Gabo, de tu mano se puede amar hasta en los tiempos del cólera
A menudo deseamos escapar de la realidad, habitar en otros cuerpos o vivir las más sublimes experiencias, hacia estas y otras dimensiones del espíritu nos conduce la prosa del escritor colombiano Gabriel García Márquez.
CAPAC.- por Adis Marlén Morera, tomado de Prensa Latina
Las historias del Gabo, como también se le conoce, nos invitan a descubrir el encanto de las emociones en ese Macondo de Cien años de soledad, enfrentar los episodios más contradictorios a través de Crónica de una muerte anunciada, o desafiar terribles dolencias para caer en manos de El amor en los tiempos del cólera.
ARACATACA: DE VUELTA A SUS ORÍGENES
Aquel pueblito de la geografía colombiana nombrado Aracataca parecía invisible ante los ojos de muchos. Sin embargo, toda su historia y riqueza florecerían luego de aquel 6 de marzo de 1927 cuando las manecillas del tiempo marcaron la existencia de uno de sus hijos más ilustres.
Como obra del destino y entre esos misterios de la vida difíciles de explicar, transcurrió la infancia del escritor, quien se apropió íntegramente de sus relatos familiares para plasmarlos años después en las páginas de innumerables clásicos que prestigian la literatura contemporánea más representativa de América Latina.
La principal influencia que impulsó al autor hacia la búsqueda de una corriente literaria poco tradicional fue su abuela, al narrarle los episodios más insólitos y aterradores con una tranquilidad asombrosa.
De aquel hogar, repleto de crónicas, augurios y supersticiones, nacieron textos como El coronel no tiene quien le escriba (1961), Los funerales de la Mamá Grande (1962), su obra cumbre Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1974), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985) y El general en su laberinto (1989).
Estas y otras novelas convirtieron al artífice de la pluma en uno de los mayores exponentes del realismo mágico.
A lo largo de su carrera fue acreedor de innumerables galardones entre los que destacan el Premio Nobel de Literatura (1982), la distinción Doctor honoris causa de la Universidad de Columbia en New York (1971), el Premio Rómulo Gallegos por Cien años de soledad (1972) y la Medalla de la Legión de Honor de Francia en París (1981).
Aunque su pasión por la literatura fijó el rumbo de su extensa trayectoria, dedicó parte de ella al periodismo con colaboraciones para el diario El Universal de Cartagena, el periódico local El Heraldo de Barranquilla y El Espectador de Bogotá, por solo citar algunos.
Luego del triunfo de la Revolución cubana, en 1959, viajó a La Habana para fungir como corresponsal de la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina, creada en esa época con el objetivo de transmitir la realidad de Nuestra América en contraposición a los medios noticiosos occidentales.
De acuerdo con el novelista, el diarismo le sirvió de herramienta para no perder el contacto con la realidad.
Desde 1994 hasta su muerte en abril de 2014, presidió la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que creó junto a su hermano Jaime García y el productor de cine Jaime Abello, con el propósito de estimular otras maneras de encarar la profesión que consideró el mejor oficio del mundo.
DEL CINE Y OTROS DEMONIOS
El séptimo arte fue otra de las manifestaciones artísticas que despertó curiosidad en el Gabo, y que lo llevó a desempeñarse como guionista, crítico y maestro.
En su opinión, el cine y la literatura eran cosas totalmente diferentes, por ello prefería redactar guiones que no guardaran relación con su trabajo literario, lo cual generó contradicciones en el entorno cinematográfico.
La capacidad para transportarnos hacia otras latitudes o la provocación constante de nuestro imaginario, son algunos de los beneficios incuestionables que nos proporciona la lectura, quizás sea esta la teoría que defendió cuando se opuso a que Cien años de soledad fuera plasmada en la gran pantalla.
No obstante, permitió la adaptación de otras novelas suyas entre las que figuran El coronel no tiene quien le escriba (1999), El amor en los tiempos del cólera (2007) y Memoria de mis putas tristes (2011).
Cuba se convirtió en el puerto seguro, donde pudo concretar su sueño de un universo audiovisual para los pueblos de América Latina, matizado por un espíritu humanista y la identidad de toda la región.
AMISTAD INFINITA ENTRE DOS GRANDES
El amor por los libros y la convicción de hacer justicia de dos grandes pensadores, el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, y el Gabo, cimentó una relación de hermandad que el escritor colombiano rememoró en los tantos encuentros y coloquios literarios que a menudo sostenían.
Incluso contó que le dio más de uno de sus textos a Fidel para que los revisara antes de publicarse, pues lo consideraba un lector voraz con capacidad para detectar errores y alguna que otra contradicción en cualquier frase casual.
A la par, surgieron simpáticas anécdotas que el colombiano detalló en el documental Fidel, de la realizadora estadounidense Estela Bravo, otra muestra de esa complicidad que trascendió los vínculos intelectuales.
A 40 AÑOS DE UN TRASCENDENTAL MOMENTO
El pasado 10 de diciembre se cumplieron 40 años de aquel trascendental y esperado momento en el cual García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura por sus infinitos aportes al mundo de las letras desde una visión mágica, real y auténtica.
En aquella ceremonia en Estocolmo, el novelista agradeció a la Academia de Letras de Suecia por el premio, y refirió que el galardón lo colocaba junto a muchos escritores que orientaron y enriquecieron sus años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir.
(…) hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad, señaló.
Quizás el mayor agasajo para un escritor sea la entrega incondicional de su público, ese lector ávido de buscar en cada historia el amor olvidado, la esperanza perdida o el consuelo oportuno, estas y otras experiencias nos provocarán inevitablemente los encuentros con el Gabo.
*Redacción de Cultura