De la Invasión de EEUU a Panamá (1989) a la recolonización de América Latina (parte 1 – por Stella Calloni)
La intelectual y periodista Stella Calloni vivió en Panamá, trabajó en el Grupo de Cine Universitario (GECU) y compartió con el pueblo panameño la brutal invasión de EE.UU de 1989, presenciando los bombardeos que dejaron una estela de muerte y destrucción en dicho país.
CAPAC – por Stella Calloni (*)
En la madrugadas del 20 de diciembre de 1989, utilizando más de 27 mil soldados entre los que estaban las Fuerzas especiales y ex combatientes en Vietnam, parte de la Flota y decenas de helicópteros, probando además nuevos aviones y armas, Estados Unidos invadió Panamá, el pequeño país de poco más de 75 mil Km2 prácticamente indefenso, bombardeando la capital habitada por 600 mil personas y varios lugares en el interior del país, destruyendo todo a su paso y dejando entre cuatro y siete mil muertos y desaparecidos y miles de afectados..
Esto sucedió hace 35 años como un brutal mensaje para Centroamérica y toda la región. La invasión bajo el nombre de “Operación Causa Justa” supuestamente para detener al “dictador” el general Manuel Antonio Noriega, que nunca fue presidente de Panamá. Tres días antes de la invasión había sido nombrado por el parlamento de más de 500 representantes de todo el país, como jefe de Gobierno, que vendría a ser jefe de Gabinete del presidente provisional de esos momentos Francisco Rodríguez.
Las entonces recientemente creadas Fuerzas de Defensa de Panamá (FDP), bajo la jefatura militar de Noriega, contaban con sólo unos cuatro mil efectivos, sin fuerza aérea ni ninguna posibilidad de defensa para enfrentar al ejército más grande del mundo, que con sus helicópteros Apache AH-64 y otros y probando los nuevos aviones silenciosos Stealth, bombardearon y barrieron las bases militares, el pequeño Cuartel Central instalado en la comunidad más popular de la ciudad: el barrio del Chorrillo.
La utilización de este esquema de invasión contra Panamá con semejante despliegue de fuerzas empleando argumentos falsos para justificar lo injustificable serviría además como un “modelo de disuasión” para la Nicaragua sandinista que resistía una guerra terrorista de los mercenarios de la “Contra” manejados por la CIA estadunidense, usando como rampa de ataque a Honduras país ocupado entonces por bases y tropas de Estados Unidos.
En el enclave colonial de la Zona del canal el Comando Sur de Estados Unidos llegó a tener 20 bases militares, entre ellas navales y aéreas, con lo que controlaban a toda la región. No es difícil entender por qué ese fin de año 1989 decidieron invadir este país, para el desarrollo de sus planes de los años 90 contra toda la región.
Durante la invasión fueron atacados barrios como El Chorrillo de viejas casas de madera que persistían desde la construcción del Canal a fines del siglo XIX y se quemaron rápidamente, ante al ataque al Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa de Panamá. Se intentó acusar del incendio provocado por los bombardeos sobre las casas de madera a los Batallones de la Dignidad, conformado mayoritariamente por jóvenes militantes antimperialistas y de Izquierda que se preparaban como milicias para defender la Patria ante la amenaza de una invasión. El armamento era muy pobre para enfrentar a un ejército imperial. En el primer bombardeo una bomba cayó sobre la capital panameña, lo que hizo temblar la ciudad como si fuera un terremoto.
La escena que se vio esa madrugada fueron niños semidesnudos y mujeres huyendo desesperados por el largo malecón de la ciudad. Fue para nosotros, el pequeño grupo de periodistas que salimos a cubrir la invasión, lo más trágicamente parecido a la imagen de aquella niña en Vietnam, cuando los invasores norteamericanos huían en el mayor desorden, ya vencidos en esa guerra cruel, donde murieron millones de vietnamitas y miles de soldados norteamericanos, los que además habían sido derrotados moralmente en su país por las multitudinarias movilizaciones contra una guerra que nadie entendía y que sucedía a tantos miles de kilómetros de Estados Unidos.
Esas marchas fueron protagonizadas por estudiantes universitarios, intelectuales, artistas, actores y actrices y una cantidad de sectores diversos de la sociedad contra la guerra de Vietnam, incluyendo a familiares de militares víctimas de la misma y por sobrevivientes, la mayoría discapacitados, en una guerra donde se los obligó a torturar, asesinar a aldeas enteras y a la desaparición forzada de miles de vietnamitas, lo que los afectó psicológicamente.
La noche de la invasión a Panamá cuando se preparaba a festejar la navidad y en los barrios, se veían los pesebres y adornos navideños, reinaba la confusión y desesperación. Todos sabíamos que las escasas y sencillas armas de los defensores, que resistieron heroicamente en las primeras horas y días siguientes, no iban a poder detener los sofisticados equipos y armamento del ejército imperial, mientras los aviones silenciosos probaron su “eficacia” de muerte bombardeando en el interior del país los cuarteles panameños, asesinando a cadetes que estudiaban en la Escuela Militar de Río Hato.
Fuimos testigos directos de todo lo actuado, junto a periodistas de República Dominicana y de la televisión cubana, a los que nos correspondió ir al Cuartel Central en el Chorrillo, cuando sonaron los primeros disparos de ametralladoras, mientras otros corresponsales extranjeros que estaban llegando a la zona del canal, fueron apresados por soldados norteamericanos, junto a los periodistas estadounidenses, que llegaron ese días y no pudieron filmar nada porque fueron encerrados en el Comando Sur.
En el caso de nuestro grupo, el ataque al Cuartel Central se produjo en el momento en que nos estábamos yendo después de entrevistar a dos altos militares panameños y en medio de tiroteos entramos al edificio de un hotel, rogando que nos dejaran subir a la terraza para filmar, pero de inmediato nos avisaron que dónde detectaban una cámara se bombardeaba. Los helicópteros se transformaron en halcones que volaban hambrientos para cazar a todo lo que se moviera. En Panamá se probaron no sólo los aviones silenciosos, sino toda clase de armas.
Para invadir a Panamá el presidente George Bush (padre), fue creando las condiciones necesarias. En mi libro “Panamá: Pequeña Hiroshima,” escrito en 1992 aún bajo la emoción y el dolor de haber sido testigo de esa brutal invasión se registra la actuación de las Fundaciones de Estados Unidos, como la National Endowment Foundation (NED en sus siglas en inglés), conocida como Fundación para el Desarrollo de la Democracia, que tanto daño ha hecho en los últimos años en toda América.
La NED fue creada bajo la administración de Ronald Reagan en 1983 y su accionar fue clave para reorganizar la oposición en Nicaragua, y también la llamada Cruzada Civilista en Panamá, base de acción para posibilitar la invasión. Estas fundaciones están destinadas a reemplazar a la CIA creando una forma de operar que permite la comunicación directa con la población y el envío de fondos para el supuesto “desarrollo democrático”. Millones de dólares ingresaron para estas supuestas “oposiciones democráticas”, absolutamente dependientes de Washington probadas muy especialmente en Nicaragua y Panamá.
Por supuesto también la USAID – muy conocida en América Latina como Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) que, como otras Fundaciones prepararon el escenario para la invasión y la campaña mediática estigmatizado al líder panameño general Omar Torrijos, cuya muerte en un accidente de aviación en su país en mayo de 1981 fue en realidad un atentado causado por la CIA.
El nombre de Torrijos había aparecido junto al del entonces presidente ecuatoriano Jaime Roldós, -fallecido en otro “avionazo” en mayo de ese mismo año- en el Documento de Santa Fe 2, donde se los acusaba como “izquierdistas” y de ser un obstáculo y un “peligro” para la seguridad de Estados Unidos.
Así Washington “limpió” el camino de dos dirigentes importantes para la historia de la emancipación de América Latina, como se revela en documentos sobre las acciones de la CIA. Torrijos fue caracterizado además como un “dictador comunista” y el presidente de Estados Unidos James Carter sufrió una dura acción de los republicanos que lo acusaban de haber entregado “su canal” y “su” país a los panameños en el Tratado, firmado el 7 de septiembre de 1977.
En esos momentos en Estados Unidos “los Thin Tank” (Tanques pensantes) trabajaban los elementos teóricos que sostendrían los llamados “mandamientos del Consenso de Washington” en un trazado que marcaría los años 90, las dictaduras neoliberales, que tantas muertes se cobraron y tanta destrucción, para someter a América Latina y el Caribe, por nuevas vías de acción.
Hasta estos días familiares de los desaparecidos por los invasores siguen buscando las tumbas colectivas. De hecho, una de estas tumbas fue encontrada en Panamá y allí se descubrieron cadáveres en bolsas negras y con militares, varios de ellos secuestrados en el Hospital Santo Tomás heridos y aparecieron con un disparo en la nuca, como informaron los peritos.
Surgieron las Madres del Dolor con sus pañuelos y vestido negros, que siguen arrojando flores al mar en cada aniversario para aquellos familiares cuyos cadáveres fueron arrojados al mar. Es deber de la solidaridad mantener viva la memoria y abrir un frente de lucha contra aquellos mercenarios del periodismo que ocultan la verdad y son responsables de estos crímenes ayudando a montar el escenario de las guerras asimétricas de estos tiempos, También ayudan al silencio para desterrar la historia verdadera.
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(*) SOLIDARIDAD CON PANAMA BAJO AMENAZA
En los últimos días de diciembre de 2024 el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump que asumirá el poder el próximo 20 de enero, amenazó con “recuperar” el Canal de Panamá, al que consideró como propio, que une a los océanos Atlántico y Pacífico, con un discurso de extrema violencia, ya que la ocupación militar de la Zona canalera convirtió a ese país centroamericano y caribeño en una colonia, desde principios del siglo XX. Viví en Panamá trabajé en el Grupo de Cine Universitario (GECU) y como corresponsal de medios mexicanos. Estuve en todo momento junto al incansable y luchador pueblo panameño, y compartí con ellos aquella invasión brutal de Estados Unidos que comenzó en la noche del 19 de diciembre, con los bombardeos en la madrugada del 20 dejando una estela de muerte y destrucción. – Stella Calloni