16 de abril: Discurso de Fidel en aniversario de Playa Girón
Discurso de Fidel Castro en el acto central por el XXXV Aniversario de la Victoria de Playa Girón, 16 de abril de 1996
CAPAC – por Fidel Castro / tomado de Fidel, soldado de las ideas
Queridos compatriotas:
Después de una tarde de tantos recuerdos y de tantas emociones, de tantas cosas bellas como hemos visto, de tantas palabras maravillosas, es difícil hablar aquí hoy; pero resultaba imprescindible que nos reuniéramos, porque un día como este no podía pasar olvidado.
Muchas cosas se conmemoran esta tarde, y muchas cosas importantes; pero, en primer lugar, debemos recordar que un día como hoy, una tarde como esta, se proclamó el carácter socialista de la Revolución (APLAUSOS). Esa fue, pudiéramos decir, la primera gran salva de artillería en respuesta a la agresión.
Esa tarde recordamos con infinito dolor cómo dimos sepultura a los compañeros caídos en el repugnante y cobarde bombardeo del día 15, bombardeo que fue llevado a cabo con aviones pintados con insignias de nuestra Fuerza Aérea, para confundir, para engañar, para sorprender.
Recordamos el amanecer de aquel día, pues habíamos pasado en vela la noche, ya que un barco se acercaba por la zona oriental y los compañeros de aquella región estaban en estado de alerta, sobre todo por la zona entre Maisí y Baracoa, cuando vimos pasar rasantes por encima del Puesto de Mando, una casa en Nuevo Vedado, los aviones que iban a bombardear Ciudad Libertad. Casi inmediatamente dispararon; pero recuerdo también que no habían pasado ni 20 segundos cuando la artillería antiaérea nuestra respondió enérgicamente al fuego, a pesar de que eran milicianos jóvenes, sin experiencia, sin mucha práctica en el uso de aquellas armas, y uno de aquellos aviones —ya deliberadamente planificado por el enemigo— marchó rumbo a Miami, aterrizó allí y dijo que era un avión desertor de la Fuerza Aérea cubana, que la aviación revolucionaria se había sublevado.
No eran aviones yankis con insignias cubanas, sino aviones sublevados. Esa misma mentira infame la proclamaron en las Naciones Unidas, y de tal modo que ni siquiera al representante de ese país en Naciones Unidas le dijeron la verdad de lo que había ocurrido, era una persona conocida por actitudes relativamente decentes y quizás temieron que no pudieran contar con él para decir la verdad.
Así es todo lo que hacen y así son las cosas que han hecho a lo largo de la historia en cada una de sus guerras agresivas.
«Eran días difíciles aquellos de Girón, sabíamos que el imperialismo no perdonaría la Revolución que estábamos haciendo».
Fidel Castro
¿Qué Revolución era? Era una revolución de justicia. Todas esas leyes que aquí se mencionaron y que mencionó Fernández, eran simplemente leyes de justicia, en un país avasallado, explotado, humillado, donde los campesinos carecían de tierra, donde las compañías norteamericanas eran las poderosas dueñas de las mejores tierras del país, donde se robaba constantemente, donde se mataba, se torturaba, se asesinaba, donde el número de analfabetos era enorme, donde casi 60 niños de cada 1 000 nacidos vivos morían todos los años, donde no había escuelas, donde se encontraban 10 000 maestros sin empleo. Una colonia donde residía un pueblo valiente, heroico, que había luchado mucho tiempo para que el gran vecino no se apoderase de él, y donde, porque se hicieron leyes de reforma agraria, leyes de reforma urbana, y porque, en resumen, se empezó a aplicar la justicia social, decidieron, de inmediato, liquidar la Revolución. Pero primero creían que la liquidaban quitándole la cuota azucarera, o que la liquidaban quitándole los suministros de petróleo; es decir, no vendiendo o no permitiendo que se vendiese petróleo a Cuba y otra serie de medidas similares, frente a cada una de las cuales la Revolución buscó fórmulas para luchar y sobrevivir.
Aquello no lo iban a perdonar como ejemplo para los pueblos de América Latina que estaban en similares condiciones que nosotros; pero creían, además, con desprecio, que podrían aplastarnos. No se dieron cuenta de que era una revolución diferente, de que era una revolución popular, una revolución del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, que derrocó a uno de los ejércitos mejor organizados y mejor entrenados que tenían aquí en el hemisferio.
No comprendieron eso, e inmediatamente se dieron a la tarea de organizar grupos subversivos. Apoyándose en los terratenientes, los esbirros y demás afectados por la Revolución, llegaron a organizar hasta 300 grupos, suministrarles armas, recursos, dinero, aliento político, apoyo de todo tipo; empezaron a realizar sabotajes a lo largo y ancho del territorio nacional, aparte del bloqueo económico para tratar de matarnos de hambre.
En aquellos tiempos existía el campo socialista, existía la URSS. Todos sabemos lo que pasó después, pero a pesar de eso, como prueba de lo que significaba el sentimiento de solidaridad y el internacionalismo, nos apoyaron, nos ayudaron, y aunque estemos en desacuerdo con la inmensa mayoría si no con todo lo que hicieron después, nos sentimos agradecidos con lo que hicieron en aquel momento por nosotros (APLAUSOS). Fue de gran importancia.
Nosotros no queríamos mezclar la situación internacional y la guerra fría con nuestra Revolución, pero no estábamos dispuestos a renunciar a la Revolución.
Nuestras primeras armas no las compramos en el campo socialista, nos fuimos a países occidentales a comprar armas. En algunos lugares compramos fusiles, lanzagranadas, parque, fusiles que eran modernos, automáticos, algunas decenas de miles; compramos también en un país de Europa cañones, municiones. ¿Y qué ocurrió? Cuando el segundo barco estaba desembarcando, saboteado desde el exterior, explotó —y explotó dos veces, porque estaba preparado para que explotara por lo menos dos veces— y mató en cuestión de segundos a más de 100 trabajadores y soldados que estaban descargando aquel barco. Mientras estaban preparando los planes de agresión contra Cuba, nos querían prohibir o impedir la adquisición de armas.
Nosotros con los soviéticos no teníamos ni relaciones, no existían relaciones diplomáticas, pero estábamos decididos a defendernos, estábamos decididos a luchar, y así fue como se adquirieron las primeras armas de origen socialista; bueno, eran de distintos orígenes: algunas eran checas, otras eran armas ocupadas a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial y otras eran armas soviéticas que llegaron a través de Checoslovaquia.
En poco tiempo, realmente, llegó a Cuba una gran cantidad de armas. Posiblemente a nuestro país hayan traído armas miles de barcos y nunca más explotó un barco. Nosotros hicimos todas las pruebas posibles, incluso lanzamos desde miles de metros cajas de municiones, cajas de granadas y no explotó una sola caja, no explotó un solo proyectil. Aquello no podía haber sido un accidente.
Llegaron armas, pero no teníamos al pueblo preparado para el empleo de aquellas armas. Habíamos aprendido a manejar un poco de cañones y de tanques de los que habían quedado en Cuba al triunfo de la Revolución, y así empezamos a armarnos, pero había que organizar los cuadros. Por eso la importancia de lo que explicaba Fernández, que había que preparar miles de cuadros en cuestión de semanas o de meses, porque no sabíamos de cuánto tiempo íbamos a disponer.
Cuando el imperialismo vio que la Revolución resistía, aceleró los planes de la invasión mercenaria, y nosotros sabíamos ya, después de todas las medidas que habían tomado contra Cuba en todos los sentidos, de tipo subversivo, sabotaje, acciones armadas, que ellos, tan pronto tuvieran la primera oportunidad o la primera fuerza organizada, lanzarían el zarpazo, para hacer en Cuba algo parecido a lo de Guatemala; pero nadie podía saber cuándo ni cómo. Sí comprendimos que iban a utilizar esa variante, y mientras, nos organizábamos febrilmente a lo largo y a lo ancho del país.
Los primeros fusiles FAL que llegaron los enviamos a las montañas, ya nos estábamos preparando para luchar en las montañas si venía una agresión, ya los conceptos de lo que después hicimos en gran escala estaban presentes, ya sabíamos que aunque llegara el ejército yanki aquí, el pueblo cubano, con unas cuantas decenas de miles de fusiles, podía combatir y podía resistir. Eso no lo dudó nadie. Pero, después, cuando llegó un torrente, podemos decir, de armamentos de otro tipo, cientos de piezas antiaéreas, cientos de piezas de artillería de todos los calibres, cientos de tanques —o al menos a nosotros nos parecían cientos; no sabría decir cuántos serían el día 17 de abril de 1961, pero sí puedo asegurarles que había suficientes para aplastar a diez girones simultáneamente, en un poquito más de tiempo, eso sí—, se movilizó la población en todo el país y, fundamentalmente, la capital; se concentró allí gran cantidad de armas, porque era lógico que cualquier agresión enemiga tratara de tomar la capital del país. Se movilizaron decenas de miles de milicianos.
Había unos pocos instructores checos y soviéticos, y cuando vieron aquello, dijeron: «Bueno, esto es imposible, hacen falta por lo menos dos años para entrenar a toda esta gente.» Nosotros les dijimos: «No, hay que entrenarlos a todos y a toda velocidad.» Entonces inventamos una cosa que fue pedirles a los milicianos que lo que aprendían por la mañana lo enseñaran por la tarde, en materia de tanques, de artillería, de antiaérea, de lo que fuera. Y así lo hicieron. Al final, aquellos pequeños grupos de instructores se convencieron de que, de esa forma, era posible entrenar a cientos de miles de personas.
Reclutamos en las universidades, en los centros de trabajo, en todas partes a mucha gente joven para la artillería, las antiaéreas y para los batallones de infantería, mientras acelerábamos la instrucción de las tropas rebeldes que habían bajado de la Sierra Maestra o se habían incorporado a lo largo del país. A una gran velocidad realmente se preparó el personal, porque podemos decir que el grueso de aquel armamento llegó algunas semanas, si acaso, podemos decir, unos pocos meses antes de la invasión de Girón. Y los cubanos, como ustedes saben, aprenden rápido, aprendieron a manejar aquellas armas.
En cuanto a la aviación, nos habían dejado algunos Sea Fury, otros equipos de caza cuyo nombre no recuerdo bien en este momento, algunos B-26 y tres aviones Jet de entrenamiento; pero, en realidad, el personal de aquella aviación, excepto un pequeño grupo de espíritu patriótico que había estado preso casi todo porque se había negado a bombardear a los campesinos en la Sierra Maestra, había luchado junto a Batista, y, por tanto, teníamos más aviones que pilotos, y formar un piloto lleva tiempo.
La formación de cuadros era muy importante, sumamente importante, como ya dije, y en eso nos prestó una ayuda excepcional el compañero Fernández (APLAUSOS), que fue quien enseñó a marchar a todo el mundo aquí, porque los rebeldes no sabían ni cómo pararse, ni cómo saludar, ni cómo marchar —aquí estoy viendo a otro veterano, Carreras, que nos ayudó mucho, en este caso con la aviación— y como él había estudiado en una academia, nos enseñó las cosas formales, la organización de un pelotón, de una compañía, de un batallón; porque nosotros teníamos pelotones, compañías, batallones y columnas en la Sierra Maestra, que podían ser mayores o menores, pero no tenían preparación académica previa. Muchos reclutas de los que iban a la Sierra como voluntarios recibieron una instrucción. A decir verdad, de cada 100 que llegaban, con la visita diaria de los aviones de bombardeo, la falta de cigarros, de zapatos, de ropa y de comida, 90 regresaban; porque el cubano era más valiente para el combate y el heroísmo que para el trabajo organizado y disciplinado, y aquellas Minas del Frío no las resistía casi nadie, y no por el frío, porque aquello estaba caliente; casi todos los días por la mañana, teníamos la visita de los aviones.
Hubo que empezar por cero para organizar el gran ejército que necesitábamos. Nos ayudaron otros oficiales también de los que habían estado presos por rebelión contra la tiranía, o porque tenían una conducta revolucionaria y se habían unido a nosotros; pero un número, realmente, muy reducido para aquello. A Fernández le correspondió la tarea de dirigir la escuela de cadetes. El cuenta con mucha gracia que tenían que subir el Turquino veinte veces, cosa que no le hace mucha gracia a mucha gente; pero nosotros veníamos con la fiebre del Turquino y creíamos que el que no subía el Turquino mil veces por lo menos no iba a ser un buen revolucionario —creo que en eso Fernández debe tener un récord—, y tenían que pasar por aquellas pruebas los que iban a ser cuadros, los que iban a las escuelas de cuadros.
Así se hizo el primer curso, como él explicó, el segundo curso ya estaba aquí en Matanzas. Los considerábamos una fuerza buena, una fuerza de choque hacia el centro, ya no solo en la capital, y nos preparábamos a gran ritmo.
Pero, ¿cuándo vendrían? No teníamos tantos medios de inteligencia como tuvimos después; recogíamos noticias, leíamos. Pero para que ustedes vean cómo controlaban cuando querían la prensa: en Estados Unidos le dieron indicaciones a la prensa de no hablar de la organización de la expedición; pero siempre se filtraba algo. ¿Qué plan será? ¿Intentarán formar grupos guerrilleros en las distintas regiones del país? Ya los habían formado en el Escambray, y más de una vez se limpió el Escambray; realmente introdujeron armas en toda la isla. Nosotros nos preguntábamos: ¿Cuál será el plan, una guerra de guerrilla generalizada? Siempre es más difícil capturar a un pequeño grupo que a una tropa; nosotros queríamos que nos las mandaran todas juntas, desde luego. Pero, ¿qué harían? Y tomamos medidas, en cada caleta, en cada pequeña playa del país, pusimos un pelotón de milicianos; no quedó un solo lugar. Y, claro, en todas las provincias se preparaban fuerzas.
Si se deciden a lanzarlo en una dirección, qué lugar escogerán. Pensábamos, por ejemplo, en Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, para crear una especie de Taiwán; allí estaban las prisiones y miles de presos contrarrevolucionarios y criminales de guerra, entonces lo que hicimos fue enviar tanques, infantería, cañones, y convertir la Isla de Pinos en un fortín.
¿Podrá ser el Escambray? Tenía cierta lógica; allí habían organizado muchos grupos y llegaron a tener hasta 1 000 hombres armados en el Escambray, que eran expertos en evadir las fuerzas. No los voy a llamar cobardes, puede haber gente equivocada y muy equivocada que, incluso, disponga de valor personal, no de moral personal, no hay que subestimar al enemigo; pero aquellos eran al revés que nosotros en la Sierra. Nosotros en la Sierra siempre estábamos a la ofensiva, organizando emboscadas, organizando golpes, y aquellos en el Escambray estaban siempre huyendo de las tropas revolucionarias, y tenían cierto apoyo campesino, minoritario, pero apoyo, sería un 10%, un 15% ó un 20%, nadie podría asegurarlo con exactitud. Pero allí la guerra se había desarrollado en forma diferente a la de la Sierra Maestra, no se produjo el intenso trabajo político que se había producido en las provincias orientales; se habían cometido, incluso, abusos por parte de algunos de los grupos que estaban en esa zona. Era débil políticamente el Escambray y por allí empezó la contrarrevolución, gente afectadas por las leyes revolucionarias, gente atrasada políticamente, o antiguos miembros del ejército de Batista se fueron para allá.
Y, repito, llegaron a tener en ocasiones hasta 1 000 hombres, hacíamos limpias de un tipo o de otro, los reducíamos a 70 u 80 y, al cabo de unos cuantos meses, con el aliento desde el exterior, volvían a levantar cabeza; pero siempre con la misma concepción, a la defensiva, tratando de escapar, esperando que viniera la invasión yanki. Hubo un momento en que la Revolución concentró 50 000 hombres en el Escambray —para que tengan una idea de cuál era su fuerza—, de todas las provincias, y la mayor parte de la capital; se rodeó el Escambray completo, se dividió en cuatro partes y se empezó a limpiar, poniendo una escuadra casa por casa. Posiblemente el Escambray fue en un momento el lugar preferido de ellos, un lugar montañoso, donde fuerzas motorizadas debían avanzar por la costa, un aeropuerto, y con una cierta base de apoyo interno; pero el Escambray se convirtió en otra fortaleza intomable.
Seguíamos pensando y nos quedaba Girón. En Girón no había nada, desde el primer año la Revolución empezó a construir carreteras, a mejorar la vida de los carboneros, de las familias, hizo tres vías fundamentales: la que va de Australia a Playa Larga, Yaguaramas-San Blas —y el otro lugar, Almeida, tú lo debes recordar—, Covadonga-San Blas, aquel tenía forma de V; estábamos construyendo, y bastante adelantados, dos centros turísticos; se construían escuelas, y se hizo un campo de aviación. El campo de aviación era necesario para el enemigo, tanto para suministros de armas como para llevar al gobierno provisional, que ese era el verdadero plan para tratar de legalizar su crimen.
Así se fueron acercando aquellos días de mucha actividad por parte de la Revolución, por las cosas que les expliqué antes, de sabotajes, de grupos armados, de bandidos en los campos; pero esperando lo principal y con las incógnitas correspondientes, cómo y por dónde, si dividiendo aquella fuerza que estaban entrenando en el exterior o concentrándola, eso era clave. Fue por ello muy importante, y, aunque siempre se explican estas cosas, se ha escrito mucho, aunque falten todavía partes importantes por escribir, había que dilucidar aquel problema y estar preparados para las dos variantes: si pequeños grupos, resistencia a todos los grupos que desembarcaran; si concentrándolos, fuerza suficiente para destruirlos. En eso estábamos, y esperando de un momento a otro la invasión, cuando se les ocurre el bombardeo del día 15 de abril al amanecer. Ese fue un error garrafal del enemigo, porque al atacarnos el día 15 por la mañana, al inventar todo aquello de que eran aviones sublevados, al emplear una fuerza de cierta consideración como arma aérea, nos dio la idea inmediata de que la invasión era cuestión de 24 o de 48 horas, y, aunque teníamos a una parte del país movilizado, movilizamos de inmediato a todo el país y a todas las armas.
El 16, hace hoy, y creo que a esta misma hora, más o menos, 35 años, después de dar sepultura a nuestros compañeros, se organiza un gran acto con decenas de miles de milicianos armados en la esquina de 12 y 23; llenaban la calle 23 durante muchas cuadras. Había un estado de indignación, como era de imaginar, tremendo; el pueblo estaba enardecido, la Revolución había avanzado mucho, sabíamos que aquel era el precio que nos querían cobrar por la Revolución, que aunque muchas de nuestras medidas eran simples medidas de justicia social, se podían llamar, con toda razón también, medidas socialistas.
Todo este proceso de agresiones contra Cuba acelera los cambios revolucionarios. Algún día tenía que venir el socialismo, pero había que hacer muchas cosas primero, no se había considerado que fuera el momento de hablar de carácter socialista. Se luchaba mucho contra el anticomunismo, pues el anticomunismo era el arma ideológica principal del imperialismo en plena guerra fría, pero no se hablaba de socialismo. Ese día, a partir de las realidades, a partir de la aceleración de aquel proceso, a partir del enorme número de medidas de justicia social que habíamos tomado, nos consideramos en el derecho a proclamar socialista a la Revolución. Aquello fue aclamado a lo largo y ancho del país por decenas y cientos de miles de hombres armados, y si en la Sierra Maestra luchábamos por el derrocamiento de la tiranía y luchábamos también por la justicia social, luchábamos, en fin, por la liberación de nuestro país, a partir del 17 de abril nuestro pueblo luchó ya, con las armas en la mano y al precio de su sangre, por el socialismo (APLAUSOS).
«A partir del 17 de abril nuestro pueblo luchó ya, con las armas en la mano y al precio de su sangre, por el socialismo».
Fidel Castro
Era el momento, realmente, de dar aquella respuesta enérgica, valiente, desafiante, porque Girón ocurrió cuando estábamos rodeados por escuadras norteamericanas, y como diciéndoles: Si quieren desembarcar, desembarquen, no les tememos, y nuestra idea y nuestro propósito es este.
Tal hecho precede la batalla, no vamos a repetir cómo se desarrolló la misma. Muchos compañeros escriben un detalle más, un detalle menos; un tanque más, un tanque menos. Yo tengo perdidos dos tanques (RISAS). Sí, ese de la réplica en el que me subí con cinco proyectiles; era lo que quedaba, suerte que… Bueno, son historias y anécdotas, ¿para qué?
No hubo que utilizarlos; cuando vieron los enemigos unos cuantos tanques avanzar a toda velocidad por la carretera, ya oscureciendo, abandonaron su barrera de antitanques y desaparecieron. Esto fue al llegar a Girón, por el norte, porque el avance se producía fundamentalmente por el oeste y también desde el este.
Yo decía que se me han perdido dos tanques, porque estuve también en un tanque de esos cuando el «Houston», allá en Playa Larga; ese no lo he encontrado, se me ha perdido. Y otro llamado «Stalin», de aquellos grandes que tenían un cañón de 120 milímetros, con el que fuimos por la orilla de la costa de Girón el 20 por la mañana hacia el este, recogiendo prisioneros, y nuestra gente terminó chocando con los que avanzaban desde Cienfuegos, a pesar de todas las advertencias que se les hizo, sin consecuencias trágicas, por suerte. En las huellas del tiempo, se pierden hechos y hasta objetos. No queríamos que los invasores se escaparan al final en la escuadra norteamericana. De esa posibilidad habrá que escribir algún día.
Pero, bueno, en general, de Girón, cada uno cuenta una cosa y otra: la hora, el lugar, los minutos, qué pasó en cada momento; hay comisiones del MINFAR estudiando los hechos en detalle. Por eso, cada vez que hay un libro, una declaración, falta un detalle o falta otro.
Puede haber un detalle que el tiempo haya transfigurado un poco y no se recuerde bien —Almeida sabe eso, porque Almeida tiene una gran memoria y le gusta escribir mucho sobre historia, de vez en cuando me pide un poco de papeles; cuando me den un mínimo chance de escribir algo, no me queda nada en absoluto porque ya todo está publicado (RISAS)—, pero participaron muchos compañeros y de manera muy valiente, muy heroica, con un desprendimiento y una decisión total. Y participaron de todas las fuerzas, cadetes, responsables de milicias, milicianos, policías, que tuvieron un combate muy duro allí, al oeste de Girón; también participaron campesinos milicianos, campesinas.
Participó de manera muy destacada la aviación; no participó en mayor grado la marina, porque nuestros barcos estaban en La Habana —aquellas fragatas las cargamos de cuatro bocas que parecían un erizo, por si acaso las atacaban por aire; las fragatas de La Habana, allí estaban las fuerzas, no teníamos base naval aquí por el sur—; participaron destacadamente las tropas regulares de artillería de Managua y de otras unidades del Ejército Rebelde, procedentes de la capital, que llevaron los primeros tanques.
En todo este cuadro, ¿qué resultaron cosas decisivas?
Primero, el ataque adelantado 48 horas, nos dio tiempo; uno no se explica cómo hicieron eso. Querían hacer un segundo ataque, pero ya habían fracasado en el primer intento, no pueden destruir más aviones porque había piezas antiaéreas protegiendo los tres aeropuertos; por eso no pueden destruir todos los aviones, se reforzaron aún más los aeropuertos.
Ellos hablaban y pensaban, como dije, en un segundo ataque aéreo el día 17 por la mañana; no lo llegaron a realizar, era inútil, porque el 17 al amanecer todos nuestros aviones estaban en el aire y en dirección a Girón para atacar a la escuadra enemiga, la flota que traía a los invasores. Ese fue un factor decisivo.
«Otro factor importante fue comprender rápidamente la estrategia enemiga».
Fidel Castro
Fernández, ahí tengo que revisar la entrevista tuya que leí en el periódico, porque cuando tú hablas de los paracaidistas, a los paracaidistas los empezaron a lanzar bastante temprano, porque los tiraron en distintos lugares; temprano supimos que ya habían tirado paracaidistas, bastante temprano.
Ellos lanzan los paracaidistas, y cuando deciden hacerlo, nos dimos cuenta inmediatamente de que esa era la dirección principal. Se vio claro, si los tiran por Covadonga, San Blas, Yaguaramas, Pálpite y algunos por el lado de acá, ellos querían tomar las tres vías con los paracaidistas y asegurarlas, lanzándolos en ambas direcciones de la carretera de la Ciénaga de Zapata.
Esa Ciénaga no se puede flanquear, no se puede bordear, el que trate de cruzarla se hunde, y ellos tenían tanques y antitanques —tenían casi 100 antitanques fáciles de manejar, eran cañones sin retroceso—, hubiera sido muy difícil recuperar aquella posición avanzando por la carretera, muy difícil; aunque la hubiéramos tenido que recuperar a pie por la Ciénaga, habría sido sumamente costoso. Por eso, cuando en la madrugada llegan noticias de que se están produciendo desembarcos, se empezó la movilización inmediata en aquella dirección.
La unidad más experimentada que teníamos en ese momento era la de aquí, de Matanzas, y se le pidió a Fernández que la dirigiera de inmediato a la zona de operaciones, a la zona de Playa Larga, que era la más cercana. Pero a esa misma hora se estaban movilizando todos los tanques que había en La Habana, todos los cañones, todas las antiaéreas, todos los batallones, todo el mundo movilizado. Bueno, los barcos también, toda unidad tenía que estar lista para avanzar.
Había cinco rastras nada más para los tanques, lo demás había que llevarlo por su eje y eran muchos kilómetros, no existía la Autopista, y, entonces, salieron a toda velocidad; pero el problema era que la presencia de la aviación enemiga era activa y numerosa.
Nosotros no sabíamos cuántos aviones tendrían, no podíamos saberlo, si eran 20, 30, 40 ó 100, ni quiénes los estaban piloteando, porque cuando se les acabaron los pilotos cubanos empezaron a poner pilotos norteamericanos. Por eso, todo aquel armamento de tanques, artillería, infantería, iba acompañado de antiaéreas, y había bastantes, y, además, con instrucciones de avanzar hasta Jovellanos. Al no saber el número de posibles aviones en el aire, no podíamos arriesgarnos a mandar esa tropa de día, más allá de Jovellanos, hacia Girón; se les pidió que se camuflaran lo mejor posible y que esperaran.
La aviación atacando la escuadra; los soldados nuestros soportando los ataques aéreos, porque no teníamos más aviones, y lo importante era dejar al enemigo sin escuadra. Por eso hubo bajas, por eso y por el engaño de traer las insignias cubanas.
Ya oscureciendo empezó a avanzar el torrente de tanques, artillería y de todo en aquella dirección, mientras la gente de Villa Clara se movilizaba también; es decir, lo que hoy es el Ejército del Centro —o ya lo era, desde el 4 de abril fundado— se movilizaba con todos los medios para atacar en la dirección de Covadonga y Yaguaramas; y, efectivamente, se luchó sin tregua, porque yo creo que el tercer elemento importante fue no darles un minuto de tregua. Como la idea era traer el gobierno provisional, llamar la OEA y la OEA intervenir inmediatamente —que eran cuatro soldados de cada uno de los países latinoamericanos y todo el resto norteamericanos—, no les podíamos dar tiempo a establecer una cabeza de playa y desembarcar su gobierno provisional. Esa fue la razón de que no se diera un solo minuto de descanso en todo ese tiempo que duró el combate.
Tuvieron suerte —no lo voy a explicar ahora—, porque estábamos sin comunicaciones, había que hacer las comunicaciones de un pueblo a otro por teléfono, no se podía hablar nada por radio. Ni radios teníamos, realmente. Los tenían los tanques, algunos camiones, algunas comunicaciones, pero los movimientos rápidos que había que hacer por la carretera, en carros de esos civiles, esos carros no tenían —excepto las comunicaciones interiores— comunicaciones con la fuerza.
Ellos debieron haber durado, máximo máximo, 42 horas, ese es el cálculo, por una maniobra que teníamos que hacer. Pero nos engañan, y nos engañaron dos veces —los norteamericanos, no fueron los mercenarios.
Cuando se producía el entierro, yo estaba hablando, estaba próximo a terminar, llega un aviso de que una escuadra se acercaba por el oeste de La Habana, unos barcos, lanchones de desembarco y eso. Digo: ¿Cómo?, ¡qué raro está eso!, parece que quieren empezar por La Habana.» Todavía no se había producido el desembarco en Playa Larga.
Recuerdo que terminé aquello rápido, con el Himno Nacional y no sé si hasta un Patria o Muerte, porque no recuerdo todavía si para esa fecha…—Almeida debe saberlo, habría que ver en los papeles viejos (LE DICEN QUE SÍ, PORQUE ESO SE DIJO EN «LA COUBRE»). Se dijo en «La Coubre», esto fue mucho después de «La Coubre». Entonces termino rápido porque me llegó el recado de que estaban por allá, y digo: «¡Ah, bueno, esto empieza hoy, temprano, por el oeste de La Habana!» Hicieron la maniobra, esa la organizaron los yankis.
Cuando estábamos en la noche del 17 al 18 en Pálpite, por la zona aquella, me llega la noticia de un desembarco por el oeste de La Habana, y digo: «Bueno, ¿y eso está comprobado?» Dicen: «Sí, comprobado, ya se hizo contacto con el enemigo.» Y lleno de resignación tengo que —yo estaba esperando allí unos tanques para la maniobra esa de que les hablé— rodear por el oeste Playa Larga y seguir avanzando por el este hacia Girón antes del amanecer. Los de Girón se habrían topado con nuestros tanques, no se habrían podido unir. Pero tardaban porque venían por su eje, había que esperar por lo menos allí media hora o una hora, y si iba a ser la batalla principal en La Habana perdía importancia. Digo: «Todo esto está muy raro.» Pero, bueno, cuando llego a La Habana, me topo con que no había ningún desembarco.
Les advierto que fue una gran decepción, se lo aseguro, porque nosotros teníamos en La Habana el grueso, estaban las fragatas con todos los cañones, los barcos. Para aquí se movilizó el 10%, si quitamos la aviación; el 10% de los medios que teníamos. Digo: Bueno, ¿qué será lo que va a desembarcar por allá por La Habana? Se van a llevar una paliza descomunal, porque La Habana está cerca, cuatro horas de viaje por carretera corriendo se tardaba en llegar desde de La Habana hasta este punto.
Nos hicieron dos maniobras. La primera no tuvo tanto efecto, porque al poco rato se comprobó que no había nada; pero la segunda sí tuvo el efecto, a mi juicio, de que la cosa que duró 68 horas tenía que haber durado hasta quizás menos de 48, 46, 44. Cada vez que uno se acuerda de eso, Fernández, le duele, porque si la paliza fue grande, nos habría gustado que la paliza hubiese sido más rápida y mejor (APLAUSOS). Cuando lo recuerdo siempre duele, pero, bueno, qué más podía pedirse.
Tuvimos bajas, más bajas que ellos, y era lógico, porque nuestra gente atacaba, atacaba a pecho descubierto y atacaba por unas carreteras en línea recta que no podían flanquear; atacaban por una ciénaga y porque fueron golpeadas traicioneramente por una aviación que tenía insignias cubanas. Así fueron aquellos días.
Ya se explicó, y lo han explicado muchas veces, lo que hizo cada cual: el Ejército Rebelde, el Ministerio del Interior. Ya nuestras fuerzas armadas estaban constituidas por todo el que estaba armado, pero propiamente todavía se clasificaba la milicia, aunque ya se organizaban los ejércitos en todas las provincias o en todas las regiones principales, no teníamos un nivel mayor de batallón; cuando Girón el nivel más alto nuestro era el nivel de batallón.
Pienso, sinceramente, que lo de Girón fue una gran proeza de nuestro pueblo, y no solo por lo que hizo, sino por lo que estuvo dispuesto a hacer, por la seguridad que uno tiene de que los yankis habrían salido derrotados de Cuba, aunque el precio para nosotros hubiese sido muy alto, que el primer Viet Nam habríamos sido nosotros (APLAUSOS).
Estoy mencionando cientos de miles de armas, teníamos suficientes para quitarles por cada arma nuestra 10 a los invasores, como fue en la lucha por la liberación en Cuba: de cada 10 armas que teníamos, 9 se las habíamos quitado —calculado aproximado, ¿no?— al ejército adversario. Cuba habría resistido, pero gracias a su heroísmo impidió aquella guerra.
Y aquel no fue el único peligro: hubo guerra contra lo subversivo, guerra contra los terroristas, guerra contra los bandidos. Hubo momentos en que teníamos grupos de bandidos en todas las provincias del país; hubo mercenarios, movilizaciones a cada rato, porque venían planes y noticias peligrosas y había que movilizar a todo el pueblo; Crisis de Octubre, que pienso que fue realmente la campeona entre las campeonas, porque la valentía demostrada por toda la nación en aquellas circunstancias no tiene paralelo, no tiene precedente; ataques piratas durante años.
Hemos tenido que invertir muchos recursos y muchos sacrificios defendiendo a este país a lo largo de estos años de Revolución, bloqueo incesante y cada vez más riguroso por parte de Estados Unidos, desaparición de la URSS y del campo socialista. Parece que nosotros nos ganamos alguna rifa por ahí, que ya uno no sabe a quién echarle la culpa: si a Cristóbal Colón, que nos descubrió; si a los ingleses… Bueno, aquí nos dejaron y estamos contentos realmente. Este era el lugar que nos tocaba a nosotros, y la historia es la que hizo a este pueblo; pero historia difícil, difícil, difícil: primero, la conquista europea, la desaparición prácticamente de la población indígena, después la esclavitud —cientos de miles de esclavos, esta fue una de las provincias donde hubo muchos, una sociedad esclavista—, los intentos de anexión de Estados Unidos a lo largo de los siglos.
La lucha de nuestro pueblo en varias guerras de independencia por llegar a ser lo que es hoy, constituye la materia prima de la cual se hizo este pueblo; la Guerra de los Diez Años, diez años luchando como lucharon ellos, lo recordaba hoy cuando entregaban el machete; las invasiones. Cuando América Latina se liberó de España fue toda junta, casi de una sola vez, y España llegó a tener más soldados en Cuba que todos los que tuvo juntos en América Latina, hasta 300 000 hombres sobre las armas luchando contra un país pequeño.
Todos esos factores históricos, a mi juicio, han hecho posible lo que Cuba es hoy; esos factores históricos y la Revolución. Porque qué nos quisieron quitar aquel 16 de abril, qué nos quisieron quitar con aquella invasión mercenaria, ya que no nos lo habían podido quitar con los bloqueos del combustible, de los alimentos, de las máquinas, con los planes subversivos, nos lo quisieron quitar por la fuerza, por la invasión: nos quisieron quitar todo lo que hoy es motivo de orgullo para nuestro país.
Estaba leyendo un dato: mortalidad infantil, 7,5 en el primer trimestre. Eso es increíble, verdaderamente. Yo no espero que podamos mantenerlo, habría que ser demasiado optimistas; pero nunca en una fecha como esta hubiéramos tenido una mortalidad infantil de 7,5.
Como índice de salud, ¿cuántos pueblos en el mundo, pueblos ricos y pueblos con recursos, tienen eso? En Washington se mueren más de 30 por cada 1 000 niños nacidos vivos. Claro que los que mueren, principalmente, son los hijos de la población negra; pero también blancos, que hay muchos blancos pobres allí. Aunque, en peores condiciones, los otros.
Los dos millones y tantos de alumnos en los sistemas de enseñanza, las casi 9 000 escuelas primarias que hoy tenemos; los más de 150 000 niños en círculos infantiles o en preescolar; los cientos de miles, más de medio millón de estudiantes de nivel medio, todas las escuelas especiales, todas las escuelas de arte, las escuelas deportivas, todo lo que por aquí se vio hoy. ¿Qué habría quedado de nuestra salud pública, de nuestra educación, de nuestra cultura? ¿Qué habría quedado de este país si entonces se hubieran podido apoderar de él?
Nuestra lucha hoy es todavía más meritoria, si se quiere, porque luchamos solos. Antes, hubo un tiempo en que estábamos solos, pero creíamos que estábamos acompañados (RISAS); algunas lecciones, como la Crisis de Octubre y otras, nos enseñaron. La retirada acelerada, a todo lo que daban las máquinas, de esa brigadita que se quedó por ahí … Bueno, pero ya para ese tiempo no era ningún secreto. Hace mucho tiempo nosotros sabíamos que éramos los cubanos y solamente los cubanos los que teníamos que defender el país y los que podíamos defender el país, y usando las tácticas correctas para defender el país, que no es el jueguito a la guerra de Clausewitz, sino la guerra de todo el pueblo, esa es la verdad (APLAUSOS).
Así hicimos la Revolución, así la hemos defendido y así podemos seguirla defendiendo. No hay comparación.
«Nuestra lucha hoy es todavía más meritoria, si se quiere, porque luchamos solos. (…) Así hicimos la Revolución, así la hemos defendido y así podemos seguirla defendiendo. No hay comparación».
Fidel Castro
Es verdad que estos vecinos nuestros son cada vez más locos o están cada vez más locos; son cada vez más ingobernables, están cada vez más confusos en política; son cada vez más torpes. Eso los puede llevar a cometer errores, grandes errores. Eso hay que tomarlo en cuenta.
¿Asustarnos? ¡Cómo se podría concebir el temor después de todo lo que hemos vivido!
Ellos tendrán su mundo, el mundo que se están buscando, ese mundo que va a ser cada vez más ingobernable, porque tengo la convicción de que algunos gobiernos, o muchos gobiernos municipales en nuestro país, saben más de política que la administración norteamericana (APLAUSOS), gobierna mejor el municipio de lo que gobierna el gobierno de Estados Unidos.
Es un caos lo que tienen: dividido el país entre corrientes reaccionarias y otras corrientes más liberales, entre gente más cuerda y gente menos cuerda; desarrollando la fobia étnica, desarrollando sentimientos y tendencias fascistas y con un poder enorme. Ni ellos mismos se pueden gobernar o no quieren gobernarse, por ese desorden de cientos de miles de millones de dólares de drogas; ese desastre de un movimiento delictivo que crece por año; ese odio a los pobres; ese deseo de acabar con las pensiones, de acabar con las conquistas sociales que, de una forma o de otra, el pueblo norteamericano logró durante decenios, desde la época de Roosevelt; ese hábito de querer gobernar al mundo, de decirle a cada gobierno lo que tiene que hacer, de insultar a los presidentes, de los que dicen que son amigos; esas declaraciones de procónsules de los embajadores norteamericanos, esa conducta demostrada aquí con el incidente del 24 de febrero, incidente que pudo evitarse, incidente que fue previsto por nosotros, incidente del que les advertimos decenas de veces. Y de eso sabemos un poquito más de cosas; pero siempre es necesario reservarse unas cuantas verdades, es útil; siempre hay que ser además caballeros, hasta cuando hay que luchar contra gente indecente.
«Siempre hay que ser además caballeros, hasta cuando hay que luchar contra gente indecente».
Fidel Castro
Ya ustedes vieron el comportamiento, las veces que violaron el espacio aéreo, las aventuras cada vez más atrevidas sobre nuestra capital, lo que no permite ningún país del mundo; inventar que esas avionetas estaban en aguas internacionales. Son avionetas que tienen diseños de guerra, que fueron compradas al gobierno de Estados Unidos, que las usó en Viet Nam. Con avionetas nos han atacado muchas veces y nos han hecho hasta guerra bacteriológica. Han usado todos los medios habidos y por haber contra nuestro país, y la insolencia con que tratan de ir a condenarnos al Consejo de Seguridad. Lo que pasa es que nosotros tenemos moral, moral bien alta, hablamos con la verdad y decimos siempre la verdad; con la verdad y la moral seremos invencibles, ganaremos batallas en todos los campos en que tengamos que batallar (APLAUSOS). Y esperamos, somos pacientes, hemos sabido ser pacientes, todo lo pacientes que ha sido necesario, hasta donde el decoro pueda conciliarse con la paciencia. No somos guerreristas ni mucho menos.
«Lo que pasa es que nosotros tenemos moral, moral bien alta, hablamos con la verdad y decimos siempre la verdad; con la verdad y la moral seremos invencibles, ganaremos batallas en todos los campos en que tengamos que batallar».
Fidel Castro
Nos alegramos de cumplir aquí el 35 aniversario que hoy celebramos; nos alegramos de todas las vidas que se salvaron; nos alegramos de nuestros niños que han crecido saludables, instruidos y cultos; nos alegramos de nuestra maravillosa juventud; nos maravillamos de nuestro heroico pueblo. ¡Sí, que viva, y que viva mucho tiempo!
«Ya sabemos que para vivir con dignidad en este mundo hay que luchar, y ustedes ven todos los días por nuestra televisión lo que pasa en el resto del mundo. El otro día las imágenes de unos inmigrantes mexicanos golpeados salvajemente; algo que produce indignación, repugnancia, a una mujer, y no un golpe ni dos, sino cinco, seis, diez. Eso ante las cámaras de televisión, qué será fuera de las cámaras de televisión».
Fidel Castro
Perseguidoras, policías, caballos, perros por todas partes, huelgas todos los días, golpizas todos los días al pueblo en todas partes, lo mismo entre los desarrollados que entre los pobres, pero peor en estos; robo y cada vez más robo, droga y cada vez más droga, pérdida de soberanía y cada vez más pérdida de soberanía. Es una vergüenza lo que ocurre en el mundo, pero no puede ser duradero. Son cada vez más los que toman conciencia, los que se sublevan, los que se aburren, los que se obstinan de estar viendo un mundo hegemonizado por una potencia capaz de decir las mentiras que dice, como hizo aquí en Girón, y las que dice por el mundo; sería interminable aquí tratar de referirlas, aunque sea como ejemplo de la falta de escrúpulos y de moral que existe en el corazón de ese imperio.
Pero cualesquiera que sean las dificultades de los cubanos no son mayores que las de los otros cuando se comparan los índices de nuestro país con lo que ocurre en el resto de América Latina y de los países del Tercer Mundo: bien sometidos que están y constantemente reprimidos.
«Martí dijo que la libertad costaba muy caro y que era necesario resignarse a vivir sin ella o decidirse a pagarla por su precio, esa es una idea, no sé si la dije exacta. Nuestra independencia cuesta lucha, sacrificio; nuestra dignidad, nuestro honor, nuestro derecho al progreso, nuestro mañana, nuestro futuro, todo eso que nos quieren arrebatar cuesta muy caro. Pero ustedes y nosotros, hombres y mujeres, niños y niñas, todos; los que hemos tenido el privilegio de sentir el orgullo y el sentido de lo que es la dignidad y el honor, de lo que es la patria, de todas aquellas cosas bellas por las cuales vale la pena luchar, estamos decididos a pagarlas por su precio, porque no nos resignaremos jamás a vivir sin ellas» (APLAUSOS).
Fidel Castro
No quiero ser más extenso, pero tampoco quiero olvidarme de mencionar a esta provincia, que nos acogió hoy con su tradicional hospitalidad, sus logros y sus avances; que se pueden referir ya en un dato, por ejemplo: en el año 1995 la provincia adquirió el 87,5 del valor de producción que tenía antes del período especial. Crece, avanza, trabaja, se ven los progresos. Están enfrascados en su dura batalla por la zafra, no siempre acompañados por el buen tiempo, pero siempre acompañados por la voluntad de moler hasta la última caña (APLAUSOS). Crece notablemente el turismo, crece el petróleo, crece el cítrico, rompen récord en papa.
Hoy tenemos en el país ya casi medio millón de toneladas de azúcar más que el año pasado, pero no estamos todavía satisfechos, hay que contar con los riesgos del tiempo; hay veces que se porta espléndido. Miren hoy, unas nubes muy oscuras a las 5:00 de la tarde y un espléndido sol al atardecer en un día como este, que tanto se lo merece (APLAUSOS).
Que el clima nos ayude un poco y que las tremendas fuerzas que con dinamismo han desatado en las últimas semanas nuestros compatriotas en todo el país se mantengan, para llegar hasta el final de esta batalla, que va a ser como un índice que demuestre los progresos y los avances que estamos obteniendo, a pesar de lo difícil de las circunstancias.
Ahora tenemos delante no a los mercenarios de Playa Girón, sino a otro tipo de mercenarios más peligrosos que los de Girón: los que quieren hacer más duro el bloqueo, los que quieren más necesidades para nuestro pueblo, los que quieren dificultarnos el camino para ir recuperándonos poco a poco de aquel gran desastre, de aquella tragedia, que fue la desaparición del campo socialista, y convertirnos en soldados solitarios como pueblo, y en este caso no incluyo a los cientos de millones de personas que simpatizan con Cuba. Nos convirtieron en soldados solitarios de la causa más justa de la humanidad y en soldados limpios, además; en soldados puros.
Lucharemos, resistiremos, a pesar de esos adversarios a los que me refería y que nos han amenazado durante tantos años.
Ley Helms-Burton —posiblemente todos ustedes la pronuncien tan mal como yo, porque, óiganme, hemos recibido tantas cosas en idioma inglés que hasta el «good-bye» se nos olvida, aunque eso de «good-bye» no es una mala cosa, o, como decían los guajiros por allá por Birán, «gurbai» (RISAS)—; nos amenazan incluso con sus armas, se atreven.
No queremos lucha, no queremos guerra. No tenemos que hacer papel de valientes; creo que ni ellos mismos dudan del valor de nuestro pueblo. Queremos paz, y vuelvo a repetir la idea: trabajaremos por la paz hasta el límite de lo que admiten el honor y la dignidad de nuestro país, y nuestro sentido de responsabilidad, porque no queremos una victoria como la de Girón, ni cien victorias como la de Girón. Lo que queremos es la paz, la salud de nuestro pueblo, el bienestar de nuestro pueblo, la vida de nuestro pueblo, que solo arriesgaremos sin vacilación cuando sea al precio de la soberanía, de la independencia, del honor, de la libertad, y estoy completamente seguro de que todos ustedes coinciden con este principio, con esta idea.
Trato de imaginarme por un instante el momento aquel en que el batallón de responsables de milicias de esta histórica escuela marchaba hacia los combates de Playa Girón y no se detuvo hasta tomar aquel punto culminante, clave, decisivo de la batalla. Hombres más o menos jóvenes como los que están aquí, hombres y mujeres como ustedes, pueblo como ustedes, iban a la lucha, iban al combate, iban a la muerte, separándose de sus hogares y de los seres que más se aman en este mundo. Un número importante murió en poco tiempo, un número importante cayó herido en poco tiempo, y si algo podemos anhelar, desear con toda el alma un día como hoy, es que ustedes y todos nuestros compatriotas sean siempre iguales a aquellos combatientes, hombres y mujeres, a aquel pueblo que ha escrito una de las más brillantes páginas de la historia, porque las futuras generaciones no pensarán en el tamaño que tenía el vecino, sino en el tamaño que tenía este pequeño país, que ha sabido resistir 35 años y que está dispuesto a resistir otros 35 años más, y 35 veces 35 años (APLAUSOS).
Digamos con orgullo hoy, que se conmemora el aniversario en que se proclamó por primera vez el carácter socialista de nuestra Revolución; reafirmemos una vez como entonces, seguros de la victoria:
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
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