Méjico: Pensar en Grande
Una visión de las acciones del gobierno de López Obrador en México y las campañas de la oligarquía que rayan fórmulas golpistas en su contra.
CAPAC – por Gerardo Fernández Casanova (*)
Procuro no ser un panegirista del Presidente López Obrador; así me lo propuse desde que se logró el triunfo electoral en 2018, pero hay dos razones que me llevan a ponderar afirmativamente su gestión gubernamental: una es el reconocimiento a su indiscutible capacidad de trabajo fincada en una profunda pasión por México y la otra, tal vez como reacción a la primera, la descomunal campaña de la oligarquía por desacreditarlo, rayana en las fórmulas golpistas de la derecha internacional tan conocidas en Nuestra América.
Francamente no se puede ser silente ante tanta desmesura y tanta ceguera, sólo explicable por el afán de mantener a México sumido en la condición colonial a la que lo llevaron los idólatras del estilo de vida gringo del régimen neoliberal, enemigos del orgullo de pertenencia, la dignidad y el amor a la Patria.
Así entendida mi postura como articulista de opinión, no tengo empacho en aseverar que en México tenemos al gran Presidente que nos lleva a convertirnos en una gran nación, no por comparación con otros países, sino por la decisión colectiva de luchar por una vida mejor y más digna. Ante las crisis que nos golpean: la del neoliberalismo añejo, la sanitaria de la pandemia y la económica producida por las dos anteriores, y que serían agobiantes, la respuesta es la convocatoria a la transformación profunda de la realidad nacional. Tarea de todo el pueblo con la guía de un gran líder, hoy Presidente de la República.
Lo natural o acostumbrado sería el asumir las crisis como argumento para justificar un fracaso. En el caso de AMLO las crisis se convierten en acicate para impulsar la transformación y en demostración de la capacidad transformadora de la convergencia entre pueblo y gobierno, binomio insistentemente postulado por él. Ante el dolor de la pandemia se conduele y acompaña el sufrimiento de quienes han perdido a seres queridos, pero no se arredra y le hace frente con eficacia aprovechándola para construir un nuevo sistema de salud pública universal y gratuito, levantado de la ruina en que lo convirtieron los neoliberales.
La pandemia golpea a un pueblo enfermo y pobre que ha contado con la atención indiscriminada en un hospital público y con un equipo humano entregado y heroico. No puede hablarse de éxito en tanto haya un solo enfermo o un solo fallecido, pero el resultado es menos malo que muchos otros países con mejor nivel de desarrollo y bienestar. Hay que subrayar que todo se ha logrado en plena libertad, apelando a la conciencia ciudadana para resguardarse voluntariamente, sin autoritarismos de ninguna especie. Sólo la mezquindad y la ofuscación conservadora pueden negarlo y lo hacen con criminal cinismo.
En el frente de la economía también se registra la transformación y logra progreso. El combate a la corrupción y una forma de austeridad que elimina la onerosidad del gobierno liberan recursos que se aplican al bienestar y al fortalecimiento del mercado interno. Se calcula que en dos años de gobierno se han liberado recursos por un billón y medio de pesos, de los cuales casi un billón se han derivado a programas de bienestar que incluyen pensiones para adultos mayores y niños discapacitados, becas para estudiantes, jornales para sembradores de árboles frutales y maderables (un millón de hectáreas) y pequeños productores agrícolas, ganaderos y pesqueros.
Poco más de medio billón de pesos se destina a la inversión en infraestructura como el Aeropuerto Felipe Ángeles de la Ciudad de México, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, el Tren Transísmico, el Tren México Toluca, entre otras inversiones del estado. Desde luego se incluye la inversión en la infraestructura hospitalaria y de salud. Ninguno de estos proyectos se ha salvado de la beligerancia opositora, añorante del jugoso contrato de obra pública, que hace industria de la interposición de amparos y de la obstaculización de la acción gubernamental. Son apátridas y amátridas.
De todo lo anterior se da cuenta la población entera. La conferencia matutina cotidiana la mantiene informada y se entusiasma. El Presidente logra niveles de aprobación superiores al 60% y la oposición enloquece ante la ineficacia de sus millones gastados en destruirlo.
Francamente, López Obrador es mucha pieza, igual que el pueblo que lo acompañamos.
(*) Gerardo Fernández Casanova: periodista e intelectual mexicano.