Las pequeñas empresas estatales y el socialismo
Es un tema del que se discute mucho en Cuba, en diferentes espacios empresariales, académicos y políticos. La complejidad del debate consiste en que bajo el mismo término MIPYME se debate sobre objetos diferentes.
CAPAC – por Agustín Lage Dávila en Cubadebate
En la historia capitalista en Cuba la colonización española impuso un modelo de monoproducción y monoexportación concentrada en productos primarios y gestionado por empresas de la metrópoli. Luego en la neocolonia yanqui el modelo se repitió: azúcar, ron, tabaco, níquel y gestión en manos de los monopolios norteamericanos.
Después y ya en la etapa revolucionaria, la experiencia socialista de nuestras relaciones con la URSS, si bien nos permitió recuperar para el Pueblo el control de la economía, hacer grandes inversiones, crecer y lograr los indicadores sociales que hoy nos enorgullecen, también es cierto que desde el punto de vista de la gestión empresarial hizo surgir un modelo de uniformidad de procedimientos, planificación material y dirección vertical administrativa, que correspondía (con cierto éxito en el campo socialista europeo) a las tecnologías de producción de la segunda revolución industrial, pero no a las fuerzas productivas de la cuarta revolución industrial que se nos viene encima ahora.
Las leyes permiten hacer muchas cosas, pero necesitan después las personas que las hagan. Además de esa legalidad superior, seguiremos necesitando personas (esencialmente jóvenes) dispuestas a utilizar esos instrumentos jurídicos, construir proyectos de negocios asociados a los proyectos tecnológicos que tenemos, construir empresas (esencialmente MIPYMES estatales), conectar esas empresas con el mundo y asumir los riesgos que deriven de una audacia responsable, pero audacia al fin.
El dispositivo que conecta la ciencia con la producción y con la economía es LA EMPRESA.
Sea cual sea el razonamiento que usemos para estimar cuantas empresas necesitamos, los datos sugieren que la densidad empresarial tenemos que aumentarla. Tendremos que crear nuevas empresas como una vez creamos aceleradamente nuevas escuelas y nuevos hospitales. Es parte de la imprescindible construcción de institucionalidad en el proyecto socialista cubano. Los datos internacionales muestran que hay una relación positiva entre las exportaciones totales y la diversidad de las exportaciones. No vamos a lograr el desempeño exportador diversificado que necesitamos con la pequeña cantidad de empresas que tenemos.
Pero el despliegue de nuevas empresas no se nos puede convertir en una operación de privatización de la economía, aunque con otros nombres. Tiene que ser una operación de desarrollo, y tiene que ser conscientemente dirigida por el Estado, como también muestra la experiencia internacional en los pocos países que han logrado transitar del subdesarrollo a la industrialización.
Pero hay otra razón más importante, y es que necesitamos que sean empresas estatales para continuar defendiendo el Socialismo.
Me excusarán los sociólogos si no me meto en este comentario en las complejidades y matices del concepto, que son muchas, pero el Socialismo es básicamente la propiedad social sobre los medios de producción y la justicia social en la distribución del producto del trabajo.
Si los bienes y servicios de tecnología avanzada han de hacer una contribución cada vez mayor al PIB de nuestra economía, y a nuestra soberanía nacional, ellos tienen que surgir de empresas estatales (pequeñas o grandes), que son el soporte principal de la justicia social.
Y no basta tampoco con impulsar el surgimiento de nuevas empresas estatales tecnológicas y exportadoras. También hay que innovar en las formas de gestión. ¿Cómo las vamos a gestionar? Esta es una enorme área que demanda Creatividad: Resistencia creativa, como dice nuestro Presidente.
¿Cómo se gestiona un crecimiento económico basado en pequeñas empresas estatales, de base tecnológica y orientación exportadora?
Alguien dijo hace unos meses en una reunión que esto era otro “invento cubano”. Pero soy de los que piensan que es un invento imprescindible. Como dijo el maestro de Bolivar, Simon Rodriguez: “O inventamos o erramos”.
Podemos hacerlo, pero no tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo. Percibimos que nos estamos acercando a puntos de inflexión y bifurcaciones que marcarán nuestro futuro, y marcarán especialmente CÓMO nos vamos a insertar en el mundo, un mundo además que después de la pandemia y del descrédito de la doctrina económica neoliberal, cambia aceleradamente.
Hace años, en la fértil y apasionante década de los 60s, Fidel dijo de sí mismo:
“Milito en el grupo de los impacientes y milito en el bando de los apurados y en el de los que siempre presionan para que las cosas se hagan y de los que muchas veces tratan de hacer más de lo que pueden. Haga cada cual la parte que le toca y la obra será invencible”.
MILITEMOS CON FIDEL.