Las legislativas en Colombia le quitan la hegemonía al uribismo
El resultado de las parlamentarias en Colombia ha representado para el uribismo mucho más que un dolor de cabeza. El Centro Democrático (CD), fundado por el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010) ha dejado de ser la principal fuerza política, al pasar de tener 32 a 15 representantes en el Congreso, y cinco senadores menos en relación al 2018. Así, de ser el partido más votado, ha quedado relegado al quinto lugar.
CAPAC – por Ociel Alí López (*), fuente RT
Luego de este desastre, su candidato presidencial Oscar Zuluaga ha renunciado a la carrera por la Casa de Nariño.
En la presente campaña presidencial, al uribismo –ese gran movimiento populista de derecha que hegemonizó la política colombiana en los últimos 20 años– le queda negociar su supervivencia política con la derecha toda, y diluirse en la gran «plataforma antipetrista».
Parece que no será protagonista en la fórmula de la derecha, aunque sí en las críticas de la izquierda a su candidato.
Por lo pronto, para lo que queda de campaña electoral, el movimiento estará relegado a las sombras de un candidato que necesita de los votos de Uribe, pero que sabe que su vinculación con el expresidente puede ser un plomo en el ala.
Este candidato podría cambiar según el resultado de la primera vuelta, pero por ahora el uribismo apoya ‘por debajo de la mesa’ –aunque Zuluaga ya lo hizo a título personal– a Federico ‘Fico’ Gutiérrez, exalcalde de Medellín, el aspirante de derecha que ganó en las internas de Equipo por Colombia, y que va a tratar de levantar el voto derechista y conservador.
El problema es ‘Fico’ aún no se decide a recibir las bendiciones del ‘gran jefe indio’ porque Uribe, el otrora gran portaviones, ahora es un personaje perturbador incluso para la derecha. La estrategia electoral del candidato de este sector tan poderoso en Colombia, sea quien sea, se basará en articular una campaña «atrápalo todo», donde sume todos los sectores antipetristas, incluyendo a muchos antiuribistas.
“Colombia cambió de manera sorprendente y el uribismo no ha sabido encajar en esta nueva realidad. Parece no haberse atemperado a los cambios que trajo la desmovilización de su principal adversario, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), y mantuvo el mismo eje de confrontación, mientras la situación social se atizaba por las protestas”
Por ello, si bien el expresidente suma mucho, resta votos que podrían ser determinantes en el conteo final. Entonces, para hacer una gran alianza, Gutiérrez requiere absorber los votos de Uribe, pero filtrando sus escándalos y el malestar social generado hacia el actual gobierno de Iván Duque.
Así que Uribe, vistos los resultados electorales, ha asumido la responsabilidad de la derrota electoral del pasado domingo, como el gran líder con temple y gallardía que ha sido en su historia, y, aunque aclara que no se retirará de la política, prefiere «apoyar, sin incomodar».
Como dice el viejo adagio: «en política no hay muertos». Así que el experimentado líder aguardará sin desespero su momento y tratará de influir, más allá de su partido, en la nueva candidatura, tratando de reformatearse en es espectro mucho más amplio que podría terminar representando Fico si pasa al balotaje.
El problema del uribismo es que ya no funciona como significante que aglutina al voto conservador (en sentido amplio) y va a requerir un rediseño para sobrevivir.
Una cadena de derrotas
El ascenso del uribismo no paró durante las dos primeras décadas del siglo. Uribe, en su mejor momento durante las presidenciales de 2006, sacó 7.397.835 de votos para su reelección, mientras que el actual presidente, Iván Duque, de su mismo partido, obtuvo 10.398.689 de apoyos en 2018. Aunque bajó en porcentaje de votos, el movimiento conservador mantuvo su crecimiento en cantidad de votantes.
Estos guarismos no son insignificantes. El uribismo tiene una gran fuerza electoral y es seguro que mantiene buena parte de su caudal a pesar de las caídas recientes.
Si bien la derrota de las legislativas lo desnuda definitivamente como una minoría más, no es su primer revés. Ya en las regionales de 2019 había recibido el primer aviso de que se estaba desmoronando.
A los días de ese evento vinieron las grandes protestas que sacudieron al país durante varias semanas y del cual se sentirían duras réplicas los meses siguientes.
“El uribismo tiene una gran fuerza electoral y es seguro que mantiene buena parte de su caudal a pesar de las caídas recientes. Si bien la derrota de las legislativas lo desnuda definitivamente como una minoría más, no es su primer revés”
Durante este tiempo, Colombia cambió de manera sorprendente y el uribismo no ha sabido encajar en esta nueva realidad. Parece no haberse atemperado a los cambios que trajo la desmovilización de su principal adversario, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), y mantuvo el mismo eje de confrontación, mientras la situación social se agravaba al punto de producir grandes oleadas de protestas.
En esas protestas, los distintos estratos, incluyendo los que apoyaban al uribismo, manifestaron duramente contra el gobierno de Duque, especialmente cuando intentó sin éxito una reforma tributaria.
Especial daño le ha hecho a Uribe el enfrentamiento con el expresidente Juan Manuel Santos y su sabotaje a los acuerdos de paz, lo que si bien le produjo una victoria electoral en el plebiscito, coadyuvó a su rompimiento con parte del establecimiento colombiano. Su enjuiciamiento por la Corte Suprema de Justicia (incluida su casa por cárcel durante algunas semanas), así como su renuncia al Senado, lo disminuyeron. Estos hechos han develado que hay un quiebre en el consenso del bloque hegemónico en torno a su figura como emblema de articulación del status quo colombiano.
Pero la política es cambiante y en Colombia, en medio del huracán latinoamericano de triunfos izquierdistas, la polarización va en aumento y ese terreno puede ser fructífero nuevamente para el uribismo, que ya demostró un exitoso modelo de confrontación contra la insurgencia armada y también contra Petro, en las presidenciales de 2018.
Entonces, si bien el uribismo va en franco declive y hay datos contundentes para corroborarlo, todavía no sabemos cómo se va a posicionar ante la nueva realidad que está naciendo en Colombia. En política no hay muertos.