El recorrido de Raúl después de los sucesos del Moncada
Del Palacio de Justicia al cuartel de San Luis. Un acercamiento a lo acontecido, por medio del relato de algunas personas cercanas al jovencísimo combatiente.
CAPAC – por Melba Pérez González – tomado de Granma
Al amanecer del 26 de julio de 1953, un grupo de jóvenes procuraron tomar por asalto el cuartel Moncada, de Santiago de Cuba. Dieciséis años más tarde, el líder de esta acción, Fidel Castro, comentó a Bohemia: «(…) el ataque se realizó con magnífica coordinación, comenzó simultáneamente a las 5:15 a.m. (…) Abel Santamaría, con 21 hombres había ocupado el Hospital Civil (…); Raúl Castro, con diez hombres, ocupó el Palacio de Justicia; y a mí me correspondió atacar el campamento con el resto, 95 hombres».
Otro texto de la citada publicación narra que «los combatientes dominaban desde arriba el cuartel, del cual les separaban apenas 80 metros. Desde este lugar se percatan de que el grupo de Fidel se retiraba, y que el asalto había fracasado. Raúl decide abortar la misión encomendada. Unos lograron regresar a la Granjita Siboney e internarse en las montañas aledañas, en un intento de proseguir la lucha armada; otros, deambularon por la ciudad».
Resulta muy difícil analizar lo acontecido con Raúl Castro Ruz después de los sucesos del Moncada hasta su detención en las cercanías de San Luis, sin el relato de su principal protagonista. Entonces, acerquémonos a la realidad mediante las conversaciones con personas relacionadas con él.
Del Moncada a Ciudamar
Ángel Luis Beltrán Calunga, en la obra Después del asalto al muro, entrevistó a Abelardo García Ills (Lalo), uno de los asaltantes que se encontraban junto a Raúl Castro Ruz en el Palacio de Justicia. Este comentó: «Surgieron los sucesos de Santiago. Bueno, Santiago nos era desconocido. Al darse la orden de retirada, salimos del Palacio de Justicia y cogimos la máquina con Raúl Castro, Mario Dalmau y demás. Aunque oriental, Raúl no conocía bien esta ciudad. Él había estudiado en el Colegio de Dolores, y lo que se sabía bien era el camino desde ahí a Ciudamar, porque lo llevaban a la playa (…)
«Tuvimos que quitarnos los uniformes amarillos (…) Llegamos a Ciudamar y se bajaron ellos dos, Raúl y Dalmau. Fueron a una casa y pidieron ropa. Explicaron que nos habían robado en el hotel y nos la dieron. Nos vestimos y partimos».
«Tuvimos que quitarnos los uniformes amarillos (…) Llegamos a Ciudamar y se bajaron ellos dos, Raúl y Dalmau. Fueron a una casa y pidieron ropa. Explicaron que nos habían robado en el hotel y nos la dieron. Nos vestimos y partimos»
Ángel Luis Beltrán Calunga
Para burlar la cacería de la tiranía era mejor retirarse de forma aislada. Abelardo expresa que Raúl Castro salió rumbo a la casa de una doctora conocida, y relata: «Nos dejó la dirección, y nosotros cuatro proseguimos hacia la ciudad, en el carro. Empezamos a dar vueltas, y por allá, en el reparto Vista Alegre, en un garaje, dejamos la máquina y nos pusimos a deambular».
En tanto, Ángel Sánchez Pérez, expone: «Se dio la orden de retirada y salimos en una máquina. Nosotros estábamos con Raúl Castro en la Audiencia, en el Palacio de Justicia. Yo fui el último en salir del Palacio. Cogimos la máquina y nos bajamos después de esconder las armas. Las enterramos. De ahí, nos reunimos y salimos detrás de unas casitas muy malas.
«Raúl Castro iba vestido de guardia, con excepción de un pulovito que era de José Ramón (Martínez Álvarez). Ese es el pulovito de rayas que tú vas a ver que tiene Raúl en la foto que le tomaron. Raúl nos dio una dirección, se quedó y salió (…) Y es cuando cae preso por allá por San Luis»
Mario Dalmau de la Cruz, chofer del automóvil que trasladó a los revolucionarios emboscados en el Palacio de Justicia, relata:
«En Ciudamar le cambié, a uno que vivía allí, dos trusas por dos pantalones y unas camisas rotas. Raúl Castro cogió pantalón y camisa que estaban sucios, pues parece que el dueño era pintor. Raúl iba con la ropa de militar».
Rememora que cogieron el camino indicado por Raúl y deambularon hasta que este se quedó cerca de la línea de ferrocarril, en las afueras de la ciudad; los demás, en otro lugar, y que él se quedó solo.
Raúl Castro se dirigió a casa de la doctora Ana Rosa Sánchez, madre de un antiguo compañero en el Colegio Dolores. Ella, en entrevista para el periódico Sierra Maestra, expuso: «Serían como las ocho y media de la mañana, más o menos, cuando yo entré en la ciudad al volante de mi Pontiac, acompañada de mi esposo Gilberto Quesada.
«Cuando llegué a la casa me encontré que en el comedor estaba sentado (…) el jovencito Raúl Castro Ruz (…). Con cierto tono de sorpresa le dije: ¡Muso, mijo, qué tú haces aquí! Me trató con su habitual carácter alegre y afectuoso, y con esa sonrisa pícara que le era característica.
«Le conté lo mala que estaba la calle, con los guardias registrando todo (…), y entonces me dijo: “Ana, lo que pasa es que Fidel atacó el cuartel Moncada esta mañana temprano y yo estaba al frente de un grupo que tomó la Audiencia”».
Ana Rosa refirió que Raúl pretendía que lo llevara para la finca San Vicente, de su propiedad, pero que lo hizo desistir, al contarle que el sargento Piloto, que era hombre de confianza de Ángel Castro en Birán, conocía bien las relaciones de amistad entre ambas familias.
Oculto en una casa de Madre Vieja; detenido en San Luis
Después de intentos de Tomás Padró (Tomasín), de ocultarlo en la casa de alguien de confianza, deciden trasladarlo para la casa de Gloria Quesada.
Al respecto, comenta Ana: «Llevamos a Raúl para una casa en Madre Vieja (…), ahí vivía mi cuñada Gloria Quesada (…), le expliqué bien toda la verdad (…), y le dije que Raúl era como mi hijo, y que como tal debía atenderlo. Le advertí a Gloria que no dejara a Raúl asomarse ni a la puerta de la calle, ni a la del patio, pues en la calle que daba al fondo vivía el sargento Piloto».
«Llevamos a Raúl para una casa en Madre Vieja (…), ahí vivía mi cuñada Gloria Quesada (…), le expliqué bien toda la verdad (…), y le dije que Raúl era como mi hijo, y que como tal debía atenderlo. Le advertí a Gloria que no dejara a Raúl asomarse ni a la puerta de la calle, ni a la del patio, pues en la calle que daba al fondo vivía el sargento Piloto»
Ana Rosa Sánchez
Recuerda que se dirigió a su casa en busca de alimentos, y regresó a Madre Vieja. En esta ocasión conversó de los hechos con Raúl, quien le advierte que debía marcharse pues su carro, parqueado frente a la casa durante algún rato, podía levantar sospechas.
Su asombro fue grande cuando, al llegar a su vivienda, encontró que la habían registrado. «Los guardias habían hecho un registro y no habían dejado nada sin registrar, mi hijo sofocado, sin camisa, y su esposa llorando (…). Eran como las cuatro de la tarde cuando a mi casa llegó el trabajador que yo tenía en la finca San Vicente. Él, muy nervioso, me informó que estaban registrando la finca con casa y todo, y estaban desalojando a todos los vecinos de por allí».
Raúl Padró, compañero de aula de Raúl en el Colegio Dolores, comenta: «El 27 de julio por la mañana sentí miedo de que ese Piloto (…) lo fuera a sorprender, apresarlo, y finalmente asesinarlo. Y salí para la casa de Madre Vieja a llevarme a Raúl de allí. (…)
«Le dije a Gloria que llevara a Raúl para el frente del cine Capitolio, que lo estaría esperando allí. Y así me fui con él rumbo a la finca San Vicente (…), pero al llegar frente a la casa me detuve a saludar a una vecina, y esta me dijo que todo estaba muy vigilado por allí, y que era probable que la finca también (…), y seguí hasta el central Algodonal, donde vivía Laureano Quesada, suegro de mi mamá (…). Yo le dije que volvería por la mañana a buscarlo para llevarlo hasta Birán (…).
«Al otro día temprano regresé para llevarme a Raúl, y me dijeron que por la noche no había dormido allí, y que se había ido con rumbo desconocido, después de haber sido trasladado a casa de un trabajador de confianza en el cañaveral. Posteriormente, me enteré de que había sido detenido llegando a San Luis».
Gloria Quesada explica, en entrevista a Sierra Maestra: «Raúl nos parecía muy joven, casi un niño, (…) se mostraba muy interesado en conocer los caminos, rutas de guaguas y automóviles de alquiler que pudieran conducir a Cueto, Alto Cedro y Miranda.
«El problema de él era llegar a la casa de sus padres en Birán (…). Tomasín lo vino a buscar para llevarlo a casa de mi padre, en el central Algodonal y de allí del batey se lo llevaron (…) para un cañaveral cercano al apeadero de Palencia, en Morón, donde vivía Florentino Miranda (…), como a un kilómetro de allí. Y esa misma noche se fue, dicen que él aclaró que se iba para evitarles problemas a todos los que estábamos ayudando. Cogió recto la línea del ferrocarril hacia Cueto, pero en Dos Caminos lo cogieron en la mañana»
Estos hechos son corroborados años más tarde por Daisy, hija de Gilberto Quesada, la cual refiere: «Mi padre era casado con la doctora Ana Rosa Sánchez, que tenía una farmacia en Calvario y Heredia No. 35, y los padres de Raúl eran amigos de la doctora. Cuando se produce el ataque, él llega a su casa, ella lo acogió. Luego lo trasladan para la calle Madre Vieja, que es donde vivía Gloria Quesada, hermana de mi padre. Allí está por un tiempo, pero deciden traerlo para el central Algodonal, donde vivían mis abuelos Laureano Quesada y Asunción Medero».
La amistad de la doctora Sánchez con la familia Castro Ruz provenía desde la época en que estaba casada con el político Fidel Pino Santos, fallecido en 1953, íntimo amigo de Ángel Castro Argiz. Resulta contradictorio que, luego de ayudar a Raúl, Ana Rosa decidiera montar una farsa para exigir dinero a la familia Castro Ruz.
Al respecto, Katiuska Blanco relata: «El 28 por la mañana llegó a Birán la doctora Ana Rosa Sánchez, con la noticia de que un policía conocía dónde se ocultaba Raúl, y pedía diez mil pesos por no delatarlo (…). (Ángel) ya estaba pensando, en su desesperación, firmar un cheque para el Banco de Cueto. Cuando Lina, previsora, le dijo que sí, que lo preparara, que ella misma lo llevaría. Al darle a don Ángel tan inesperada respuesta, percibió que la doctora Ana Rosa dudaba y vacilaba. Entonces Lina comenzó a sospechar».
La familia decide que Angelita Castro viaje a Santiago de Cuba para conocer el destino de sus hermanos. Se dirigió a la casa del cabo Piloto, conocido de Ángel Castro, quien le comunicó que Fidel y Raúl vivían y que los perseguían. Piloto relató que Raúl se escondió en la vivienda de Ana Rosa Sánchez. «Allá fuimos y le viramos todo al revés y no encontramos nada, pero tengo la seguridad de que él estuvo allí».
Todo indica que, a Raúl, refugiado en la casa de Florentino Miranda, obrero del ingenio Algodonal, le llega la noticia de la detención de Gilberto Quesada y decidió irse. Florentino le facilitó una camisa y este emprendió el camino hacia un lugar cercano a Birán.
El periódico Oriente, del 30 de julio de 1953, resalta en primera página: «Capturado en San Luis Raúl Castro, hermano del Dr. Fidel Castro». Debajo de una foto de gran tamaño tomada a Raúl en ese momento, se explica: «Este jovencito, que no aparenta tener más de 18 años de edad, hermano del que acusan como jefe del movimiento insurreccional, Dr. Fidel Castro, se nombra Raúl Castro Ruz, fue detenido ayer cerca del poblado de San Luis (….).
«Este individuo, según informes, fue el que dirigió personalmente a los atacantes del cuartel “Moncada” el pasado domingo, y estaba parapetado en el edificio del Palacio de Justicia, logrando huir en la confusión que se formó, al ser repelida la agresión por la guarnición del Moncada (…). Tanto el joven Raúl, como los presentados anteriormente, fueron remitidos al Vivac Municipal en horas de la madrugada de hoy, a disposición del Tribunal de Urgencia».
El exsoldado Indalecio Rodríguez, en entrevista concedida al periódico Juventud Rebelde, explicó: «La emboscada estaba bajo las órdenes del sargento Canet y recuerdo al soldado Francisco Moya León, a Mario Font Hierrezuelo, no sé si había alguien más. Del cuartel mandaron a tirar dos emboscadas, una a la entrada de San Luis, a Las Palmas, y otra a la entrada de Santiago, cruzando el puente del río San Rafael. En este último lugar fue que nos apostaron.
«El sargento Canet me dice: adelante Indalecio, y avísanos cualquier cosa que pase (…). La mañana estaba alzada hacía algún tiempo, ya como a las diez voy distinguiendo un cuerpo de hombre que avanza sobre el asfalto y se va agrandando por ahí hasta que ya le veo la cara al niño que viene a buen paso. Ya estoy por dejarlo pasar porque pienso que no es para gente de esa edad el andar tirando a los cuarteles, y el chico que me ha visto también desde hace rato tuerce el rumbo que lleva y se me va acercando.
«Buenos días, cabo, me dice. Oiga, ¿usted puede ayudarme a completar el pasaje para llegar a Alto Cedro?, y me saca una peseta de a 50 (…), y sigue diciéndome: En Santiago hay todo un revolico formado y yo me voy para mi casa, para Alto Cedro (…). Decido ver si los otros tienen algún dinero y reunirle el pasaje, y lo llevo hasta donde están (…), y uno del grupo dice: oye, mira como tiene guisasos en el pantalón, este viene por el monte, este viene huyendo (…). Font, llévalo detenido para el cuartel, y que allí aclare su situación».
El 29 de julio de 1953, el sargento Mario Font Hierrezuelo conduce al cuartel de San Luis a Raúl Castro, quien quedó encerrado en una pequeña celda. Al día siguiente, según comenta el propio Indalecio, un soldado identifica a Raúl, al decir: «Oiga, teniente, ese hombre es Raúl, el hermano de Fidel Castro». El joven, después de ser identificado se negó a comer. Los guardias lo maltrataban de palabra diciéndole: «Hártate, para que mueras con la barriga llena».
Al llegar el teniente Vicente Camps, jefe del puesto, condujo a Raúl a la capitanía radicada en Palma Soriano, y ese día lo trasladan al Vivac de Santiago de Cuba.
Sobre ello, Silvio López Camps comentó: «Mi tío lo traslada en su máquina a Palma Soriano, allí estaba Campo Postigo, quien le da la misión de llevarlo hasta el Vivac de Santiago de Cuba. Aunque no le gustó la idea, se vio obligado a cumplirla, y allí lo entregó, haciendo saber que había llegado vivo».
El espacio de la celda fue tapiado y acondicionado en 1954, al convertirse en la Escuela Primaria Superior Mariana Grajales Cuello. Al triunfar la Revolución, se instaló allí la Escuela Primaria Ramón López Peña, que después adopta el nombre de Rafael María de Mendive. En 1982, es remozado el lugar y reconstruida la celda, con el propósito de fundar el Museo 29 de Abril.