30 de abril de 1975: la liberación de Saigón y Buon Ma Thout
En marzo de 1975, los patriotas vietnamitas realizan la hazaña de conquistar «Buon Ma Thout: pivote del triunfo final», tal el título de este artículo de Granma (del 24-03-2005) que reproducimos.
tomado de Fidel, soldado de las ideas, y de Granma
El pueblo vietnamita festeja en estos días la gran victoria inicial en la lucha por la liberación de Saigón: la hazaña de la conquista por los patriotas de Buon Ma Thuot.
La fiesta no podrá ser estropeada por la noticia de que un juez federal norteamericano desestimó la demanda de las víctimas del monstruoso Agente Naranja, que afectó a casi cinco millones de vietnamitas y cientos de miles de hectáreas de tierra y sus animales, y que ha dado origen, decenios después, a numerosos niños ciegos, sin manos, deformes, con leucemia y otras enfermedades, hijos de los campesinos que sufrieron el esparcimiento de la dioxina criminal.
Ahora es una fiesta en que la indignación por la actitud del juez Jack Weinstein, de una corte federal de Brooklyn, hará que se eleve todavía más alto la voz de Viet Nam en reclamo de justicia.
Siempre ha sido así en la lucha secular del pueblo de Ho Chi Minh: sus alegrías han estado mezcladas con tristezas, y nada de cuanto ha logrado lo ha sido sin los más perseverantes esfuerzos heroicos.
Para liberar a Buon Ma Thuot la perseverancia, la determinación, la acción constante y el heroísmo llegaron a límites sencillamente inmedibles.
Los generales yankis, al tener que retirar sus tropas agresoras del Sur de Viet Nam, debido a los Acuerdos de Paz de París, pensaron que no había fuerza capaz de arrebatarle al poderoso ejército títere de Saigón esa estratégica cabecera de la provincia de Dak Lak y centro político de la altiplanicie occidental Tay Nguyen.
En efecto Buon Ma Thuot, muy cerca de las fronteras de Laos y Cambodia, en el centro del territorio ocupado por el régimen títere, era a todas luces inexpugnable. Poseía numerosos campos de aterrizaje construidos sobre las extensas mesetas, un perfecto sistema de trincheras y alambradas electrónicas, y representaba el punto de convergencia de las más importantes carreteras que se dirigían hacia Saigón y otros sitios de vital importancia. Su cielo era vigilado día y noche.
Para comienzos de marzo de 1975, sin embargo, la dirección del Partido vietnamita, su Comisión Militar y el Estado Mayor Conjunto habían puesto en ejecución las ideas del general de ejército Vo Nguyen Giap para llevar adelante la Operación Ho Chi Minh y liberar por completo a todo el país. El plan audaz y científico del genial estratega requería ser convertido en una hazaña de millones de vietnamitas o quedaría en el papel.
Hay que citar solo dos cifras para comprender el significado de la liberación de aquella Santa Clara gigantesca, si la comparamos con lo que significó en desmoralizar al enemigo la hazaña de los invasores cubanos al mando de Che Guevara. Una cifra fue que los efectivos enemigos aniquilados alcanzaron los 120 mil, pese a su poder de fuego a la altura de los más fuertes del mundo. Otra: el golpe magistral, inesperado, rotundo en Buon Ma Thuot permitió que toda la altiplanicie pudiera rápidamente limpiarse del yugo tiránico de los títeres, incorporando 600 mil personas a la libertad y al poder popular revolucionario.
Los cubanos conocimos con doble alegría este hecho que cambió todo el curso de la guerra justa de parte de Viet Nam: los tanques que entraron en las batallas envueltas en la épica proeza llegaron por el Camino Ho Chi Minh, que unía el Norte y el Sur de la tierra vietnamita artificialmente dividida por la agresión yanki, y con los pueblos hermanos de Laos y Cambodia. Y en ese Camino, el más misterioso y más bombardeado de la historia, estuvo el modesto aporte de Cuba para convertir sus miles de vericuetos en sendas firmes.
Al visitar Fidel el frente de batalla en el Sur, observando con binoculares las líneas enemigas, en 1973, ya de regreso a Hanoi, Giap y el primer ministro Pham Van Dong solicitaron equipos, entrenamiento en Cuba de los operadores de estos y que los maestros de esos operadores acudieran al momento de concluir los tramos finales. Con tres simples ¡Sí! a las peticiones de los dos grandes discípulos del Tío Ho, Fidel empeñó la palabra cubana y se cumplió al igual que durante tantos años los vietnamitas cumplieron la suya.
Todo fue obra de cientos de miles de vietnamitas, trabajando bajo las bombas, incluso en zonas donde nunca había pisado el hombre, venciendo selvas y precipicios, apenas sin comida y enfrentando el paludismo y las serpientes. Tuvieron ellos que llevar a hombros las piezas de los tanques para armar en cuevas y ponerlas en marcha hacia Buon Ma Thuot, adonde concurrieron otras fuerzas, como flechas que disparaban a un blanco, sin fallar ninguna.
Los yankis estaban seguros de que su tecnología era infalible y los sensores ultramodernos de sus aviones durante años atacaron localizando tropas y constructores por el calor, pero Viet Nam finalmente burló todo eso acumulando búfalos en las zonas en que construía.
La justicia tendrá que imponerse contra el Agente Naranja, así como desde Buon Ma Thuot pudieron marchar hacia Saigón las tropas liberadoras.
En uno de los tanques ondeaba la gloriosa bandera del Frente Nacional de Liberación de Viet Nam del Sur, que Fidel había tomado de manos de un soldado en el borde delantero del campo de batalla, y agitado al viento, pidiendo que la llevaran al Palacio Presidencial de los títeres, y los vietnamitas juraron hacerlo. Promesa cumplida.