Milei y los servicios secretos: AFI, CIA y Mossad
La sumisión hacia Estados Unidos e Israel. El rol de Nicolás Posse, la tarea de su subordinado, Silvestre Sívori y las silenciosas disputas con Patricia Bullrich y Victoria Villarruel.
CAPAC – por Raúl Kollmann en Página 12
“Todo el poder a la CIA norteamericana y, en terrorismo, al Mossad israelí”. Esa es la síntesis de las instrucciones que el presidente Javier Milei le dio a su amigo y hombre de confianza, Nicolás Posse, jefe de gabinete, para aplicar en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI).
Milei y Posse hicieron buenas migas en la Corporación América, el grupo Eurnekian, donde ambos eran los “perros apaleados”, los marginados. Por eso, Posse quedó a cargo de la AFI, aunque delegó la conducción cotidiana en un abogado administrativista de 39 años, Silvestre Sívori.
Fue Posse el que viajó en enero a Virginia, cuartel central de la CIA, y hace diez días recibió en la Casa Rosada a William Burns, el director del espionaje norteamericano. Por supuesto que la hipótesis de conflicto son China y Rusia, en ese orden, señalados como el eje del mal.
Pero no todo es un paseo por la alfombra roja. En el camino se cruzan feroces internas entre Posse y Patricia Bullrich; entre Posse, Bullrich y Victoria Villaruel, militares, policías, policías aeroportuarios y el caos que es la administración Milei en todas las áreas.
Viejos tiempos, no tan buenos
Posse -un lector ávido, ilustrado, de inglés fluido, pero más bien ineficiente- estuvo en la Corporación Eurnekian a cargo de un proyecto más que ambicioso: el túnel cordillerano medio, conocido como proyecto Aconcagua. Intervenían una enorme cantidad de empresas internacionales, como por ejemplo Mitsubishi en la parte ferroviaria. El gobierno de Mauricio Macri canceló el proyecto, pese a que el costo saldría de los peajes. Eurnekian -según dicen- perdió 60 millones de dólares y Posse tuvo que ser cambiado de área. Le dieron la conducción de los aeropuertos de la Patagonia, un puesto de bajo rango dentro del grupo. La realidad es que lo marginaron.
En paralelo, Javier Milei quería ser economista jefe del Grupo Eurnekian y no conseguía ascender en la escala. Su función nunca pasó de ser economista de evaluación de riesgos. En ese marco, entró en una especie de caída personal: no se bañaba, usaba siempre la misma ropa y tenía comportamientos que seguramente sus jefes consideraban como inadecuados.
Ambos, Posse y Milei, en situación de desplazados, “los perros apaleados” les decían, almorzaban juntos en los bodegones cercanos a la empresa. Se hicieron amigos y de confianza. Eso es lo que explica que Milei le haya dado el cargo de jefe de Gabinete y lo puso al frente de la inteligencia, siempre un tema espinoso para los presidentes, en especial los que tienen cierta paranoia. Mile entra en esta categoría.
El siguiente paso fue que Posse designara al frente de la AFI a un abogado joven, 39 años, Silvestre Sívori, sin experiencia en nada que tuviera que ver con inteligencia. Administrativista, con años de vinculación con el PRO, y con el exministro de Transportes, Guillermo Dietrich. Por los aeropuertos y también por aquel túnel, Posse tenía trato con quienes trabajaban en Transporte.
Todo el poder a la CIA y un poco al Mossad
Entregar la inteligencia a Estados Unidos y, en segundo plano a Israel, implica focalizar en los enemigos de Washington y en los movimientos radicales islámicos. La prioridad, como hipótesis de conflicto, pasaron a ser China y Rusia.
A la CIA le interesa la Hidrovía, con el argumento de que circula droga, pero con la mirada puesta en los dos puertos que administran empresas chinas en el Paraná.
A la CIA le interesa el observatorio espacial -chino-argentino- de Neuquén, porque insisten que desde allí se controla el movimiento de satélites de todos los países.
En Washington están atentos a que Argentina no compre aviones chinos, que se interrumpa el proyecto del cuarto reactor nuclear en la zona de Atucha, con tecnología Hualong, y objeta las centrales hidroeléctricas de Santa Cruz, ya muy avanzadas. La ofensiva general del gobierno de Milei respecto de China ya derivó en distintos papelones: el último, el vuelo pagado por el Ministerio de Defensa para perseguir a un buque chino que no estaba pescando.
Un tema que surge en forma permanente es el control de los hackers chinos y rusos. La CIA asegura que tiene tecnología para interceptar esos hackeos y dispone de contramedidas para anular todas esas intentonas. Pero no es que suministran la tecnología, suministran el servicio. Lo mismo con el resto de las tecnologías de intercepción de comunicaciones, traducciones instantáneas: ellos dan la información (cuando quieren), no la tecnología. Un ejemplo de esa maniobra se produjo en su momento con el suicidio de Alberto Nisman. Aquella mañana del 18 de enero de 2015, el fiscal entró a su correo electrónico. Por supuesto que lo hizo con su contraseña. Si se comprobaba ese ingreso, se caían todas las hipótesis de que alguien entró el departamento de Nisman en la noche del 17 y lo mató. El correo del fiscal era Yahoo. Se les pidió confirmación a los norteamericanos de aquel ingreso, pero transcurridos 9 años, nunca contestaron. Era una evidencia de que Nisman se suicidó: no quisieron aportarla a la causa judicial. También se menciona que el fiscal mandó algunos correos esa mañana. Pero a los norteamericanos les convenía seguir con la historia del comando iraní-venezolano-kirchnerista del que no encontraron ni una sola prueba.
Hay una cuestión adicional en el alineamiento con Estados Unidos e Israel en materia de inteligencia: cierto nivel de ruptura y fuerte desconfianza con Brasil. Según dicen, “con la Agencia Brasileña de Inteligencia se trabajaba bien”, pero la CIA y el Mossad sugieren que en la Triple Frontera de Argentina, Brasil y Paraguay, los brasileños permiten operar a grupos islámicos. Para colmo, en esa zona han surgido dos organizaciones brasileñas muy poderosas, el Comando Vermelho y el Primer Comando Capital, que dominan el narcotráfico y el contrabando, así como las cárceles tanto en Brasil como en Paraguay.
AFI verde oliva
Con la consigna de darle todo el poder a la CIA, el equipo Posse-Sívori empezó a llenar la AFI de militares. Este diario no publica los nombres para no violar la Ley de Inteligencia. Pero lo cierto es que las funciones operativas, casi todas, están a cargo de militares, que provienen de la inteligencia de cada una de las tres fuerzas. Lo que encaja con la mirada Milei-Posse es lo esencial: son anticomunistas, siguen viviendo hasta cierto punto el clima de la Guerra Fría y “compran” casi naturalmente la hipótesis de que los enemigos son chinos y rusos.
Quienes conocen la inteligencia militar desde hace décadas sostienen “que no tiene calle”. Esencialmente su labor consiste en evaluar a otras fuerzas armadas, su armamento, distinguir sus puntos fuertes, sus puntos débiles, trazar hipótesis de conflicto. Muchos lo sintetizan en la siguiente frase: “no tienen fuentes, no conocen a nadie”. Eso es así en la Triple Frontera, en la Hidrovía y en dónde sea. Por lo tanto, la información con la que contarán es la que viene de la CIA, no de informantes.
Como es obvio, están los que piensan que las propias fuerzas armadas son una hipótesis de conflicto por cuanto en su momento han surgido varios grupos pequeños proponiendo levantarse contra el gobierno de Alberto Fernández o contra las medidas tomadas en pandemia. También se vivieron insubordinaciones policiales y, antes, rebeliones de gendarmes y prefectos. Todo eso suele ser materia de Contrainteligencia. Parece poco probable que los militares produzcan informes sobre sus camaradas de uniforme.
Una pelea, entre varias peleas
Lo que apareció en los diarios en las últimas semanas, es que Posse quiere que toda la inteligencia pase a trabajar en el edificio central de la AFI, en la calle 25 de Mayo, frente a la Casa Rosada. Eso significa reunir allí a la AFI, la inteligencia criminal y la inteligencia de las fuerzas armadas. Las versiones indican que Patricia Bullrich se opone a la mudanza de quienes están bajo sus órdenes: los integrantes de las fuerzas de seguridad que hacen inteligencia criminal.
Es una pelea curiosa. En su anterior gestión como ministra, su número dos, Gerardo Milman, designó como directora de la Escuela de Inteligencia Criminal a Carolina Gómez Mónaco, una ex Miss Argentina, que no tenía la menor experiencia en nada. Se ve que en ese momento le importaba poco lo que pasaba con la inteligencia criminal. Ahora puso el grito en el cielo, seguramente por una pérdida de poder a favor de Posse, pero también de Victoria Villaruel, influyente en los militares.
En la gestión de Mauricio Macri, incursionaron en la utilización de policías en inteligencia. Llenaron la Secretaría de exintegrantes de la Federal y hasta de policías de la Ciudad. Todo fue catastrófico. Los policías suelen no guardar información, la usan rápido. No son profesionales de inteligencia. La prueba estuvo en el grupo que se autodenominó como Super Mario Bros, que espiaban a todos, incluyendo a la hermana de Macri. Pero luego, además, salieron a hacer denuncias y extorsiones.
Internas y recelos: todos contra todos
Más allá de que se intente reunir a toda la inteligencia en un solo edificio, los recelos afloran por distintos lados. Y las internas también. Como se sabe, Villarruel está en conflicto con Milei desde el primer día porque esperaba que pongan bajo su órbita a Seguridad y Defensa. Milei se la dio a Bullrich, entre otras cosas porque sospechó que la vicepresidenta y Macri se plantaban como una alternativa si se cae el gobierno de Milei. Eso está presente en el clima actual de los militares en la AFI: juegan del lado de Posse-Sívori, pero no se desmarcan para nada de Villarruel. Los canales están activos.
De manera que las tensiones operan a tres puntas. Bullrich vs Posse-Sívori; Villarruel vs Bullrich; Villarruel vs Posse-Sívori. Como sucede en toda la gestión Milei, nadie gestiona nada.
En paralelo, también las fuerzas juegan con las cartas marcadas. La Policía Federal, la Gendarmería, la Prefectura, la Policía de Seguridad Aeroportuaria, el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina, todos tienen su aparato de inteligencia y nadie le quiere dar información a otro. Ese clima explica la pifiada de la excursión mediática de Luis Petri sobre un barco chino que no pescaba y el grosero error de mencionar camiones chinos que eran hospitales de campaña y no camiones para combatir el Covid. No hay información seria.
Y si de conflictos se trata, en el mismo andarivel camina el despido del jefe de la Casa Militar, el coronel Alejandro Guglielmi, a quien se le adjudicó un vínculo con Villarruel. Por ejemplo, que le había puesto a disposición una oficina en Casa Rosada y que seguramente le pasaba información a la vicepresidenta. En este caso operó el dúo Karina Milei-Posse para bloquear a quien jugaba, según aseguraban, para la titular del Senado.
Las guerras internas de toda clase son apenas el escenario de fondo. El lugar protagónico es ocupado por las nuevas relaciones carnales con la CIA y el Mossad, con Estados Unidos e Israel. Después de años de cortocircuitos, los norteamericanos jugarán de locales, dueños de la información, y listos para apuntar contra “los rojos, los zurdos, los comunistas”, como diría el propio Mile