18-05-1895 – Augusto César Sandino, General de Hombres Libres

CAPAC – tomado de Barricada

Lo que sigue es una breve biografía general, más el testimonio personal, del mismísimo Sandino, de los duros años de su niñez, en los cuales se forjó la reflexión y la voluntad del patriota que es el máximo héroe nacional de Nicaragua, el General que derrotó al ejército invasor yanki.

Biografía breve

Augusto Nicolás Calderón Sandino; Niquinohomo, Nicaragua, 1895 – Managua, 1934. Líder guerrillero nicaragüense que luchó tenazmente contra la ocupación y la intervención norteamericana hasta obligar a los Estados Unidos a retirar sus tropas de Nicaragua.

Tras su asesinato a manos del entonces jefe de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza, Sandino se convirtió en el referente ideológico del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y de la revolución promovida por este movimiento que, años más tarde, acabaría con la dictadura somocista.

De origen muy humilde, Augusto Sandino trabajó como minero en Nicaragua, Honduras y México. En 1926 regresó a su país, ocupado desde 1916 por las tropas estadounidenses que defendían los intereses de las compañías fruteras de Estados Unidos. Optó por defender la autonomía nacional, afectada por el convenio Bryan-Chamorro y por la firma del tratado Stimpson-Moncada, por lo que reunió un grupo de guerrilleros y se alzó en armas.

Durante seis años Sandino combatió contra las tropas de diferentes gobiernos apoyados por Estados Unidos, al término de los cuales había logrado aglutinar a su alrededor a unos tres mil hombres y se había ganado la admiración popular. Organizada bajo su mando, la guerrilla rebelde se refugió en las selvas de Nueva Segovia, donde se convirtió en prácticamente invencible.

Al no lograr derrotarlo, el presidente estadounidense Herbert C. Hoover ordenó la retirada de las tropas desplegadas en Nicaragua, lo que, junto con la elección de Franklin D. Roosevelt como presidente de Estados Unidos, movió a Sandino a negociar con el gobierno de nicaragüense la deposición de las armas y el retorno a la vida civil (1933).

Sin embargo, su prestigio político continuaba siendo una amenaza para los dirigentes del país, por lo cual, tras aceptar una invitación para acudir al palacio presidencial, fue emboscado y asesinado por Anastasio Somoza, jefe de la Guardia Nacional y sobrino del ex presidente José María Moncada.

Con todo, la muerte del líder no significó la desaparición de su movimiento, y su nombre pasó a encarnar la lucha de liberación de Nicaragua. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), alineación política creada en 1962, se constituyó como continuadora del ideario de Sandino y centró sus miras en el derrocamiento de los Somoza mediante la lucha armada, objetivo que lograría muchos años después (en 1979) al forzar la caída del presidente Anastasio Somoza Debayle, hijo de Anastasio Somoza.

Testimonio de Sandino

Breve Introducción

El General Augusto C. Sandino nació el 18 de mayo de 1895, hace 127 años, en Villa Victoria, hoy Niquinohomo, que en chorotega significa Valle de Guerreros. La familia de su padre ocupaba uno de los lugares más prominentes del pueblo. Su tío abuelo Eufrasiano Sandino participó en la Guerra Nacional contra el filibustero William Walker, siendo uno de los soldados más destacados en su heroísmo, le denominaban “el más valiente de todos los valientes”.

De esa familia deviene el General Sandino, Héroe Nacional de Nicaragua, figura de rebeldía patriótica para Nicaragua y los pueblos del mundo. Constituye el paradigma del hombre nuevo nicaragüense, y en estos tiempos de Revolución en los que la causa de Sandino ha triunfado y sigue triunfando, su pensamiento y acción siguen siendo la guía para las nuevas victorias.

Sandino forjó su rebeldía desde la infancia, sólo contra la falta de oportunidades, luchando contra las fatalidades impuestas por el sistema opresor de la época, luchando por sobrevivir, nació en la miseria y trabajó desde su infancia, y desde ahí sembró las primeras semillas de la revolución.

En esta fecha en la que conmemoramos a nuestro máximo héroe nacional, proponemos a nuestros lectores, un pasaje del libro “Maldito País” del escritor José Román, publicado por primera vez en 1979, con el triunfo de la Revolución Sandinista. En ese extracto, el autor entrevista directamente al General Sandino desde las Montañas de las Segovias el 28 de febrero de 1933, días después de la firma del acuerdo de paz. El general ahonda en los primeros años de su infancia:

Su padre, Gregorio Sandino

Un señor Sandino llegó a Nicaragua procedente de España y era de la misma familia de otros dos Sandino que también habían emigrado de España, uno para Colombia y el otro para Campeche, en México. El que vino a Nicaragua logró hacer algún dinero, se casó y tuvo varios hijos, entre ellos: José María, Eufrasiano y Santiago. Este último a su turno se casó con una india pura llamada Agustina Muñoz, con quien tuvo los siguientes hijos: Asunción y Cayetana, mujeres y los varones Pedro, Cleto, Isabel y Gregorio, mi padre. Mi padre nació el 12 de Marzo de 1869 en Niquinohomo, en la casa solariega de su familia, donde hasta la fecha habita. Heredó algún dinero, fincas de café y casas. Aun es el hombre más rico de la localidad.

Desde muy joven se dedicó al cultivo de su heredad y se casó con Doña América Tíffer, con la que tuvo los siguientes hijos: Asunción, América y Sócrates, que es el mayor y nació en octubre de 1898. Como puede ver, yo no soy hijo del matrimonio, sino que nací unos cuatro años antes, en 1895.

Su madre, Margarita Calderón

Mi madre se llama Margarita Calderón y era una empleada de una finca de mi padre. Soy pues, Román, un hijo del amor o un bastardo, según los convencionalismos sociales. Mi padre, después de venido yo al mundo, se olvidó de la que había sido madre de su primer hijo.

«Soy pues, un hijo del amor o un bastardo, según los convencionalismos sociales. Mi padre, después de venido yo al mundo, se olvidó de la que había sido madre de su primer hijo».

Sandino

Criado en la miseria

-De modo- continuó pausadamente el General- que abrí los ojos en la miseria y fui creciendo en la miseria, aún sin los menesteres más esenciales para un niño y mientras mi madre cortaba café, yo quedaba abandonado. Desde que pude andar lo hice bajo los cafetales, ayudando a mi madre a llenar la cesta para ganar unos centavos. Mal vestido y peor alimentado en aquellas frías cordilleras. Así es como fui creciendo, o quizás por eso es que no crecí. Cuando no era el café, era el trigo, el maíz u otros cereales los que nos mandaban a recolectar, con sueldos tan mínimos y tareas tan rudas que la existencia nos era un dolor. Un verdadero dolor… Además, tome en consideración que mi madre con frecuencia daba a luz, lo que agravaba más nuestra situación. Créame, es horrible recordarlo, pero es, la pura verdad.

Hubo veces —continuó el General de una sostenida pausa – en que para poder comer tuvimos que empeñar cualquier baratija por unos cuantos centavos. Y hubo días, muchos días, en realidad muchísimos días, en que estando mi madre postrada, haya tenido yo que salir de noche a robar en las plantaciones para no dejarla morirse de hambre. Y así seguí creciendo, enfrentándome en lucha feroz y tenaz contra una vida cruel y despiadada y contra designios de la fatalidad. Dichosamente, la naturaleza me había dotado de reflexión y voluntad. Empezaba yo prematuramente a ser consciente de la gran tragedia de mi vida que roía lo más íntimo de mis entrañas con la realidad de una terrible miseria. Miseria e impotencia, a mis tiernos años. Con mi padre, no contaba en lo absoluto y a mi madre, más bien yo tenía que mantener.

«Y así seguí creciendo, enfrentándome en lucha feroz y tenaz contra una vida cruel y despiadada y contra designios de la fatalidad. Dichosamente, la naturaleza me había dotado de reflexión y voluntad. Empezaba yo prematuramente a ser consciente de la gran tragedia de mi vida que roía lo más íntimo de mis entrañas con la realidad de una terrible miseria».

Sandino

Cuando por casualidad mi medio hermano Sócrates, me encontraba en la calle, me regalaba alguna ropa vieja con las que cambiaba mis harapos. Al comparar la situación de mi hermano con la mía, me indignaban las injusticias de la vida. Aunque yo era muy trabajador ¿Qué podía ganar una criatura menor de 10 años en un lugar donde aún los sueldos para mayores eran sólo unos centavos diarios? Estaba yo en una época de la vida en que se necesitan, ya no digamos las cosas más elementales para la comodidad del cuerpo, sino lo que es más esencial, el calor de un hogar para la tranquilidad espiritual y la formación del carácter y personalidad. Yo carecía de ambos y lo peor es que me daba cuenta cabal de la situación.

Un detalle concreto

Ahora Román, le voy a contar un detalle concreto que nunca olvidaré. Sucedió algo terrible que agravó más mi vida: trabajábamos mi madre y yo en una finca del Alcalde del Pueblo, siendo mi padre el Juez. Ella había recibido un anticipo de unos pocos pesos, pero como le ofrecieran pagar mejor en otro cafetal, resolvió aceptar para pagar más pronto su deuda, pero el señor Alcalde, temeroso de perder su anticipo, dio orden de captura contra ella. Y así, una buena tarde se aparecieron unos soldados y nos metieron a la cárcel. El disgusto y el maltrato brutal, produjeron a mi madre un aborto que le ocasionó una copiosa hemorragia, casi mortal. Y a mí sólo me tocó asistirla ¡Íngrimo! En aquella fría prisión antihigiénica del pueblo. Al mismo tiempo que se me revelaban secretos biológicos para mí ignorados hasta entonces, pues apenas había cumplido nueve años de edad, los lamentos y el estado mortal de mi madre rebalsaron mi indignación y aunque sólo era un niño, ya dormida mi madre, insomne, me acosté a su lado en aquel suelo sanguinolento y pensé en mil atrocidades y venganzas feroces, pero dándome cuenta de mi impotencia, recuerdo vívidamente, como reflexioné con filosofía infantil.

«El señor Alcalde, temeroso de perder su anticipo, dio orden de captura contra ella. Y así, una buena tarde se aparecieron unos soldados y nos metieron a la cárcel».

Sandino

¿Por qué Dios será así? ¿Por qué dirán que la autoridad es el brazo de la ley? ¿Y qué es la tal ley? ¿Sí la Ley es la voz de Dios para proteger al pueblo, como dice el cura, entonces la Autoridad, porque en vez de ayudarnos a nosotros los pobres favorece a los zánganos? ¿Por qué Dios quiere más a Sócrates que a mí, si yo tengo que trabajar y el no?… Sólo a los pobres nos joden.

«¿Por qué Dios será así? ¿Por qué dirán que la autoridad es el brazo de la ley? ¿Y qué es la tal ley? ¿Sí la Ley es la voz de Dios para proteger al pueblo, como dice el cura, entonces la Autoridad, porque en vez de ayudarnos a nosotros los pobres favorece a los zánganos? ¿Por qué Dios quiere más a Sócrates que a mí, si yo tengo que trabajar y el no?… Sólo a los pobres nos joden».

Sandino

El General cerró los ojos, apretó los puños contra sus mejías y así permaneció, indudablemente en profunda concentración, por más de un minuto. Se dio media vuelta en la hamaca, volviéndose a mí y continúo:

Poco tiempo después mi madre se fue con un hombre a Granada y yo rehusé seguirla. Como he sido siempre de carácter decidido, me fui a vivir con mi abuela materna que era paupérrima y trabajaba en lo que podía.

Seguí mi lucha con la vida

Seguí mi lucha con la vida. Solo, cuerpo a cuerpo. Dándome cuenta que mi madre andaba lejos con una sarta de hijos y mi padre por otro lado casado con una mujer que no podía ni verme, con mi raciocinio infantil y mi razón sentimental, pensaba que la vida no tenía sentido, que no tenía razón de ser, pues los mismos que me habían traído al mundo me trataban así sin tener yo ninguna culpa. Vea, Román al recordar tales injusticias de la vida.

Decidí ser gente, decidí llegar a ser alguien

Y es lo cierto que pudiendo haber sido un vago y criminal, decidí ser gente, decidí llegar a ser alguien. Bueno, es el caso que un día, hambriento, haraposo y acarreando unos paquetes para ganarme unos centavos, me encontré por casualidad con mi Señor Padre en la calle. Puse los paquetes en el suelo, me arrimé a él y le interpelé llorando, pero enérgicamente: Óigame Señor ¿Soy su hijo o no? Y mi padre contestó: Sí, hijo, yo soy tu padre. Entonces yo le repliqué: Señor, si yo soy su hijo ¿Por qué no me trata usted como trata a Sócrates? Al viejo se le salieron lágrimas. Me levantó hasta su pecho. Me besó y me abrazó fuerte y largo….Y me llevó a su casa…iba yo a cumplir once años […]

«Lo cierto que pudiendo haber sido un vago y criminal, decidí ser gente, decidí llegar a ser alguien».

Sandino

Fuentes:

José Román (1979) Maldito País. Ediciones el Pez y la Serpiente. pág. 35-39.

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