El terrorismo youtuber desde EE. UU contra Cuba
Detrás de las acciones terroristas promovidas por youtubers desde Estados Unidos contra Cuba, con una fuerza particularmente intensificada desde los fallidos intentos de desestabilización que tuvieron lugar en torno al 11 de julio de 2021, hay mucho montaje y poco interés en lo que pueda sucederle a quienes les sirven como marionetas
CAPAC – fuente Granma
Detrás de las acciones terroristas promovidas por youtubers desde Estados Unidos contra Cuba, con una fuerza particularmente intensificada desde los fallidos intentos de desestabilización que tuvieron lugar en torno al 11 de julio de 2021, hay mucho montaje y poco interés en lo que pueda sucederle a quienes les sirven como marionetas.
La evidencia, otra vez, fue demostrada a través del testimonio de un joven entrevistado por la TV cubana mediante un reporte periodístico que reveló las conexiones con Yamila «La hija de Maceo», una influencer terrorista quien, desde EE. UU., paga por incitar al odio y cometer acciones violentas contra los que defiendan a la Revolución. Sus órdenes buscan generar una imagen de caos y descontento al interior de la sociedad cubana.
Las declaraciones del entrevistado evidencian el modus operandi neoterrorista de esta youtuber: «Cuando yo entraba al perfil de Yamila en Facebook, ella a veces ponía las cosas tal como yo le decía o, a veces, ponía otra cosa, que no tenía nada que ver. Y ponía cosas absurdas que estaban pasando en Cuba, y eso no es cierto», explicó.
La idea, dice, era hacer llegar que Cuba estaba como «en fase de guerra», con el pueblo en contra, lo cual es «una total fantasía».
Con este fin, la youtuber mandó en total, de enero a la fecha, poco más de mil dólares con los cuales financiaba diferentes acciones.
«Ella me decía que les pusiera a los carteles la firma 1940», agrega el entrevistado, pero confiesa que mucho de lo que mostró como una acción cumplida, en realidad eran puros montajes.
Uno de esos mensajes los dibujó cerca de la casa suya, en Nueva Paz, y le dijo a Yamila que al costado vivía una fiscal. Pero, advierte, «con la misma, tirando la foto, cogí una espátula y empecé, a raspar y lo quité. Gracias a dios nadie se dio cuenta». Cobró cien dólares.
El 7 de febrero preparó otro cartel con un saco. En cinco minutos –dice– lo clavó en una pared del complejo deportivo del poblado de Los Palos, del municipio mayabequense de Nueva Paz, y le tiró una foto. Después mandó un mensaje en el cual explicaba que aquello era un estadio de verdad, que se llenaba mucho de gente y que si había que hacer otra cosa allí que se le avisara.
Ventiló también sus planes de filmar a los muchachos que van a ese sitio «con bombitas» (artefactos inofensivos) para hacer un video ficticio con el sonido, «y les iba a decir que había puesto una bomba en ese terreno, con el objetivo de que ella mandara más dinero; por eso fueron cien dólares».
La historia del cañaveral incendiado, por otro lado, es como para alucinar. Narra el joven que, como le pedían que mandara cosas, en una ocasión filmó un cañaveral al que, como parte de sus labores, los obreros le habían prendido candela en medio de la zafra.
«Yo pasaba en bicicleta y grababa el video del cañaveral cogiendo candela. Entonces ese video lo cortaba, lo editaba y se los mandaba a ellos, diciéndoles como que era yo el que había hecho eso», agregó.
Un domingo, recordó, ella le pidió que hiciera «algo que llamara la atención». Como a las 2:00 p.m. él salió con un pedazo de carbón en una jaba y el teléfono, y pasó por un poblado donde hay una finca que tiene un viejo grupo electrógeno, y luego por una pollería, ya desmantelada.
En el grupo electrógeno puso un cartel, que quitó tras tomar la foto, disfrazándolo con el mismo carbón, y en la pollería hizo parecer, en un montaje, como que le había partido unos cables de corriente.
«Yo siempre le hablé de nosotros y era yo solo. Incluso, cuando le dije lo de los cables, se me ocurrió la idea de comentarle que el que andaba conmigo estaba en el hospital y se había quemado. Le mandé eso para ver si esa gente eran humanos, y nunca me dijeron nada», añadió.
También admitió que quienes le daban indicaciones «no les importaba si tú te matabas o no, a ellos lo que les interesaba era el producto, la mercancía, como digo yo. En ese viaje me mandaron 300 dólares».
Tras cada acción financiada, real o no, hoy se desata una maquinaria digital con directas, supuestos programas urgentes y artículos sin fundamento publicados en una cadena de sitios web, creadas para falsear la realidad cubana que ayudan a posicionar en internet cualquier mentira.
Nada importa que el país atraviese la más sensible contingencia. El neoterrorismo, como queda demostrado, mueve dinero, mucha falta de escrúpulos y montones de fake news.