue designado al frente del mismo. La nueva institución asumió a la Dirección de Inteligencia G-2 del Minfar y creó el Departamento de Seguridad del Estado (DSE), del cual el entonces capitán Isidoro Malmierca Peoli fue su primer jefe.
Entre las acciones que los órganos de la Seguridad del Estado han enfrentado a lo largo de los años de Revolución se encuentran los planes de atentados contra los principales dirigentes cubanos, en especial, contra el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Hasta el año 2007 se registraron 638 intentos de asesinato en distintas fases de desarrollo, llegando a ejecutarse más de un centenar que fueron desmantelados, aunque contaron con medios, oportunidades y ejecutores determinados para ello y fracasaron por la acción de los servicios de seguridad o la cobardía de sus autores. A ello habría que sumar la intuición de Fidel para descubrir las emboscadas, que no pocas veces lo libró del crimen planificado.
No sólo la Agencia Central de Inteligencia (CIA), sino también el Departamento de Estado del gobierno norteamericano, planearon el asesinato de Fidel y evaluaron las posibles consecuencias que ello podría traer. A partir de 1960 la CIA intensificó la elaboración de planes para asesinarlo y de esos años son la mayoría de los expedientes revelados en el informe de la Comisión Church y otros aún no revelados. Ello demostró que contra ningún otro dirigente político en el mundo se gestaron tantos planes de asesinato, ni ninguno había sido sometido nunca a tal persecución, tanto dentro como fuera de su país.
Los métodos planeados para matar a Fidel Castro fueron múltiples, aunque todos fracasaron, pese al empleo de francotiradores, explosivos colocados en sus zapatos, veneno inyectado en un tabaco, una pequeña carga explosiva dentro de una pelota de baseball, moluscos explosivos, traje de buzo infectado con hongos, bolígrafo-jeringuilla, veneno de bacterias y explosivos bajo la presidencia de actos públicos, entre otras muchas variantes empleadas.
No sólo trataron infructuosamente de asesinar físicamente a Fidel, sino también de anularlo moral e intelectualmente, afectar su imagen, desacreditar sus ideas mediante campañas de prensa, radiales y televisivas, películas, documentales, y empleando toda la capacidad creativa y el poderío tecnológico y científico de la mayor superpotencia mundial puestos en función de ese objetivo.
El DSE actuó también durante todos estos años contra acciones de subversión ideológica, bombardeos a ciudades, aeropuertos, centrales azucareros y campos de caña, sabotajes a la economía, invasiones militares, infiltraciones de grupos terroristas, estímulo y apoyo a las organizaciones terroristas incluyendo las bandas de alzados, lanzamiento de armas y explosivos, espionaje e introducción al país de plagas y enfermedades.
Las raíces fundacionales de los servicios de seguridad cubanos están presentes desde diciembre de 1956, en los primeros momentos de la lucha guerrillera en las montañas orientales contra la tiranía de Fulgencio Batista. Algunas de las misiones iniciales de esos servicios, como la protección de la vida del Jefe de la Revolución, fueron cumplidas inicialmente por el entonces capitán Juan Almeida Bosque, Universo Sánchez Álvarez, Faustino Pérez Hernández y sus más cercanos compañeros, en la primera guerrilla del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en la Sierra Maestra.
En los 63 años transcurridos desde el triunfo revolucionario, más de un centenar de combatientes de los servicios de seguridad e inteligencia cubanos ofrendaron sus vidas en defensa de la soberanía nacional, en honrosas misiones internacionalistas o cumpliendo arriesgadas tareas anónimas en las entrañas de organizaciones contrarrevolucionarias para proteger al pueblo de sus acciones terroristas.
Están todos en el altar de la Patria, aunque los nombres de algunos aún no puedan revelarse y el sacrificio de sus vidas tendrá que permanecer todavía en silencio, porque como dijo Martí, hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas.