Fuerza de Tareas en internet contra Cuba – La guerra de la infamia
La creación de un Grupo operativo de internet para la subversión en Cuba permitió llevar a una nueva dimensión los ataques a la reputación de los cuadros, periodistas, artistas, y todo aquel que «ose» defender a la Revolución o no se pliegue a la campaña difamatoria.
CAPAC – por Raúl Antonio Capote en Granma.cu
El asesinato del carácter o de la reputación, como también es nombrado en los manuales de guerra sicológica de varias agencias y organismos de inteligencia, forma parte de los métodos utilizados por los servicios especiales de EE. UU. para destruir a los adversarios del sistema capitalista, a los enemigos del imperio.
Mediante la aplicación de acciones directas, la realización de campañas mediáticas, la construcción de rumores basados en mentiras o medias verdades, condenan al «objetivo» de sus ataques a una muerte cívica.
Fue una de las herramientas fundamentales en la guerra a muerte librada por EE. UU. y sus aliados contra el socialismo y los movimientos anticoloniales, progresistas, o simplemente contra aquellos líderes que mostraban algún grado de independencia frente a las pretensiones hegemónicas del imperio durante el siglo XX.
El avance de las tecnologías y el surgimiento de internet permitieron aumentar exponencialmente el impacto de esta herramienta.
La creación de la Fuerza de tarea en internet, también conocida como Grupo operativo de internet para la subversión en Cuba, siguiendo las directrices planteadas por el presidente Donald Trump en su memorando presidencial del 16 de junio de 2017, permitió llevar a una nueva dimensión los ataques a la reputación de los cuadros, periodistas, artistas, y todo aquel que «ose» defender a la Revolución o no se pliegue a la campaña difamatoria.
La Fuerza de tarea contrata netcenters, cibermercenarios, youtubers, verdaderos francotiradores encargados de hacer el trabajo sucio, articulados con la red de medios contrarrevolucionarios, creados, organizados y pagados por Washington.
Un netcenter es un grupo de personas contratadas para crear, manipular y deshacer la reputación de una figura pública, institución u organización política. Cuentan con individuos que manejan varios usuarios en redes sociales y crean una «mayoría digital», compran seguidores, utilizan bots, sicarios digitales, etc.
Su tarea es convocar al odio y fabricar percepciones negativas a partir de mensajes en redes sociales.
Las cuentas madres que generan los mensajes que son replicados en la red de medios «independientes» y las redes sociales, usualmente utilizan a sujetos que tienen cierto reconocimiento o popularidad, personas que pretenden ser periodistas o líderes de opinión, por lo que sus palabras se dan como verdaderas, aunque no lo sean.
Otro elemento utilizado es el conocido como hater, en el ciberespacio. Es el usuario que se expresa con hostilidad, reproduce discursos de odio sobre personas, grupos específicos de la población o sobre un tema.
Las máximas autoridades de nuestro país, funcionarios, figuras públicas, artistas, periodistas, todo aquel que defiende a la Revolución o que muestre simpatía por ella, ha sido víctima de los haters, organizados por los netcenters al servicio de la CIA.
Desacreditar, mediante ataques coordinados, utilizando todos los recursos de las tecnologías, realizar campañas negras duraderas en el tiempo, sin descanso, que afecten sicológicamente al agredido, que bajen su autoestima, que disminuyan su credibilidad y legitimidad, son los objetivos.
Nuestra prensa revolucionaria, no por gusto, ha sido víctima permanente de esta táctica de guerra sicológica, en el afán de desarmarla. Desunidos nos quieren, y huérfanos de ideas, para vencernos.
Los que, por oportunismo o por cobardía, se prestan para ese juego, los que sin respeto por sí mismos participan en la ordalía convocada por los enemigos de Cuba, se han colocado en las antípodas de su tierra y de su gente.
El ego sublimado que les acompaña, les impide darse cuenta de que no son el ombligo del mundo, que son apenas una minoría insignificante, en comparación con el pueblo del que formamos parte, y al que nos debemos.